¡°Traicion¨¦ la confianza del Santo Padre¡±
El mayordomo del Papa se declara en el juicio inocente de la acusaci¨®n de robo de documentos secretos. Gabriele denuncia malos tratos en la c¨¢rcel vaticana

Paolo Gabriele ya estaba sentado en el banquillo de los acusados cuando ha entrado en la sala monse?or Georg G?nswein. El ex mayordomo del Papa se ha levantado con la intenci¨®n de saludar, siquiera con un gesto, a quien durante seis a?os hab¨ªa sido su jefe y su compa?ero de oficina, pero el secretario de Benedicto XVI ni siquiera lo ha mirado. Desde 2006 al 23 de mayo de 2012 lo hab¨ªan compartido todo. La misa de las siete de la ma?ana, el almuerzo con el Papa, los paseos por los jardines vaticanos, los viajes al extranjero, incluso un mismo despacho, una mesa frente a la otra y, al fondo, en un rinc¨®n, la fotocopiadora que utiliz¨® el mayordomo para reproducir la documentaci¨®n secreta de Joseph Ratzinger. Pero, sobre todo, Gabriele y G?nswein hab¨ªan compartido durante tantos a?os el cari?o del Papa. ¡°Yo lo quer¨ªa como un hijo¡±, ha reconocido Paoletto en medio de un suspiro, y luego ha a?adido: ¡°Me declaro inocente de la acusaci¨®n de hurto agravado. Pero me siento culpable de haber traicionado la confianza que me concedi¨® el Santo Padre¡±.
La segunda jornada del juicio al mayordomo del Papa transcurr¨ªa veloz y conforme a lo esperado. Paolo Gabriele ¨Ctraje gris, camisa blanca, rostro cansado¡ª hab¨ªa reconocido lo mismo que en sus cuatro declaraciones ante la gendarmer¨ªa vaticana. Que fotocopi¨® y difundi¨® la documentaci¨®n secreta de Ratzinger para ayudar al Papa y a la Iglesia a hacer limpieza. Eso s¨ª, no ha dicho en esta ocasi¨®n que actu¨® guiado por el Esp¨ªritu Santo, pero s¨ª ha insistido en que tantos a?os de misas tempraneras junto a Benedicto XVI hab¨ªan dejado en ¨¦l un surco de caridad en su trato con el pr¨®jimo. La sorpresa ha llegado cuando la abogada de Paolo Gabriele, Cristina Arr¨², pregunt¨® a su defendido:
?-?C¨®mo era la celda en la que fue recluido tras su detenci¨®n?
-Era muy peque?a ¨Cha contestado el mayordomo¡ªni siquiera pod¨ªa extender los brazos. Y adem¨¢s no ten¨ªa interruptor. Durante los primeros 15 o 20 d¨ªas la luz siempre permaneci¨® encendida. Sobre todo al principio, me causo un da?o psicol¨®gico y una disminuci¨®n de la visi¨®n.¡ Durante la primera noche me negaron incluso la almohada.
?El presidente del tribunal, Giuseppe Dalla Torre, ha parado la declaraci¨®n del mayordomo para ordenar a Nicola Piccardi, el promotor de justicia ¨Cfiscal- del Vaticano, que abriese una investigaci¨®n. El asunto no era menor. Paolo Gabriele, hasta hace cuatro meses integrante de la llamada ¡°familia pontificia¡±, la familia del Papa, hab¨ªa sido tratado como los peores delincuentes en los pa¨ªses menos garantistas. ¡°?Esto es el Vaticano o Guant¨¢namo?¡±, se han preguntado incr¨¦dulos algunos periodistas presentes en la sala de prensa del Vaticano al tener noticia de la denuncia. Tanto el portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, como la propia Gendarmer¨ªa varticana se han apresurado a desmentir las acusaciones. Si bien han reconocido que el calabozo era peque?o, han asegurado que se circunscrib¨ªa a ¡°las condiciones m¨ªnimas de todos los est¨¢ndares internacionales¡± y que la permanencia all¨ª del acusado ¨Cm¨¢s de dos semanas¡ªfinaliz¨® en cuanto pudieron habilitar una celda m¨¢s confortable. Y, como la mejor defensa suele ser un buen ataque, han cargado contra Paoletto. ¡°Fue ¨¦l¡±, seg¨²n la Gendarmer¨ªa, ¡°quien pidi¨® que la luz permaneciese siempre encendida, porque le daba compa?¨ªa. Pero se le proporcion¨® un antifaz, s¨¢banas y almohadas¡±. Seg¨²n el padre Lombardi, al mayordomo ca¨ªdo en desgracia nunca le falt¨® asistencia legal, m¨¦dica o espiritual. ¡°Asist¨ªa a misa en compa?¨ªa de su familia¡±. La Gendarmer¨ªa ha anunciado una querella contra Gabriele.
Durante su declaraci¨®n, Paolo Gabriele ha reconocido que fue a partir de 2010 cuando empez¨® a fotocopiar documentos privados del Papa. El primero que filtr¨® al periodista Gianluigi Nuzzi fue una carta del arzobispo Carlo Maria Vigan¨°, actual nuncio en Estados Unidos, en la que le contaba a Benedicto XVI diversos casos de corrupci¨®n dentro del Vaticano y le ped¨ªa no ser removido de su cargo como secretario general del Governatorato ¨Cel departamento que se encarga de licitaciones y abastecimientos-. Vigan¨°, sin embargo, fue enviado lejos de Roma por el secretario de Estado, Tarcisio Bertone. Distintas fuentes aseguraron despu¨¦s que el Papa lleg¨® a llorar con aquella decisi¨®n, pero no se atrevi¨® a contradecir a Bertone. Seg¨²n el relato del mayordomo ante el tribunal, su primera intenci¨®n al fotocopiar los documentos era hacerse una idea de la situaci¨®n del Vaticano. ¡°Me daba la impresi¨®n¡±, ha dicho, ¡°que el Papa no estaba informado. Sent¨¢ndome a su mesa ¨Cel ¨²nico momento en que ten¨ªa la oportunidad de intercambiar alguna palabra con ¨¦l--, llegu¨¦ a la convicci¨®n de lo f¨¢cil que es manipular a una persona con tanto poder de decisi¨®n. En ocasiones, el Papa hac¨ªa preguntas sobre cosas de las cuales ¨¦l deb¨ªa estar informado¡±. As¨ª que Paoletto se puso manos a la obra.
Siempre en horario de oficina, Paolo Gabriele fotocopi¨® todos aquellos documentos secretos que consider¨® deb¨ªan difundirse. ¡°Hice una segunda copia para poder demostrar despu¨¦s qu¨¦ era lo que hab¨ªa fotocopiado yo. Porque ciertamente no soy yo el ¨²nico en haber dado noticias reservadas a la prensa en estos a?os¡¡±. Una vez sacados del Vaticano, Paoletto fue filtrando los documentos al periodista Gianlugi Nuzzi, autor del libro Sua Santit¨¤. Las cartas secretas de Benedicto XVI. El mayordomo neg¨® haber tenido c¨®mplices en el robo de documentos, pero luego dio una serie de nombres de personas con las que durante los ¨²ltimos a?os hab¨ªa hablado sobre la mala situaci¨®n de la Iglesia: un obispo de nombre Cavina, con el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Bas¨ªlica de San Pedro, Ingrid Stampa, antigua secretaria del Papa, y Paolo Sardi, durante un tiempo escritor de los discursos de Joseph Ratzinger. Paolo Gabriele ha querido dejar claro una cosa sobre las dem¨¢s: ¡°No recib¨ª dinero [de Nuzzi] a cambio de los documentos. Porque esta era la condici¨®n esencial cuando establecimos la relaci¨®n de confianza. De todo este asunto solo saqu¨¦ efectos destructivos.¡±
?No es lo que piensa la Gendarmer¨ªa vaticana. Durante el registro de la casa de Gabriele, ubicada dentro del per¨ªmetro de la Ciudad del Vaticano, los investigadores se incautaron de 82 carpetas con la documentaci¨®n privada de Ratzinger, una pepita de oro escondida en una caja de zapatos y una edici¨®n ilustrada de la Eneida de 1581, adem¨¢s de un cheque sin cobrar de 100.00 euros que Jos¨¦ Luis Mendoza, el presidente de la Universidad Cat¨®lica San Antonio de Murcia (UCAM), le hab¨ªa entregado al Papa durante el ¨²ltimo viaje a Cuba. Tambi¨¦n encontraron abundante material sobre la masoner¨ªa y los servicios secretos. ¡°Estaba todo revuelto¡±, ha dicho en el juicio uno de los agentes que particip¨® en el registro, ¡°lo importante para la investigaci¨®n y lo que no lo era, as¨ª que finalmente decidimos llev¨¢rnoslo todo¡±. Gabriele ha negado rotundamente haber robado la pepita de oro y ha dicho que, si el cheque estaba all¨ª, es que se habr¨ªa traspapelado. S¨ª ha contado por qu¨¦ estaba all¨ª la Eneida de Annibal Caro: ¡°Me la llev¨¦ para que la vieran mis hijos. Luego se me olvid¨® y se qued¨® all¨ª en una bolsa de pl¨¢stico. En mi ignorancia no fui consciente de su verdadero valor¡±.
?Por momentos, durante su declaraci¨®n, Gabriele se mostraba orgulloso del papel que, hasta el 23 de mayo pasado, hab¨ªa representado en la vida del Vaticano: ¡°Yo era el laico m¨¢s cercano al Papa¡±. Incluso ha contado, con un punto de ingenuidad, la importancia que el resto ve¨ªa en ¨¦l. ¡°Entre las habitaciones del Papa y mi casa solo hab¨ªa tres o cuatro minutos a pie, pero muchas veces lo hac¨ªa en coche. Hace mucho tiempo que trabajo en el Vaticano y conozco a mucha gente. Y muchas personas me paraban para que les ayudara en sus problemas. Tengan en cuenta que yo empezaba el d¨ªa con la santa misa junto al Papa. La palabra de Dios me ha dado una visi¨®n evang¨¦lica de la vida. Estoy abierto a escuchar¡¡±.
?Cuando ya se le iba el santo al cielo, ha llegado el turno de monse?or George G?nswein. Se le notaba inc¨®modo. Contest¨® de forma escueta. Ha dicho que, a¨²n siendo una persona muy precisa, ¡°muy precisa¡±, nunca ech¨® en falta ninguno de los documentos sustra¨ªdos por Gabriele ¨Cno todo fueron fotocopias, tambi¨¦n se llev¨® algunos originales¡ª ni not¨® ning¨²n comportamiento extra?o:
?-Nunca sospech¨¦ de ¨¦l. Nunca dio motivos.
Por primera vez, el mayordomo ha esbozado una sonrisa, que enseguida ha reprimido. Al marcharse el padre Georg, Paolo Gabriele se ha vuelto a poner en pie, en se?al de respeto, o tal vez buscando un rastro de la antigua complicidad. Pero el apuesto secretario del Papa ha vuelto a pasar por su lado sin dirigirle siquiera una mirada.
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