Una semana que cae del cielo
Ya van 89 muertos del lado palestino y 4 del israel¨ª. El 86% de la poblaci¨®n apoya el ataque
Primero fue un v¨ªdeo. En blanco y negro, casi abstracto, tomado desde un avi¨®n no tripulado. El auto del l¨ªder militar de Ham¨¢s siendo volado por un misil israel¨ª. Despu¨¦s vino la realidad.
Mi mujer y mis dos hijos caminan hacia m¨ª en un parque, en la noche de Jaffa, cuando suena la primera alarma de guerra. Procuramos que parezca un juego mientras corremos al b¨²nker m¨¢s cercano. La explosi¨®n de un cohete interceptado hace vibrar el aire. El b¨²nker est¨¢ en un centro infantil, hay mucha luz, hay tebeos en los muros y juegos. Mis ni?os est¨¢n encantados. No quieren irse a casa cuando los adultos decidimos que por hoy no habr¨¢ m¨¢s cohetes.
Dos d¨ªas despu¨¦s sigue el bombardeo a Gaza. La cuenta de muertos va en 47 del lado palestino y 3 del lado israel¨ª. De este lado, en Tel Aviv-Jaffa, dos cohetes m¨¢s son fulminados en el aire. M¨¢s carreras al b¨²nker, esta vez al de nuestro edificio. Mi hijo de cuatro a?os no es tonto y pregunta qu¨¦ pasa. Le decimos que cosas grandes caen del cielo. Desde d¨®nde las lanzan, quiere saber. Desde un lugar que se parece a Jaffa pero est¨¢ lejos. Por qu¨¦. Es que all¨¢ caen cosas mucho m¨¢s grandes y pesadas pero no hay d¨®nde esconderse
La vida sigue. El trabajo, las calles m¨¢s vac¨ªas, mis ni?os que no van a la escuela, los amigos de afuera preocupados. Y el mar, el mismo de Gaza, iluminado por el oto?o. Procuramos negarnos a la omnipresente televisi¨®n israel¨ª. Los expertos piden m¨¢s contundencia en el ataque. Las ¨²nicas im¨¢genes son de soldados, mujeres israel¨ªes asustadas y poqu¨ªsimos cohetes artesanales de Ham¨¢s que impactan en el sur. El ministro del Interior declara que la operaci¨®n militar debe devolver a Gaza a la Edad Media. El de Exteriores, para no ser menos, agrega que a diferencia de hace cinco a?os (1.400 muertos) esta vez Israel s¨ª ir¨¢ hasta el final.
Ya van 89 muertos del lado palestino y 4 del israel¨ª. El 86% de la poblaci¨®n apoya el ataque. Llaman los amigos que est¨¢n cerca para decir que se cancela la reuni¨®n. Es la quinta que hemos hecho para intentar abrir una escuela biling¨¹e en Jaffa a la que vayan juntos ni?os jud¨ªos y palestinos con documento de identidad israel¨ª (llamados aqu¨ª ¨¢rabes, casi dos millones). Fijamos un desayuno para dos d¨ªas despu¨¦s. Mis hijos est¨¢n felices de pasarse el d¨ªa jugando con los vecinos ¨¢rabes. El mayor dice que no me acompa?a a hacer la compra porque pueden caer cosas grandes del cielo. Cuando voy a buscarlo, en la noche, veo por una puerta entreabierta, en un canal extranjero ilegal, todo lo que no muestra la televisi¨®n israel¨ª. El horror de Gaza. Las casas arrasadas, los cad¨¢veres, los hospitales desbordados, las familias huyendo, los ni?os quemados.
Al d¨ªa siguiente camino entre la luz del oto?o a la terraza del caf¨¦ para el desayuno convenido (mejor no ir en bus). El conteo macabro se ha saldado en 162 a 5. Anoche, el primer ministro israel¨ª acept¨® firmar la tregua ofrecida por EE UU, Egipto y Ham¨¢s. A la reuni¨®n llegan solo Uri, m¨²sico y jud¨ªo askenazi de Tel Aviv, y Salma, profesora ¨¢rabe de Jaffa. Uri, nervioso, rompe el silencio mencionando las atrocidades de Gaza. Salma, t¨ªmida tambi¨¦n, solo dice: ¡°Ojal¨¢ dure la tregua¡±. Cuando llega la comida nos concentramos en lo que nos ha reunido. El proyecto del colegio mixto, que debe funcionar. Uri est¨¢ diciendo que ahora ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil conseguir los permisos cuando nos interrumpe un auto que se detiene. Bajan sus hijos, que corren hacia nosotros ri¨¦ndose. Pedimos otro caf¨¦.
Antonio Ungar es escrito colombiano, residente en Israel. Gan¨® el premio Herralde con Tres ata¨²des blancos (Anagrama)
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