La Comisi¨®n Europea debe ser democr¨¢tica y transparente
Es necesario abordar el d¨¦ficit democr¨¢tico de la UE. El presidente de la Comisi¨®n deber¨ªa ser elegido democraticamente y, a su vez deber¨ªa poder seleccionar a los comisarios
El mayor logro econ¨®mico del euro es sin duda alguna haber impedido que la econom¨ªa europea se fracturase en la crisis econ¨®mica y financiera desencadenada por la quiebra de Lehman Brothers. Sabemos, por el ejemplo de los a?os treinta, que en tiempos de crisis los Gobiernos nacionales tienen la tentaci¨®n de creer que la devaluaci¨®n y el proteccionismo redundan en beneficio de los intereses de sus electores; y qu¨¦ destructivo es para todos que los Gobiernos nacionales caigan en esa tentaci¨®n. La moneda ¨²nica europea ha servido y seguir¨¢ sirviendo de baluarte contra dichas tendencias. Quienes afirman que el euro no es m¨¢s que una camisa de fuerza de la que los Gobiernos nacionales har¨ªan bien en liberarse lo antes posible est¨¢n diciendo, en definitiva, que la manipulaci¨®n de divisas y el nacionalismo econ¨®mico son la v¨ªa ideal para alcanzar la prosperidad. No lo creo en absoluto. Ni tampoco lo creen en su mayor¨ªa, por ir¨®nico que resulte, los m¨¢s feroces cr¨ªticos del euro cuando hablan de cualquier otro tema que no sea la moneda ¨²nica.
Ahora bien, las ventajas econ¨®micas del euro no han consistido solo en evitar posibles da?os. La baja inflaci¨®n, la eliminaci¨®n de los riesgos del cambio, el aumento del comercio en la eurozona y la mayor integraci¨®n de los mercados financieros europeos han contribuido a la cultura fundamental de estabilidad monetaria y previsibilidad econ¨®mica que el euro ha aportado a Europa. Las econom¨ªas europeas bien administradas, en particular Alemania, han aprovechado esa estabilidad para mejorar su comportamiento econ¨®mico, con una reacci¨®n apropiada a los incentivos y las disciplinas del sistema de la eurozona.
Otros Estados miembros de la eurozona no han reaccionado tan bien como Alemania a los retos del euro. Cada vez se es m¨¢s consciente de que incrementar la deuda para financiar un gasto p¨²blico improductivo es un callej¨®n sin salida que perjudica el crecimiento sostenible. Pero es muy dif¨ªcil pensar que estos pa¨ªses hubieran podido estar mucho mejor fuera de la eurozona. El caso de Italia es especialmente significativo. Mario Monti, respaldado por una mayor¨ªa abrumadora en el Parlamento Italiano, est¨¢ llevando a cabo en el pa¨ªs las reformas econ¨®micas y financieras que, como todo el mundo sabe ahora, otros Gobiernos italianos son responsables de no haber hecho. Sin tales reformas, la econom¨ªa italiana no puede prosperar, ni dentro ni fuera de la eurozona. Me parece ir¨®nico que muchos de esos comentaristas que tanto gritan para exigir la reforma total del modelo econ¨®mico europeo tradicional acojan a rega?adientes esa misma reforma cuando surge de los propios mecanismos de la eurozona.
Las acusaciones de dictadura e inflexibilidad que se hacen a Alemania demuestran gran ignorancia
El papel que ha tenido Alemania durante los dos ¨²ltimos a?os en la crisis de la deuda soberana en la eurozona ha suscitado cr¨ªticas considerables, muchas de ellas injustas. Las acusaciones de dictadura e inflexibilidad que se le hacen demuestran gran ignorancia. Si hay alguna cr¨ªtica que se le puede hacer a la se?ora Merkel es que, a menudo, ha dado la impresi¨®n de que le faltaba una visi¨®n estrat¨¦gica para el gobierno de la eurozona. Sin embargo, es posible que tenga una visi¨®n que, por motivos pol¨ªticos, est¨¢ tardando en articular. La postura alemana sobre el car¨¢cter, el alcance y la duraci¨®n de la ayuda financiera que debe darse a los miembros de la eurozona que est¨¢n o pueden estar en dificultades ha evolucionado mucho en los ¨²ltimos 18 meses. Y no existen motivos para pensar que esa evoluci¨®n haya llegado a su fin. Igual que sus predecesores en la canciller¨ªa alemana, Merkel cree firmemente que el futuro econ¨®mico y pol¨ªtico de Alemania est¨¢ dentro de la Uni¨®n Europea, de la que el euro es una manifestaci¨®n fundamental. Pero no parece haber encontrado todav¨ªa un equilibrio pol¨ªtico sostenible entre la necesidad imperiosa de estabilizar la eurozona y la comprensible resistencia de sus electores (y los de otros Estados importantes) a apoyar con dinero a otros Estados miembros que, hasta cierto punto, son responsables de sus propias desgracias. La se?ora Merkel no se equivoca al afirmar que, en pa¨ªses como Grecia, la reforma econ¨®mica deber¨ªa ser requisito previo para recibir ayuda financiera del resto de la eurozona. Lo que ocurre es que es un argumento que, llevado al extremo, podr¨ªa acabar causando da?os inmediatos irreparables por defender unos supuestos intereses a largo plazo.
Cuando se implant¨® el euro en 1999, los Gobiernos nacionales trataron de conservar la mayor autonom¨ªa posible en la toma de decisiones econ¨®micas. En retrospectiva, podemos ver que esa fue una estrategia inadecuada. Durante el ¨²ltimo a?o y medio ha habido que dedicar mucho tiempo a reparar las brechas en la estructura original de gobierno del euro. El proceso no est¨¢ terminado todav¨ªa, pero ya se ven unos cambios de estrategia extraordinarios en todos los Estados miembros de la eurozona. Ahora debemos pensar en el crecimiento y en c¨®mo restablecerlo de forma sostenible, sobre todo en la periferia.
La reforma econ¨®mica deber¨ªa ser requisito previo para recibir ayuda financiera del resto de la eurozona
El Pacto Fiscal es una parte necesaria de lo que est¨¢ por venir. Sin embargo, el proceso debe ir m¨¢s all¨¢ para garantizar el futuro del euro. A juicio de algunos observadores externos, sigue habiendo un gran interrogante sobre el futuro a largo plazo de la eurozona. Pero poner un signo de interrogaci¨®n no es lo mismo, en absoluto, que dar una respuesta. Al fin y al cabo, ninguna de las profec¨ªas de destrucci¨®n tan frecuentes en el pasado se ha hecho realidad hasta la fecha. Es m¨¢s, nuestros avances, aunque a tropezones, nos han hecho comprender cada vez m¨¢s a todos que debemos estar m¨¢s unidos, no menos, para que Europa tenga prosperidad en el futuro. Eso significa que debemos combinar el an¨¢lisis y las recetas econ¨®micas con la defensa pol¨ªtica de una verdadera uni¨®n entre los pueblos de Europa. Lo cual entra?a un grado de cohesi¨®n entre los pa¨ªses de la eurozona que refleje una uni¨®n pol¨ªtica, y no un matrimonio provisional de conveniencia.
Los mercados mundiales no est¨¢n a¨²n convencidos de hasta d¨®nde est¨¢n dispuestos a llegar los pa¨ªses del n¨²cleo duro de la eurozona para mantener la divisa y son conscientes de que para conseguirlo habr¨¢ que tener no solo disciplina en la periferia sino tambi¨¦n crecimiento. Por ejemplo, ha habido un silencio relativo sobre los mecanismos -y su aplicaci¨®n- que podr¨ªan utilizarse a la hora de dar ayuda (tal vez pr¨¦stamos para gastos de infraestructuras). Tambi¨¦n falta claridad sobre las perspectivas y las condiciones de cualquier ?mutualizaci¨®n? de la deuda p¨²blica. En este ¨²ltimo aspecto, se ha producido lo que se ha llamado una mutualizaci¨®n ?condicional? de la deuda soberana en la UEM, pero al problema del sobreendeudamiento no se le ha prestado toda la atenci¨®n necesaria.
Es decir, queda mucho por hacer tanto en el plano pol¨ªtico como en el econ¨®mico, y, por supuesto, ambos se solapan. Mantener un apoyo general al proyecto a base de apagar fuegos es indispensable pero no suficiente. Necesitamos una visi¨®n de futuro que exprese un respaldo inequ¨ªvoco a la integraci¨®n permanente.
Al problema del sobreendeudamiento no se le ha prestado toda la atenci¨®n necesaria
En el plano pol¨ªtico, puede ser dif¨ªcil, en un momento en el que, como es l¨®gico, toda la atenci¨®n parece centrada en la crisis de la deuda y el euro. Adem¨¢s, es comprensible que la suerte del llamado Tratado Constitucional y el atormentado proceso que llev¨® a la ratificaci¨®n del Tratado de Lisboa disminuyan las ganas de los Gobiernos nacionales de pensar en m¨¢s reformas sustanciales. Sin embargo, no hay duda de que la reforma es imprescindible para abordar la realidad innegable del d¨¦ficit democr¨¢tico. La verdad es que el Parlamento Europeo, con todo lo valiosos que son sus esfuerzos legislativos, no ha suministrado la legitimidad requerida. Lo que necesitamos es que se lleven a cabo, adem¨¢s, otros dos cambios.
El primero es la elecci¨®n democr¨¢tica del presidente de la Comisi¨®n, junto con nuevas medidas para dar legitimidad nacional a cada uno de los comisarios que ¨¦l nombre. La elecci¨®n del presidente de la Comisi¨®n es esencial. A su vez, el presidente deber¨ªa tener la potestad de escoger a sus comisarios de unas listas nacionales de candidatos y al mismo tiempo mantener el requisito de que est¨¦n representadas todas las nacionalidades. En su selecci¨®n deber¨ªa tener obligatoriamente en cuenta el equilibrio pol¨ªtico en el ¨®rgano propiamente dicho y como reflejo de la opini¨®n p¨²blica en cada uno de los Estados miembros. La selecci¨®n de los que estar¨ªan incluidos en las listas podr¨ªa hacerse a trav¨¦s de los parlamentos nacionales o mediante un sistema de elecciones primarias como el de Estados Unidos. El segundo requisito para poder abordar el d¨¦ficit democr¨¢tico es que los parlamentos nacionales participen m¨¢s en las deliberaciones de sus representantes en el Consejo europeo de ministros sobre las propuestas de legislaci¨®n que haga la Comisi¨®n. Este es un elemento necesario para mejorar la calidad de las leyes y para dar a conocer a los electores todas las consecuencias de esas propuestas legislativas. Los apa?os tecnocr¨¢ticos, y a menudo indecorosos, que se llevan a cabo hoy en la trastienda entre la Comisi¨®n y los Estados miembros deben dejar paso a una mayor implicaci¨®n nacional y la prueba definitiva de la transparencia p¨²blica.
Peter Sutherland fue comisario europeo y director de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio. Es miembro del Consejo sobre el Futuro de Europa del Nicolas Berggruen Institute.
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