Isabel II y Martin McGuinness: mucho m¨¢s que un saludo
Ni para la reina de Inglaterra ni para el exterrorista del IRA y viceprimer ministro de Irlanda del Norte ser¨¢ f¨¢cil estrechar hoy la mano de quien durante a?os han percibido como su enemigo
La reina Isabel II y el exterrorista del IRA y actual ministro principal adjunto de Irlanda del Norte, Martin McGuinness, se saludar¨¢n hoy en un acto cultural ben¨¦fico en Belfast. Ni para Isabel II ni para McGuinness es f¨¢cil estrechar la mano de quien durante a?os han percibido como su enemigo. A ojos de McGuinness, la reina de Inglaterra representa todo lo que un d¨ªa odi¨®, todo lo que un d¨ªa combati¨®, la jefa suprema de las fuerzas armadas que reprim¨ªan sin contemplaciones a los suyos.
A ojos de Isabel II, McGuinness representa a los asesinos de miles de inocentes y hay dudas m¨¢s que razonables sobre su implicaci¨®n personal en el terrorismo del IRA: no solo se da por verdad establecida que lleg¨® a dirigir el grupo en Derry sino que algunos sospechan que tiene personalmente las manos manchadas de sangre y era miembro, sino el l¨ªder, del Consejo Armado del IRA cuando planearon y ejecutaron el asesinato en 1979 de su pariente y mentor de su hijo Carlos, lord Mountbatten.
Los dos podr¨ªan tener razones personales para no darse la mano, pero hoy no est¨¢n en el Teatro L¨ªrico de Belfast a t¨ªtulo personal, sino en raz¨®n de sus cargos. Y sus cargos exigen olvidar el pasado y mirar al futuro. As¨ª lo aceptaron en 1998 las fuerzas pol¨ªticas de Irlanda del Norte y las instituciones de los dos pa¨ªses: el Gobierno de la Rep¨²blica y el Gobierno brit¨¢nico. Y a este ¨²ltimo se debe el Monarca en la pr¨¢ctica.
Isabel II dio el a?o pasado el primer paso para el encuentro de hoy, que se supone fugaz y del que se espera cuando menos una foto. Ese primer paso fue su triunfal viaje de Estado a la Rep¨²blica de Irlanda. En contra de muchos pron¨®sticos, ese viaje fue un pleno acierto para la monarca. No solo porque las protestas fueron m¨ªnimas, sino porque Isabel II acab¨® robando el coraz¨®n de los inicialmente esc¨¦pticos irlandeses con gestos que pueden parecer banales o meros ejercicios de relaciones p¨²blicas pero acaban inclinando la balanza de la opini¨®n p¨²blica de un lado o de otro.
Detalles que van desde la cortes¨ªa de vestir de luminoso verde irland¨¦s a su llegada a la isla hasta decisiones m¨¢s solemnes y de simbolismo m¨¢s profundo, como plantar un ¨¢rbol en el Jard¨ªn de la Memoria y depositar una corona de laurel y guardar un minuto de silencio en se?al de respeto hacia quienes dieron su vida por la libertad de Irlanda.
Pero la reina no pudo dejar de hacer una referencia al asesinato de lord Mountbatten cuando en su discurso en el banquete de Estado en su honor aludi¨® a los disturbios del Ulster en estos t¨¦rminos: ¡°Esos acontecimientos nos han afectado a todos, a muchos de nosotros de forma personal, y son un legado doloroso¡±. Se refer¨ªa, claro, al asesinato de su primo, lord Mountbatten: el 27 de agosto de 1979, el IRA hizo volar por lo aires el bote en el que el que fuera virrey de la India hab¨ªa salido a pescar atunes y langostas frente a las costas de Sligo, en el noroeste de Irlanda, donde sol¨ªa veranear.
?Lleg¨® Martin McGuinness a estar personalmente implicado en ese atentado, como miembro quiz¨¢s del Consejo Militar? Hoy en d¨ªa, eso es irrelevante. De joven, McGuinness era de la l¨ªnea dura del movimiento republicano, pero ahora representa a la l¨ªnea m¨¢s blanda. Al aceptar darle la mano a la que muchos republicanos ven a¨²n como su principal enemigo, no deja de correr sus riesgos, como muestran las pintadas que han aparecido cerca de su domicilio familiar en Derry o los art¨ªculos que equiparan ese gesto hacia el monarca brit¨¢nico con la traici¨®n.
Pero McGuinness no act¨²a tampoco a t¨ªtulo personal. Lo hace en nombre de los nacionalistas pero, sobre todo, de su partido, el Sinn F¨¦in, que es el que en ¨²ltima instancia le ha dado permiso para estrechar la mano de la reina. Para el Sinn F¨¦in, ese gesto no es un capricho repentino. Es el fruto de una evoluci¨®n y es tambi¨¦n parte de una estrategia pol¨ªtica interesada.
En los acuerdos de Viernes Santo de 1998, el Sin F¨¦in acept¨® que Irlanda del Norte forma parte del Reino Unido y que eso solo puede cambiar de forma pac¨ªfica, cuando as¨ª lo quiera la mayor¨ªa de la poblaci¨®n de la provincia. Pero eso no les obliga a ser corteses con la reina: Irlanda del Norte puede ser brit¨¢nica, pero sus habitantes son irlandeses. Unionistas o nacionalistas o ni lo uno ni lo otro, pero irlandeses.
El Sinn F¨¦in decidi¨® ausentarse del parlamento de Stormont cuando en 2002 se celebr¨® el 50 aniversario del acceso de Isabel II al trono. Y tampoco quiso participar en los actos oficiales del viaje del monarca brit¨¢nico a Dubl¨ªn el a?o pasado. Eso no se entendi¨® bien: a fin de cuentas, la reina llegaba invitada y como hu¨¦sped de la rep¨²blica, como el jefe del Estado de un pa¨ªs vecino. De aquel error puede haber nacido el saludo de hoy entre Isabel II y Martin McGuinness. A fin de cuentas, el objetivo del Sinn F¨¦in ya no es gobernar el Ulster, sino toda Irlanda. Y para eso necesita el apoyo de las educadas clases medias de Dubl¨ªn. Esas que ya no le negar¨ªan el saludo la anciana Isabel II. Al menos, en las actuales circunstancias.
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