La odisea a¨¦rea de la ¡®superabuela¡¯
EL PA?S habla por tel¨¦fono con los hijos de la anciana que aterriz¨® su avioneta sin saber volar
Helen Collins no para de hacer zapping y de sintonizar emisoras de radio en su habitaci¨®n del hospital de Sturgeon Bay (Wisconsin). Tiene la espalda dolorida, una costilla rota y los ojos amoratados pero no se cansa de escuchar c¨®mo narran los periodistas su odisea a¨¦rea. El lunes pasado, la se?ora Collins logr¨® un milagroso aterrizaje de emergencia en un aeropuerto local.
Los medios la presentan como la superabuela, la anciana de 80 a?os que, sin saber pilotar, tuvo que ponerse a los mandos del aparato -al haberse desvanecido su marido que era quien dirig¨ªa la avioneta- y posarlo sobre tierra, con la dificultad a?adida de que apenas le quedaba gasolina y hab¨ªa fallado un motor.
Como cada Semana Santa, Helen y su marido John volv¨ªan a Sturgeon Bay tras pasar unos d¨ªas en su casa de Marco Island (Florida). Este no se encontraba bien pero insisti¨® en pilotar su avioneta Cessna de dos motores. Cuando apenas quedaban diez minutos para aterrizar, el se?or Collins pidi¨® a su mujer que se acercara a la parte delantera. ¡°Me est¨¢ dando un infarto¡±, le dijo y se desvaneci¨®.
Ella apenas tuvo tiempo de desabrocharle el cintur¨®n de seguridad cuando se puso a los mandos del avi¨®n. No ten¨ªa licencia de vuelo, nunca hab¨ªa volado sola, exceptuando una vez hace 30 a?os por insistencia de John, y jam¨¢s hab¨ªa pilotado un aparato de dos motores como aquel. Sin embargo, llevaba m¨¢s de 60 a?os acompa?ando a su marido en el aire y la Cessna era como su segundo hogar.
La anciana nunca perdi¨® la calma, ni entonces ni cuando comprob¨® que casi no dispon¨ªa de combustible y que el motor derecho empezaba a fallar. En los 90 minutos que dur¨® el aterrizaje siempre se mostr¨® fr¨ªa y tranquila, lo atestiguan los 45 minutos de grabaciones que han hecho p¨²blicas las autoridades de Sturgeon Bay y en los que se asiste a toda una lecci¨®n de aterrizaje en pleno vuelo. ¡°Creo que me estoy quedando sin gasolina¡±, se le escucha decir en su llamada a emergencias. ¡°Ser¨¢ mejor que alguien suba hasta aqu¨ª cuanto antes¡±.
Dicho y hecho, Robert Vuksanovic, amigo de la familia y piloto experto en rescates a¨¦reos, mont¨® en su avi¨®n y se dedic¨® a sobrevolar alrededor de la se?ora Collins mientras le daba instrucciones y la animaba en todo momento. ¡°Lo est¨¢s haciendo muy bien, Helen¡±, le dec¨ªa Vuksanovic. ¡°Pues yo no me estoy sintiendo nada bien, Rob¡±, bromeaba la anciana.
Las grabaciones demuestran c¨®mo la situaci¨®n se iba tornando m¨¢s angustiosa a medida que los minutos pasaban y la gasolina se iba consumiendo. ¡°?Tengo que aterrizar cuanto antes, me estoy quedando sin combustible!¡±. La se?ora Collins trat¨® de tomar tierra en dos ocasiones. Finalmente, el avi¨®n impact¨® bruscamente contra el suelo, dio un par de tumbos, arrastr¨® el morro sobre el asfalto y fren¨®.
La asombrosa entereza que mostr¨® la anciana durante el aterrizaje no parece sorprender a su familia. Su hijo James, de 54 a?os, que junto con su hermano Richard, de 55, asisti¨® al periplo a¨¦reo de su madre desde el aeropuerto, nunca dud¨® de que fuera a conseguirlo. ¡°Es una mujer muy fuerte, sab¨ªa en todo momento lo que hac¨ªa. Era la persona m¨¢s tranquila de todos¡±, cuenta por v¨ªa telef¨®nica.
A la se?ora Collins tampoco crey¨® que no fuera a ser capaz de aterrizar, explica Richard que le coment¨®. ¡°Podr¨ªa haberlo hecho mejor¡±, se maldijo la anciana mientras sal¨ªa del avi¨®n. Es lo primero que dijo, seg¨²n James. Sin embargo, no perdi¨® mucho m¨¢s tiempo en recriminarse. Inmediatamente llam¨® a una de las dos ambulancias que junto a otros siete camiones de bomberos esperaban en el aeropuerto, para que llevaran a su marido al hospital.
Creo que me estoy quedando sin gasolina. Ser¨¢ mejor que alguien suba hasta aqu¨ª cuanto antes¡± Helen Collins
Lamentablemente, John hab¨ªa fallecido en pleno vuelo. Su mujer fue plenamente consciente desde el primer momento, reconoce Richard, si bien nunca perdi¨® la esperanza de que pudiera llegar a tiempo de salvarse. Ambos se hab¨ªan conocido en el instituto y llevaban 60 a?os casados. John patent¨® un tipo de tuber¨ªa que ahora se halla en casi todas las casas de Estados Unidos, seg¨²n James, y cre¨® una empresa en la que trabajan sus hijos y su mujer. ¡°Ha sido su secretaria durante 40 a?os¡±, explica Robert que parece el m¨¢s preocupado por c¨®mo vaya a afrontar su madre el futuro sin su marido. ¡°Lo hac¨ªan todo juntos, dirigir un centro educativo, leer, ir a pescar, salir en moto, volar¡ Eran m¨¢s hobbys de mi padre pero ella le segu¨ªa en todo porque era as¨ª, encantadora y generosa¡±, cuenta con la voz entrecortada.
Helen Collins desear¨ªa estar ya en su casa pero el m¨¦dico, amigo de la familia, prefiere mantenerla en observaci¨®n un poco m¨¢s. Tras el incre¨ªble aterrizaje no quiere abusar de los milagros. La anciana sufri¨® dos ataques al coraz¨®n en 2000 y en 2007 y est¨¢ un poco d¨¦bil desde entonces. Nadie lo dir¨ªa despu¨¦s de conocer la haza?a a¨¦rea de esta superabuela.
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