Sin alternativa
La UE debe cambiar para restablecer la esencia de la pol¨ªtica democr¨¢tica: el debate de ideas y la capacidad de los ciudadanos para participar en ¨¦l
Explica Iv¨¢n Krastev, un intelectual b¨²lgaro, que en los a?os noventa sus compatriotas so?aban en ser pronto como Grecia, un pa¨ªs m¨¢s o menos funcional donde los fondos europeos permit¨ªan una mejora sensible y constante del nivel de vida. Hoy d¨ªa, al contrario, Grecia se parece cada vez m¨¢s a Bulgaria, un lugar donde los ciudadanos pueden cambiar de Gobierno sin que vayan a cambiar las pol¨ªticas que este aplicar¨¢ bajo la atenta mirada de Bruselas. Como dice otro intelectual de la Europa poscomunista, el polaco Slawomir Sierakowski, en esa parte del continente la elecci¨®n de los votantes no es entre derecha e izquierda, sino entre acertado y equivocado, es decir, entre los que respetan la euro-ortodoxia sin cuestionarla y los populistas irresponsables (los gemelos Kaczynski en Polonia, Klaus en Chequia, Orb¨¢n en Hungr¨ªa, Meciar en Eslovaquia) que tampoco ofrecen una alternativa real m¨¢s all¨¢ de la ret¨®rica identitaria.
El pasado fin de semana se sumaron dos pa¨ªses de esa parte de Europa que hasta entonces fueron excepci¨®n, por razones bien distintas: Serbia y Grecia. Por primera vez desde la ca¨ªda de Milosevic, las elecciones serbias no fueron ya un ejercicio de funambulismo al borde del abismo ultranacionalista. Las tres coaliciones m¨¢s votadas en Serbia han sido recompensadas por su europe¨ªsmo: los dem¨®cratas de Tadic son de los pocos en Europa que han esquivado un batacazo electoral a pesar de estar gobernando durante una dur¨ªsima crisis; los conservadores populistas de Nikolic se han beneficiado de haberse escindido de los radicales por defender la integraci¨®n en la UE; y los socialistas de Dacic han recogido los frutos de su estrat¨¦gica decisi¨®n en 2008 de dar la espalda a su pasado como partido de Milosevic para integrarse en la coalici¨®n proeuropea de gobierno. A los proeuropeos en Grecia, pionera en los Balcanes en integrarse en la UE, les fue considerablemente peor, en particular a los dos partidos tradicionalmente mayoritarios. Pero no hay que perder de vista que la segunda fuerza m¨¢s votada, la izquierdista Syriza, defiende una renegociaci¨®n y reequilibrio de los t¨¦rminos del paquete de ayuda, no una ruptura con la UE: la mayor¨ªa sigue siendo proeuropea, pero cada vez m¨¢s cr¨ªtica. Desde Bruselas y Berl¨ªn, estas elecciones se han visto con irritaci¨®n mal disimulada y se insiste en que serbios y griegos deben acostumbrarse a este mundo de alternancia de Gobiernos sin cambio de pol¨ªticas.
La UE no puede m¨¢s que politizarse en el mejor sentido
No es solo Grecia sino toda la Europa meridional la que est¨¢ cayendo en esta misma din¨¢mica: ni el rotundo viraje electoral de socialistas a conservadores en Portugal y Espa?a, ni el paso de pol¨ªticos electos a tecn¨®cratas en Italia y Grecia, cambiaron m¨¢s que el ritmo de las pol¨ªticas de austeridad. En toda Europa, los partidos mayoritarios adoptan el discurso de lo inevitable, de la ausencia de alternativa, y la pol¨ªtica econ¨®mica desaparece del espacio de discusi¨®n p¨²blica. Solo queda lugar para interminables discusiones identitarias, y as¨ª se abre una brecha por la que el populismo xen¨®fobo echa ra¨ªces. Ya son mayor¨ªa los pa¨ªses europeos en los que esta tendencia se ha consolidado como fuerza parlamentaria, capaz de modificar los t¨¦rminos del debate pol¨ªtico e incluso las pol¨ªticas del Gobierno.
La respuesta de los populistas es tentadora, pero enga?a: volver a los tiempos de una perfecta soberan¨ªa nacional ni es posible ni ser¨ªa soluci¨®n. No es cierto que haya una ¨²nica alternativa, pero s¨ª es acertada la percepci¨®n de que a escala nacional se puede decidir bien poco en econom¨ªas enormemente integradas en lo comercial y en lo monetario. Ni siquiera se decide en un pa¨ªs del tama?o y peso de Francia: no en balde Hollande ha basado el argumento econ¨®mico de su exitosa campa?a en prometer un cambio de rumbo en la UE.
No hay naci¨®n en Europa, por grande que sea, que pueda gobernarse exclusivamente por s¨ª misma. No hay tampoco ninguna, ni la m¨¢s peque?a, que no tenga alternativas. La UE no puede m¨¢s que politizarse, en el mejor sentido de la palabra, y renunciar al Gobierno tecnocr¨¢tico, que no est¨¢ exento de ideolog¨ªa. La UE debe cambiar para ayudar a los Estados en dificultades a crecer de nuevo. Pero debe hacerlo, sobre todo, para restablecer la esencia de la pol¨ªtica democr¨¢tica: el debate de ideas y la capacidad de los ciudadanos para participar en ¨¦l. Se puede intentar salir de la crisis econ¨®mica con acuerdos m¨¢s o menos duraderos entre Gobiernos, pero para afrontar la crisis de democracia y legitimidad har¨¢ falta m¨¢s, no menos, pol¨ªtica en Europa. El lamentable espect¨¢culo de los l¨ªderes europeos temblando ante cualquier elecci¨®n y refer¨¦ndum, amenazando a los votantes para que no elijan el camino errado, debe acabar.
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