Lo que nunca cambia
No hay golpe de Estado. Ni duro, ni blando. No hay contrarrevoluci¨®n. Ni siquiera involuci¨®n
No hay golpe de Estado. Ni duro, ni blando. No hay contrarrevoluci¨®n. Ni siquiera involuci¨®n. Hay lo que siempre ha habido. Lo que nunca cambia, el poder de fondo, las estructuras p¨¦treas del Estado, las realidades de hecho que componen la estructura de dominaci¨®n de la sociedad egipcia. Todo esto es el ej¨¦rcito, representado por el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, que recogieron en la calle la vara ejecutiva soltada por Mubarak ante el ¨ªmpetu de los revolucionarios de Tahrir y no la piensan soltar de ninguna forma.
Mubarak perdi¨® el poder, pero no lo perdieron los militares. Desde entonces ha habido una pugna, primero con los revolucionarios de la plaza de Tahrir y despu¨¦s con el islamismo pol¨ªtico mayoritario de los Hermanos Musulmanes, de la que los uniformados solo quieren sacar una cosa: su primac¨ªa sobre cualquier otro poder, su capacidad para vigilar y vetar lo que decidan las urnas.
Las dictaduras ¨¢rabes han sido hist¨®ricamente reg¨ªmenes basados en el ej¨¦rcito, los servicios secretos y la polic¨ªa, en los que solo se conoce una f¨®rmula, la m¨¢s cruel posible, para imponer la ley y el orden. El estado de excepci¨®n ha sido en ellos la normalidad. Tambi¨¦n la manipulaci¨®n de la justicia, o el uso de tribunales militares, para reprimir a los revoltosos. Todo esto se ha mantenido en sus estructuras b¨¢sicas en el Egipto posterior a Mubarak.
Los vendedores de orden f¨¢cilmente se convierten en vendedores de caos. El Ej¨¦rcito egipcio sabe hacer muy bien ambas actividades. Desde que tom¨® el poder, exactamente en 1952, no ha hecho otra cosa. Vender orden, pero sobre todo imponerlo, aunque sea a sangre y fuego, y cuando sea necesario, vender miedo: miedo al caos sembrado por ellos mismos con un caracoleo constante de decisiones, a veces incomprensibles o contradictorias.
Los militares egipcios han intentado ahora colocar a uno de los suyos en la jefatura del Estado. Ahmed Shafik, piloto de combate como Mubarak, fue su ¨²ltimo primer ministro y anteriormente comandante de sus Fuerzas A¨¦reas. Como el veredicto de las urnas parece se?alar la direcci¨®n contraria, a favor de Mohamed Mursi, el candidato de la cofrad¨ªa de los Hermanos, en apenas una semana han conseguido la disoluci¨®n judicial del Parlamento, han regresado a la ley marcial y han despojado a la figura del presidente de los poderes m¨¢s significativos. Siempre tienen un as en la manga.
Los militares quieren as¨ª mantener fuera del alcance de los civiles todo lo que concierne a sus presupuestos, nombramientos, organizaci¨®n e incluso funciones. Algunos creen que la transici¨®n ha terminado en Egipto, estrangulada por los militares. El caos de estas elecciones presidenciales demuestra que todav¨ªa no ha empezado. La revoluci¨®n ech¨® al dictador, pero no termin¨® con la dictadura.
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