La huelga nacional paraliza Argentina
El ¨¦xito del paro muestra la vulnerabilidad de la presidenta, que afronta un creciente malestar Fern¨¢ndez: "Estoy de acuerdo con el derecho a la huelga, no con las amenazas y presiones"
Argentina amaneci¨® hoy sin peri¨®dicos, sin servicio de recogidas de basura, ni trenes, ni camiones, ni vuelos nacionales y cancelaciones entre los internacionales. Los hospitales p¨²blicos atendieron solo en urgencias, las estaciones de combustible quedaron cerradas, los bancos inoperantes y m¨¢s de 160 piquetes cortaron el tr¨¢fico en las principales carreteras y avenidas. En ese sentido, el paro nacional de 24 horas promovido por dos de las cinco centrales sindicales del pa¨ªs, ha sido un ¨¦xito. Mostr¨® el inmenso poder del l¨ªder del gremio de los camioneros, Hugo Moyano, gran aliado del Gobierno de Cristina Fern¨¢ndez hasta hace solo un a?o. Y mostr¨® tambi¨¦n la vulnerabilidad de una presidenta que ha acumulado demasiados enemigos en apenas un a?o de mandato.
Apenas han transcurrido 12 d¨ªas desde que en la noche del 8 de noviembre cientos de miles de personas salieron a las calles con cacerolas. Protestaron contra la inseguridad, la inflaci¨®n, la manipulaci¨®n de la justicia y la intenci¨®n m¨¢s o menos expl¨ªcita del Gobierno de reformar la Constituci¨®n para permitir un tercer mandato de Fern¨¢ndez. Desde 2003, en que comenz¨® a gobernar N¨¦stor Kirchner, nunca se hab¨ªa producido una protesta tan masiva en Argentina. Sin embargo, al d¨ªa siguiente Fern¨¢ndez pronunci¨® un discurso en el que adem¨¢s de no mencionar la protesta se permiti¨® ningunearla al decir que esa semana ocurrieron ¡°dos hechos important¨ªsimos¡±: uno fue la elecci¨®n del presidente de Estados Unidos y otro, la designaci¨®n del presidente de China. Fern¨¢ndez hab¨ªa aclarado horas antes de aquella protesta que no pensaba ¡°aflojar¡± y no afloj¨®.
Este martes ocurri¨® algo similar. La presidenta pronunci¨® un discurso por la tarde ante decenas de seguidores en el que dijo: ¡°Hoy no fue huelga ni paro. Hablemos de aprietes y amenazas¡±. (¡) "Estoy de acuerdo con el derecho a huelga. Pero no con el corte, con el bloqueo, con la amenaza, con la presi¨®n, con impedir que otros no vayan a trabajar", se?al¨®. Declar¨® que la medida solo afect¨® a la Capital y no en el resto del pa¨ªs. Y advirti¨®: ¡°A m¨ª no me corre nadie, mucho menos con amenazas y patoteadas [agresiones]".
Ahora llega el turno de los sindicatos opositores. Reclaman la reducci¨®n de impuestos y, sobre todo, el aumento del salario m¨ªnimo desde los 427 euros mensuales de ahora a 560. Avisaron hace varias semanas de que paralizar¨ªan el pa¨ªs y en buena parte lo consiguieron. El paro se organiz¨® sin servicios m¨ªnimos, ya que no existe ninguna regulaci¨®n en el pa¨ªs al respecto. Aunque muchos gremios, como el de trabajadores metal¨²rgicos, taxistas, conductores de metro y de autobuses, no se hab¨ªan sumado a la convocatoria, cientos de miles de personas no pudieron desplazarse hasta sus puestos de trabajo en la capital del pa¨ªs porque la mayor¨ªa de los trenes quedaron inmovilizados. El ayuntamiento de Buenos Aires hab¨ªa aconsejado a los vecinos no sacar la basura durante tres d¨ªas, dado que los camiones no pasar¨ªan a recogerla desde la misma noche del lunes. Pero, a pesar de la advertencia, los deshechos se han acumulado en los contenedores bajo el calor del verano austral.
El paro fue convocado por dos ramas de la Confederaci¨®n General del Trabajo (CGT) y la facci¨®n opositora de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA), integrada sobre todo por trabajadores estatales. Pero el gran art¨ªfice de la huelga fue Hugo Moyano, el hombre a quien N¨¦stor Kirchner promovi¨® a las mayores cotas de poder sindical. Desde el Gobierno se tiene la convicci¨®n de que a Moyano solo le mueve su ambici¨®n pol¨ªtica. Cuando Fern¨¢ndez lo atac¨® frontalmente en su discurso de asunci¨®n de la presidencia el a?o pasado, advirtiendo que no iba a aceptar ning¨²n chantaje, Moyano fue desenterrando lentamente el hacha de guerra. Empez¨® concediendo entrevistas en los canales televisivos del Grupo Clar¨ªn, a quien tanto critic¨® en su d¨ªa, en junio convoc¨® la primera concentraci¨®n en la Plaza de Mayo de un sindicato peronista contra la pol¨ªtica de Cristina Fern¨¢ndez y desde entonces no ha cesado de atacar al Gobierno.
En el cacerolazo del 8 de noviembre, los medios afines al Gobierno dijeron que los que protestaban eran los mismo de siempre, es decir, las clases m¨¢s pujantes. Esta vez, sin embargo, muchos de los trabajadores que han ido a la huelga son votantes confesos de Cristina Fern¨¢ndez, y sus l¨ªderes, viejos conocidos de los miembros del Gobierno.
Aunque los intereses que mueven a la heterog¨¦nea y creciente clase media del pa¨ªs pueden ser distintos a los de los sindicalistas opositores al Gobierno, hay un punto clave en el que confluyen: la inflaci¨®n. Aunque el Gobierno sostiene que la inflaci¨®n es del 10%, tanto los sindicatos como los economistas independientes la sit¨²an por encima del 20%. Y en funci¨®n de esa cifra se negociaban los convenios salariales. Hasta el a?o pasado, el Gobierno siempre accedi¨® a promover aumentos en torno al 20%. Se podr¨ªa decir que la inflaci¨®n sub¨ªa imparable por unas escaleras mec¨¢nicas pero el Gobierno se le anticipaba metiendo los salarios en el ascensor. Ahora, parece imposible sostener ese ritmo.
Algunos l¨ªderes sindicalistas ya han advertido que si Cristina Fern¨¢ndez sigue sin atender sus reclamos, el pr¨®ximo paro ser¨¢ de 36 horas.
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