Antes de la paz geoecon¨®mica
El G-20 es el hijo de las crisis econ¨®micas y del desplazamiento de poder econ¨®mico en el mundo. Lo es en su mismo origen, como reuni¨®n de ministros de Finanzas y gobernadores de bancos centrales ante la necesidad de responder a la crisis financiera asi¨¢tica de 1999 con los nuevos efectivos de los pa¨ªses emergentes. Y lo es tambi¨¦n en su versi¨®n m¨¢s pol¨ªtica, la que hemos visto reunida estos lunes y martes en Los Cabos, en la mexicana pen¨ªnsula de Baja California, en su formato de cumbres regulares de jefes de Estado y de Gobierno, inaugurado en noviembre de 2008, dos meses despu¨¦s del hundimiento de Lehman Brothers, al que se incorporan ya de forma definitiva las potencias ascendentes, que es para quien se ha organizado la fiesta.
Refleja un nuevo reparto de poder, pero de forma din¨¢mica. Es decir, en cada reuni¨®n se observan los resultados de estos cambios en la distribuci¨®n del poder y de la influencia y se abre juego a futuros cambios. Espa?a ha estado en el centro de la reuni¨®n de Los Cabos. Es uno de los pocos pa¨ªses citados abiertamente en las conclusiones, con una bienvenida a su plan de recapitalizaci¨®n bancaria, y aludido indirectamente, recogiendo el temor al acoplamiento entre deuda soberana y crisis bancaria. Pero no ha sido actor y protagonista. Ni siquiera la Uni¨®n Europea lo ha sido. Anta?o lo fue cuando era modelo y soluci¨®n, ahora es parte del problema si no el problema mismo, y origen de una paradoja: si la UE con su larga experiencia y su colosal burocracia no consigue encontrar la salida del actual laberinto financiero, dif¨ªcil ser¨¢ que lo haga una reuni¨®n anual de los dirigentes de las primeras 20 potencias econ¨®micas mundiales que no cuenta ni siquiera con una secretar¨ªa permanente entre cumbres.
Espa?a se gan¨®, nada menos que con Zapatero, el estatus de invitado, que se convirti¨® en permanente con Rajoy: imaginemos por un momento qu¨¦ hubiera sido la reuni¨®n de Los Cabos sin presencia espa?ola. No es por tanto un miembro de pleno derecho con capacidad para aspirar a presidirlo alg¨²n d¨ªa. Pero ahora es el pa¨ªs que puede arrastrar a Europa y detr¨¢s al mundo. Y el que puede fastidiarle las elecciones de noviembre y el segundo per¨ªodo presidencial a Obama. El ¨²nico protagonista europeo es Angela Merkel. Aislada, presionada, pero en el centro, convertida en la reina de la fiesta. Y resistiendo imperturbable. Fran?ois Hollande ha sido recibido con gran simpat¨ªa, como les ocurre a los nuevos cuando todav¨ªa no son un problema. Le han celebrado su mayor¨ªa absoluta, pero no deber¨ªa fiarse: tambi¨¦n a Rajoy se las celebraron internacionalmente en su d¨ªa, y ahora mismo ya est¨¢ claro que de poco le sirve.
El m¨¦todo de construcci¨®n de la gobernanza econ¨®mica del mundo, expresi¨®n sem¨¢nticamente menos amenazante que la idea de un gobierno mundial, tiene semejanzas con el de la Uni¨®n Europea: paso a paso, de crisis en crisis, de declaraci¨®n en declaraci¨®n, con m¨¢s gesticulaci¨®n p¨²blica que decisiones vinculantes, y con creciente dificultad en la toma de decisiones cuanto mayor es el grado de institucionalizaci¨®n, que en el caso del G20, a diferencia de la UE, es muy peque?o. Las tres primeras cumbres, Washington (2008), Londres y Pittsburg (2009), enfrentadas al arranque de caballo siciliano que tuvo la crisis en Estados Unidos, dieron frutos tangibles y decisiones concretas, en forma de coordinaci¨®n de est¨ªmulos, cr¨¦ditos y reformas del FMI, cuando la crisis era americana; y, en cambio, en cuanto se ha querido estabilizar esta forma de gobernanza mundial, todo se ha hecho lento e irresolutivo, coincidiendo con que la crisis es ahora europea.
Las expectativas en exceso siempre sientan mal. El G20 las ha sufrido y las sufre: ten¨ªa que ser el Bretton Woods del siglo XXI, nuevo marco de una arquitectura financiera internacional como la que se creo en 1944. Es probable que termine si¨¦ndolo, pero de momento estamos todav¨ªa en plena guerra geoecon¨®mica europea, y quiz¨¢s mundial, y hasta que no haya vencedores y perdedores no se organizar¨¢n en serio las nuevas instituciones de la paz y se ver¨¢ el peso de cada uno de los nuevos actores en esta funci¨®n que justo acaba de empezar.
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