Matar a 11.200 kil¨®metros de distancia de nueve a dos
M¨¢s de 1.300 pilotos en al menos 13 bases en Estados Unidos controlan el vuelo de los ¡®drones¡¯ que ejecutan los ataques contra la insurgencia en Afganist¨¢n
Desde una base militar en Siracusa, a 380 kil¨®metros al norte de Nueva York, el coronel D. Scott Brenton controla el vuelo de un drone sobre Afganist¨¢n. La aeronave transmite en directo la vida de insurgentes talibanes, su objetivo a 11.200 kil¨®metros de distancia. ?l y su equipo pueden observar a una familia durante semanas. ¡°Madres con ni?os. Padres con ni?os. Padres con madres. Ni?os jugando al f¨²tbol¡±, cuenta. Cuando llega la orden, y dispara y mata a un miliciano ¡ªlo que solamente hace, comenta, cuando las mujeres y los ni?os no est¨¢n cerca¡ª un escalofr¨ªo recorre su nuca, como le ocurr¨ªa cuando disparaba a un objetivo desde los F-16 que sol¨ªa tripular.
Los drones han revolucionado el modo en que Estados Unidos hace la guerra. Y tambi¨¦n han cambiado profundamente la vida de quienes las libran.
El coronel Brenton reconoce la singularidad de atacar, sin m¨¢s equipo que un mando, unas pantallas y un pedal, en un frente a miles de kil¨®metros de su silla acolchada en un suburbio en Estados Unidos. Cuenta que en Irak, donde estuvo destinado, ¡°aterrizabas y quienes te rodeaban sab¨ªan qu¨¦ hab¨ªa pasado¡±. Ahora sale de este cuarto lleno de pantallas, a¨²n con la adrenalina tras haber apretado el gatillo, y conduce rumbo a su casa, para ayudar a sus hijos con los deberes. Pero siempre solo.¡°Nadie en mi c¨ªrculo m¨¢s cercano es consciente de lo que ha pasado¡±, dice.
Los drones tienen potentes c¨¢maras que transmiten la guerra en directo a sus pilotos. Los militares que controlan los drones hablan con entusiasmo de los d¨ªas buenos, como cuando pueden alertar a una patrulla terrestre en Afganist¨¢n de una emboscada. Para los d¨ªas malos, la Fuerza A¨¦rea env¨ªa m¨¦dicos y capellanes a las bases para hablar con los pilotos y operadores cuando un ni?o muere en un ataque, o cuando las im¨¢genes muestran un primer plano de un marine ca¨ªdo en combate.
La minuciosa vigilancia que precede a un ataque recuerda a la pel¨ªcula La vida de los otros: la historia de un agente de la Stasi, la polic¨ªa secreta de la RDA, que acaba absorto en la vida de las personas que esp¨ªa. Un piloto de un drone y su compa?ero, un operador que controla la c¨¢mara de la nave, observan a un miliciano mientras juega con sus hijos, habla con su esposa y visita a sus vecinos. Ejecutan el ataque cuando, por ejemplo, su familia ha ido al mercado.
¡°Ven todos los detalles de la vida de este tipo¡±, comenta el coronel Hernando Ortega, el jefe de Medicina Aeron¨¢utica en el Mando de Formaci¨®n y Educaci¨®n A¨¦rea, que colabor¨® en un estudio sobre el estr¨¦s en las tripulaciones de los drones, realizado el a?o pasado. ¡°Se pueden identificar hasta cierto punto".
De una docena de pilotos, operadores y analistas aeron¨¢uticos entrevistados, ninguno reconoci¨® que el rastro de sangre causado por las bombas y los misiles les impidiera dormir. Pero todos hablaron de la intimidad que hab¨ªan establecido con las familias afganas que hab¨ªan observado durante semanas, cuyas vidas desconocen el piloto que vuela a 6.000 kil¨®metros de distancia o incluso el soldado que est¨¢ en el terreno.
¡°Los ves levantarse por la ma?ana, trabajar y luego irse a dormir¡±, describe Dave, un mayor de la Fuerza A¨¦rea que pilot¨® drones entre 2007 y 2009 desde la base de Creech (Nevada) y ahora entrena a nuevos pilotos en la base de Holloman, en Nuevo M¨¦xico. (Bajo el argumento de que han recibido ¡°amenazas cre¨ªbles¡±, la Fuerza A¨¦rea proh¨ªbe a los pilotos de drones dar sus apellidos. Solo los comandantes de la base, como el coronel Brenton, usan sus nombres completos con la prensa). ¡°Hay una muy buena raz¨®n para matar a estas personas. Me lo repito una y otra y otra vez¡±, afirma Will, otro oficial. ¡°Pero nunca te olvidas de lo que ha ocurrido¡±.
La Fuerza A¨¦rea cuenta con m¨¢s de 1.300 pilotos de drones repartidos en 13 bases en Estados Unidos. Seg¨²n fuentes militares necesita, por lo menos, unos 300 m¨¢s. La mayor¨ªa de las misiones son en Afganist¨¢n. (Las cifras no incluyen las misiones clasificadas de la CIA en Pakist¨¢n, Somalia y Yemen). El Pent¨¢gono calcula que para 2015, la Fuerza A¨¦rea deber¨¢ contar con 2.000. El Ej¨¦rcito entrena ya m¨¢s pilotos para drones que tradicionales: 350 el a?o pasado. Anteriormente, las tripulaciones de drones superaban el entrenamiento para volar un avi¨®n de combate tradicional. A partir de este a?o, los pilotos solo pasan 40 horas a bordo de un Cessna antes de aprender a manejar un drone. El jefe del Estado Mayor de la Fuerza A¨¦rea, el general Norton A. Schwartz, reconoci¨® que es ¡°posible¡± que los pilotos de drones superen a los tradicionales en los pr¨®ximos a?os. Cada vez m¨¢s bases dejan los aviones tradicionales para volar drones y satisfacer la demanda. Hancock retir¨® sus F-16 en 2010.
¡°Creo que hago el mismo trabajo de siempre. La ¨²nica diferencia es que no me env¨ªan a otro pa¨ªs a hacerlo¡±, comenta el coronel Brenton. Todos los pilotos de la base rechazan que su trabajo sea un videojuego. ¡°No tengo ning¨²n videojuego que requiera que permanezca inm¨®vil durante seis horas observando solamente a un objetivo¡±, dice Joshua, un operador. ¡°Las tripulaciones son conscientes de que las decisiones que toman, sean buenas o malas, tienen consecuencias reales¡±, a?ade. Tambi¨¦n evitan la palabra drone. Prefieren llamarlos ¡°aviones pilotados a distancia¡±.
Todos los pilotos que han tripulado naves de combate afirman que echan de menos volar. El coronel Brenton particip¨® en mayo pasado en un espect¨¢culo a¨¦reo en Siracusa. Cuenta que los fines de semana suele pilotar un peque?o avi¨®n de h¨¦lices, al que bautiz¨® como ¡°El Matamoscas¡±. ¡°Es agradable estar en el aire¡±, afirma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.