El esc¨¢ndalo de las ¡°boletas ausentes¡±
La pol¨¦mica por la manipulaci¨®n del voto por correo en Miami pone en duda la legitimidad de unas elecciones locales en las que la abstenci¨®n fue del 80%
La democracia siempre tiene sus matices. Es el mejor sistema pol¨ªtico inventado, pero hay lugares donde los resquicios para convertirlo en impresentable aumentan hasta l¨ªmites delictivos. Miami es uno de ellos. Cuando se repite que la ciudad del sol es un mundo aparte en Estados Unidos no hay que olvidar que sinverg¨¹enzas los hay por todo el pa¨ªs, pero la sensaci¨®n incluso para muchos habitantes locales es que el porcentaje de descarados por metro cuadrado (o pie, en escala inglesa) es mucho m¨¢s espectacular en el sur floridano. Por eso, a la abulia end¨¦mica en la participaci¨®n electoral se ha unido un caldo de cultivo perfecto para el desencanto y el pasotismo. Es la democracia por correo manipulado y mucho m¨¢s.
Entre otros casos de financiaci¨®n ilegal de algunos candidatos, lo que abona siempre el poso de corrupci¨®n existente, hay ya acusaciones de manipulaci¨®n que afectan a todos los partidos. Un nuevo gui?o al ama?o y que ser¨ªa mucho m¨¢s grave, un delito federal. El congresista federal republicano David Rivera, que a¨²n tiene investigaciones pendientes, y parece estar en todas las salsas procelosas, ha sido acusado por The Miami Herald de estar detr¨¢s de un candidato fantasma en las primarias dem¨®cratas para perjudicar a su gran rival en las generales, Joe Garc¨ªa. Rivera ha vuelto a negarlo todo, pero su reputaci¨®n est¨¢ siempre m¨¢s all¨¢ de la sospecha y el FBI ha abierto una investigaci¨®n.
En Miami hay timos de muchos tipos y los fraudes al Medicare, el sistema p¨²blico de salud, se llevan la palma por el inmenso tama?o econ¨®mico de las estafas. Pero hay un da?o quiz¨¢ m¨¢s grave por lo que supone de adulteraci¨®n del propio modelo pol¨ªtico. Cuando en este destino tur¨ªstico se opina que los representantes p¨²blicos est¨¢n a la cola del pelot¨®n de los sospechosos de oficio, no dejan de suceder hechos para corroborarlo. El esc¨¢ndalo no es nuevo, pero la exquisitez en sus formas parece haber mejorado. En las elecciones locales de 1997 ya hubo 45 detenciones y el alcalde ganador entonces tuvo que ceder su cargo ante la comprobaci¨®n del fraude. Entonces no solo se manipul¨®, incluso pag¨¢ndoles, a los electores vivos, ancianos o enfermos, sino que votaron hasta muertos.
Acaban de celebrarse unas nuevas elecciones locales para m¨²ltiples puestos pol¨ªticos y judiciales y el esc¨¢ndalo se ha vuelto a servir en bandeja, trufado con una participaci¨®n de s¨®lo el 20%. Casi un mill¨®n de los votantes inscritos, el 80%, dieron la espalda a los comicios en un gesto de absentismo repetido, que dej¨® una vez m¨¢s en entredicho todo el sistema de representaci¨®n. Pero esta vez tampoco fue la mayor noticia esa imagen un tanto bananera y err¨®nea de que todo el mundo est¨¢ en la playa pasando de la pol¨ªtica mientras no llegue un hurac¨¢n como Isaac.
Lo peor fue la bomba que ya estall¨® d¨ªas antes al ser detenidas dos personas por el tr¨¢fico de votos por correo, lo que en Miami se denomina ¡°boletas ausentes¡±. Un detective privado, de pasado turbio, para que todo quede en l¨ªnea, destap¨® la vieja olla del gran negocio, pues el 37% del voto en estas elecciones fue por correo. Una cifra muy elevada, pero que incluso trat¨¢ndose de un sitio tan particular, y en pleno mes de agosto, no tendr¨ªa por qu¨¦ sorprender si no fuera porque tiene trampa. Muy fina, sin duda, por las pocas detenciones y papeletas falsas detectadas. De momento.
Las boleteras, como se llama a las que consiguen votos, aunque haya tambi¨¦n hombres, van a casas de votantes enfermos o con escasa formaci¨®n y les convencen para rellenar las casillas que les interesan o simplemente lo hacen por ellos. Luego las mandan por correo. Las quejas de los viejitos se han sucedido, pero es dif¨ªcil detectar el fraude al haber firmado las papeletas en la mayor¨ªa de los casos sin que se pueda comprobar el ¡°enga?o verbal¡±.
El elevado absentismo electoral floridano ya viene de antiguo, en parte tambi¨¦n porque en los comicios locales los votantes solo pueden hacerlo por el partido en el que est¨¦n registrados y si son independientes ni eso, solo en comicios no partidistas, como los de jueces o alcaldes. Por eso se ha tratado de facilitar el voto con algunas fechas anticipadas, en las que s¨ª hay que ir a los lugares de votaci¨®n, o con el realmente pol¨¦mico y cada vez m¨¢s discutido voto por correo. La cuesti¨®n es que la opci¨®n postal, que deber¨ªa ser para casos de verdadera ausencia, se ha convertido en un c¨®modo regalo a la carta del que se aprovechan los candidatos renombrados. La propaganda se lo pone muy sencillo y desde 2004 mucho m¨¢s. Claramente los legisladores quisieron dar m¨¢s facilidades para sus futuras y respectivas reelecciones. La conclusi¨®n es que si el candidato es popular y potente econ¨®micamente ya tiene ganado el puesto casi de antemano. Lo que ocurre, sin embargo, es que con tanta facilidad a m¨¢s de uno se le ha ido de la mano. O a sus directores de campa?a, los cabilderos de lujo.
Despu¨¦s, como en las mejores pel¨ªculas, ning¨²n pol¨ªtico sabe nada de los traficantes de votos cuando se les pregunta. Aunque aparezcan detr¨¢s de ellos en una foto de un acto de campa?a, como le ha sucedido al reelegido alcalde Carlos Gim¨¦nez, que asegur¨® casi la mitad de sus votos por correo. Gan¨® por un amplio margen y quiz¨¢ habr¨ªa vencido de todas formas, pero en otros casos no fue as¨ª. El m¨¢s descarado fue el triunfo de Carlos L¨®pez-Cantera, que dej¨® su legislatura estatal para aspirar a tasador de la propiedad del Condado Miami-Dade, puesto mucho m¨¢s lucrativo, y gan¨® directamente por correo, con los votos ausentes. De nada le sirvi¨® al tasador saliente, Pedro Garc¨ªa, sacar m¨¢s de los presentes.
En todos los sitios y gremios de Miami cuecen habas. No solo en los pol¨ªticos. Tambi¨¦n hubo elecciones para jueces, algo que en principio parecer¨ªa perfectamente democr¨¢tico y alejado del Poder Judicial espa?ol. Pero detr¨¢s de ellas no es que est¨¦n los votos por correo, sino los abogados que patrocinan las campa?as. Y cuando se habla en Estados Unidos del poder que tienen los bufetes, adem¨¢s de sus jugosos honorarios, da un cierto repel¨²s imaginar el momento supuestamente justo en que los letrados se presentan con sus clientes ante los jueces elegidos gracias a sus desvelos. En realidad, es solo otra vuelta de tuerca de la siempre perfectible democracia.
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