La Europa de la deuda
Vamos camino de consolidar un sistema con una profunda carencia democr¨¢tica
Espa?a no es Italia. No es Irlanda ni Portugal. Espa?a, ?que conste!, no es Grecia. Por no ser, record¨® Mariano Rajoy, no es Uganda. Pol¨ªticos y analistas espa?oles se han pasado tres a?os resaltando las diferencias con los estados rescatados. De poco sirvi¨®: en sus respectivas campa?as electorales, Nicolas Sarkozy y Mitt Romney usaron precisamente a Espa?a como ejemplo de lo que no querr¨ªan para sus pa¨ªses. Tambi¨¦n Irlanda, Italia, Portugal, Chipre, incluso la propia Grecia se han desga?itado para no verse metidas en un mismo saco. Mientras lo hac¨ªan, los pa¨ªses de la Triple A (Alemania, Pa¨ªses Bajos y Finlandia) no solo aprovechaban para dictarles las condiciones a cada uno por separado, con la complicidad de una Francia tambi¨¦n preocupada por marcar distancias con sus vecinos del sur, sino que adem¨¢s boicoteaban cualquier intento de restablecer la confianza de los mercados en la solidez del euro y, por ende, en las econom¨ªas m¨¢s d¨¦biles de la Eurozona.
No les faltan razones a quienes se?alan las diferencias entre pa¨ªses de esta nueva periferia. Espa?a e Irlanda entraron en la crisis con un nivel de cumplimiento de las reglas de Maastricht muy superiores a los de la propia Alemania o Francia, mientras que Italia, Grecia o Portugal las incumplieron repetidamente. Por eso la deuda p¨²blica est¨¢ en el origen de los problemas de estos tres ¨²ltimos pa¨ªses, a diferencia de Irlanda, Espa?a o Chipre, castigados por el contagio de una crisis privada, b¨¢sicamente bancaria, a las cuentas p¨²blicas. Los c¨¢lculos de d¨¦ficit de Grecia y Espa?a se mostraron poco fiables, minando la confianza en todos los pa¨ªses del grupo. Italia y Portugal llevaban una d¨¦cada sin pr¨¢cticamente crecer a pesar de estar bajo la misma pol¨ªtica monetaria que favoreci¨® el boom ¡ªy las burbujas¡ª de Espa?a e Irlanda. Todos los pa¨ªses ven crecer el paro, pero Grecia y Espa?a m¨¢s que doblan en su c¨®mputo a Italia o Chipre.
Sin embargo, el diagn¨®stico bruselense (?o berlin¨¦s?) de situaciones tan diversas es sospechosamente homog¨¦neo: falta de competitividad, falta de rigor en las cuentas p¨²blicas y una tendencia a vivir por encima de sus propios medios. Por supuesto, a igual diagn¨®stico, igual tratamiento: austeridad, interpretada como depresi¨®n s¨²bita de la inversi¨®n y la demanda p¨²blicas para purgar a las econom¨ªas reales y forzarles a recuperar competitividad v¨ªa reducci¨®n de salarios. El resultado es que la Europa del sur entr¨® en esta crisis en situaciones muy diversas, pero cada vez se va homogeneizando m¨¢s. Los gobiernos aplican soluciones dictadas desde el exterior al calor de vencimientos inaplazables de deuda p¨²blica. La ciudadan¨ªa pierde toda capacidad de controlar a sus representantes, puesto que las decisiones verdaderamente relevantes ya no est¨¢n en sus manos. Se socializan las p¨¦rdidas y los sacrificios, sin pasar cuentas a los estamentos que las causaron. Se suceden las listas de reformas por hacer, pero la acci¨®n que los gobiernos emprenden con mayor ah¨ªnco es recortar inversi¨®n y servicios p¨²blicos. El capital sale, los j¨®venes emigran, la tensi¨®n social aumenta, las clases medias se debilitan y crece la pobreza.
Espa?a no era Grecia al empezar el actual ciclo de crisis pero, cuatro a?os m¨¢s tarde, los parecidos no hacen m¨¢s que crecer. Europa y, en particular, la Eurozona, se est¨¢ reconstituyendo alrededor de dos grupos, los autoproclamados virtuosos del Norte y los endeudados del sur. Lo hace, adem¨¢s, dot¨¢ndose de unas reglas, en particular en cuanto al d¨¦ficit p¨²blico, que impedir¨¢n cerrar la brecha entre ambos grupos en mucho tiempo. As¨ª se dibuja un futuro peligroso: la relaci¨®n entre acreedor y deudor, a diferencia de la relaci¨®n entre grande y peque?o o entre pobre y rico, es jer¨¢rquica. Uno dicta las condiciones al otro, pero quien lo hace en los pa¨ªses acreedores no se somete al voto de los ciudadanos de los pa¨ªses deudores que sufren sus consecuencias. Vamos camino de consolidar un sistema con una profunda carencia democr¨¢tica.
Tras tres a?os marcando diferencias, los gobiernos del sur han comenzado a hacer frente com¨²n: lo hicieron con ¨¦xito Italia y Espa?a en la cumbre Europea de junio, se les sumaron Malta, Francia y Portugal la semana pasada. No por tard¨ªo deja de ser bienvenido este impulso. Pero hay que pasar de reclamar medidas urgentes a definir juntos un futuro alternativo. Con esta crisis, la deuda se cierne sobre el futuro de millones de familias, de estudiantes y peque?os emprendedores; a la vez, se sit¨²a en el centro de las relaciones entre estados. Alemania no quiere una uni¨®n de transferencias, pero la Europa de la deuda que propone como alternativa es incompatible con un proyecto europeo democr¨¢tico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.