La esperanza y la estrategia
Romney ataca a Obama por sus falsas esperanzas, pero hay poca esperanza en su estrategia exterior
La esperanza no es una estrategia. Esta es una de las frases acu?adas por el equipo de Mitt Romney para el ¨²ltimo tramo de la campa?a presidencial. Contiene una respuesta a la audacia de la esperanza que dio t¨ªtulo al best-seller de Barack Obama, publicado en 2006 para lanzar su apuesta presidencial, y tambi¨¦n al poster dibujado por Shepard Fairy para la campa?a de 2008, donde aparece la palabra Hope (esperanza) y un rostro de Obama inspirado en el cartelismo socialista.
El reproche vale para la pol¨ªtica interior como para la exterior. Las extraordinarias esperanzas levantadas en la elecci¨®n de 2008 han quedado decepcionadas. Obama no ha conseguido la presidencia transformadora que muchos esperaban. Especialmente en el escenario internacional. Recordemos el Premio Nobel de la Paz, prematuramente concedido, que dio pie a un realista discurso de Obama nada pacifista y en defensa de la guerra justa.
La estrategia de la esperanza de Obama se despleg¨® en forma de discursos muy bien pensados y escritos y todav¨ªa mejor pronunciados en Berl¨ªn o en Praga, en Ankara o en Cairo, en los que prometi¨® el desarme nuclear, la reducci¨®n de emisiones a la atm¨®sfera, la reconciliaci¨®n de Estados Unidos con el Islam y con los pa¨ªses ¨¢rabes y resolver el conflicto entre Israel y Palestina, adem¨¢s de cumplir sus promesas de retirada de Irak y de renovar la estrategia en Afganist¨¢n.
El balance que presenta ahora, a pocos d¨ªas de la elecci¨®n, no es precisamente brillante. Nada se ha avanzado, al contrario, entre israel¨ªes y palestinos. Irak est¨¢ pasando al lado oscuro, despu¨¦s de la salida de las tropas americanas. Las cosas no hacen m¨¢s que complicarse en Afganist¨¢n y Pakist¨¢n, sobre las ruinas del paquete denominado Afpak con el que Obama pretend¨ªa encontrar la soluci¨®n a la inestabilidad en toda la zona. Avanza la amenaza de un Ir¨¢n nuclearizado, con capacidad de entrar en resonancia con una abierta guerra civil en Siria, en la que Washington no consigue encontrar m¨¢rgenes de acci¨®n. Y para postre, solo faltaba el golpe que ha significado la muerte del embajador Christopher Stevens y cuatro funcionarios estadounidenses m¨¢s en Libia en manos de un grupo terrorista vinculado a Al Qaeda.
Romney perdi¨® una oportunidad de oro con el ataque de Bengazi. Su penosa reacci¨®n, fruto de los reflejos partidistas y de las bajas pasiones pol¨ªticas, le impidi¨® ver que ten¨ªa en la mano un proyectil letal: la muerte de un embajador de EE UU en un ataque terrorista y en fecha tan se?alada como el 11 de septiembre neutralizaba el ¨¦xito que signific¨® para Obama la liquidaci¨®n de Bin Laden, demostraba que Al Qaeda estaba viva y destru¨ªa incluso la sensaci¨®n de invulnerabilidad creada por George W. Bush tras los atentados del 11-S, que hab¨ªa preservado de la acci¨®n terrorista durante once a?os al entero territorio de EE UU, incluidas embajadas y consulados.
No ha sido precisamente la pol¨ªtica exterior donde Romney ha movido mejor su campa?a. Tiene su l¨®gica. Los votos se juegan en la pol¨ªtica dom¨¦stica y sobre todo en la econom¨ªa. Es una paradoja, porque donde el presidente moldea su presidencia y tiene mayores m¨¢rgenes es en la acci¨®n de la superpotencia en el mundo. Adem¨¢s, son pocas las diferencias reveladas hasta ahora, apenas de ¨¦nfasis: Romney se adhiere a una imagen exterior m¨¢s dura y amenazante, mientras que Obama persiste en su realismo pol¨ªtico y una cierta modestia ante la necesidad de contar con los nuevos pa¨ªses emergentes. Hay antecedentes: los cambios en pol¨ªtica exterior entre Bush y Obama no han sido tan bruscos como se esperaba e incluso hay continuidades (sigue abierto Guant¨¢namo y hay terroristas sin juicio) e incluso intensificaciones (los asesinatos selectivos con drones han aumentado en esta presidencia).
Aun as¨ª, hay que atender al entorno de Romney, donde pululan los neocons y los halcones de la seguridad, cada uno con su librillo, para darse cuenta de que podr¨ªan regresar ideas ahora descartadas como es el caso de los interrogatorios reforzados implantados por Bush: ya existe un memor¨¢ndum republicano al respecto. Este tipo de pol¨ªticas antiterroristas tienen efectos ejemplarizantes y repercuten negativamente en el respeto de derechos humanos en el mundo. Lo mismo cabe decir de las ideas sobre la interrupci¨®n del embarazo de Romney: aunque ha prometido no legislar en contra, su llegada al poder abrir¨ªa las puertas a un cambio conservador en el Tribunal Supremo y a una revocaci¨®n de la famosa sentencia Roe vs. Wade de 1973. El efecto internacional no se har¨ªa esperar.
La pol¨ªtica debe servir para dar esperanzas. Esperanzas efectivas, no falsas esperanzas, pero esperanzas al fin y al cabo. No se sabe qu¨¦ esperanzas puede dar Romney al mundo. Obama puede todav¨ªa. Y la esperanza debe ser parte de su estrategia.
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