Obama restablece el orden
El presidente expuso durante el debate algunas de las mentiras del candidato republicano
Barack Obama ha restablecido el orden en esta campa?a electoral, que ahora vuelve a ser, a falta de 20 largos d¨ªas y de otro imprevisible debate, una dif¨ªcil empresa para Mitt Romney. Tras un periodo de confusi¨®n y miedo, provocados por su p¨¦sima actuaci¨®n en Denver, vuelve a salir el sol para el presidente, que tuvo la iniciativa en el debate de Nueva York, marc¨® claramente sus diferencias con el candidato republicano en asuntos cruciales, como el de las mujeres, y demostr¨® liderazgo y visi¨®n, los ingredientes necesarios para su reelecci¨®n el 6 de noviembre.
Desde luego no est¨¢ todo el trabajo hecho. Esta campa?a, intensa y convulsa como corresponde a un tiempo de incertidumbre y crisis, ha dado ya suficientes sorpresas como para descartar que pueda haber m¨¢s. Las encuestas seguir¨¢n, probablemente, igualadas hasta el final y ning¨²n candidato podr¨¢ cantar victoria antes de que se cuenten los votos. Pero, los noventa minutos de la universidad de Hofstra, en Long Island, no dejaron buenas noticias para Romney.
El exgobernador estuvo correcto. Incluso se puede decir que al mismo nivel o ligeramente por encima de Obama en algunos apartados importantes del debate, como el del desempleo y el estado de la econom¨ªa en general. No sufri¨®, desde luego, correctivo semejante al que padeci¨® Obama en el debate anterior. Pero no pudo evitar que el p¨²blico escuchara que, pese a ser un millonario, paga menos impuestos que la media del pa¨ªs, ni pudo satisfacer la curiosidad de los votantes sobre una misteriosa propuesta de reforma fiscal que, supuestamente, ayudar¨ªa a la clase media sin perjudicar a los ricos, ni, sobre todo, demostr¨® la estatura requerida para apoyar al presidente en un asunto de seguridad nacional, como fue el ataque a Libia.
El asunto de Libia, en el que Romney qued¨® dram¨¢ticamente expuesto a la realidad de que minti¨® al afirmar que Obama no hab¨ªa calificado el ataque de Bengasi como un acto terrorista ¨Cen realidad, lo hizo al d¨ªa siguiente- fue un verdadero mazazo que, de repente, puso sobre el escenario, ante 70 millones de espectadores en televisi¨®n, todas las sospechas sobre la credibilidad del aspirante republicano. A los electores les importa saber en qu¨¦ circunstancias se produjo la muerte de su embajador en Libia y las responsabilidades que su Gobierno tiene en ese asunto, si es que hay alguna. Pero, en momentos como este, en el que fuerzas extranjeras atacan intereses de Estados Unidos, el reflejo de los norteamericanos suele ser el de hacer pi?a con su presidente, y toleran malamente los intentos de utilizaci¨®n pol¨ªtica de una tragedia. Esa es la impresi¨®n que dej¨® Romney al que sugerir que el Gobierno hab¨ªa distorsionado los datos sobre Libia, lo que le dio a Obama la oportunidad de una de sus mejores l¨ªneas de la noche: ¡°Yo soy el presidente, el comandante en jefe, asumo la responsabilidad de todo lo ocurrido, y sus acusaciones me resultan ofensivas¡±.
Algo parecido le ocurri¨® a Romney en la defensa de su robusta posici¨®n financiera personal. Obama trat¨® durante toda la noche de atacar ese flanco, entre otras armas, con alusiones indirectas a las inversiones de su contrincante en el extranjero. Romney reaccion¨® preguntando al presidente si hab¨ªa observado los detalles su plan de pensiones, con el prop¨®sito de probar que, a¨²n sin saberlo, a trav¨¦s de ese plan, Obama, como la mayor¨ªa de pensionistas, tiene tambi¨¦n inversiones en el extranjero. El presidente interrumpi¨® ese interrogatorio diciendo que no, que no sab¨ªa mucho sobre su plan de pensiones, excepto que ¡°es mucho menor que el suyo¡±. Esa frase, que desat¨® sonrisas en la audiencia, probablemente resucit¨® en la mente de muchos la imagen del Romney privilegiado que le ha perseguido desde el inicio de la campa?a.
El duelo sobre las mujeres fue, a la larga, el que m¨¢s da?o puede hacer a Romney, teniendo en cuenta que ese grupo de votantes se presenta como el que decidir¨¢ el resultado. El candidato republicano intent¨® exhibir hasta qu¨¦ punto ¨¦l hab¨ªa contado con las mujeres a lo largo de toda su vida, pero lo hizo con la condescendencia de quien, en realidad, no las valora gran cosa. ¡°Me trajeron carpetas llenas con montones de mujeres¡±, para mi Gobierno en Massachusetts, dijo.
Por primera vez en esta temporada de debates sali¨® el relucir el tema de la inmigraci¨®n, en el que Romney no sali¨® bien parado, pero tampoco tan da?ado como cab¨ªa esperar de un candidato que ha evolucionado desde un extremismo antiinmigrante y ferviente defensor de la ley de Arizona, durante las primarias, a sus ¨²ltimas posiciones a favor de puedan quedarse en el pa¨ªs los inmigrantes indocumentados j¨®venes que estudien o presten servicio militar. Quiz¨¢ no perdi¨® m¨¢s votos hispanos aqu¨ª, pero desde luego no gan¨® ninguno.
Las peores noticias para Romney de este debate no llegaron, sin embargo, por los infortunios concretos que sufriera en ¨¦l, sino por la sensaci¨®n que qued¨® de que el candidato republicano ha llegado al tope de lo que puede dar, y con eso no le basta para ser presidente.
Lo ocurrido en Denver fue algo extraordinario, casi milagroso. No se recordaba otro debate que tuviera semejante impacto en una carrera presidencial. Eso se debi¨® a varias cosas. Entre ellas, que el comportamiento de Obama hizo recordar ese lado distante, fr¨ªo y arrogante que en ocasiones muestra la personalidad del presidente. Abatido y cansado, Obama parec¨ªa el reflejo de un proyecto pol¨ªtico agotado. Otra de las razones de su ¨¦xito, fue que Romney adopt¨® una posici¨®n centrista que hizo que el electorado comenzase a observarlo de manera distinta, como una opci¨®n m¨¢s viable.
Con todo eso, Romney se ha acercado hasta ver a su alcance la meta, pero no ha llegado a ella, y no es f¨¢cil pronosticar qu¨¦ otros recursos tiene para hacerlo. Queda un debate m¨¢s, pero los milagros no suelen producirse dos veces en tres semanas.
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