¡°El Gobierno intenta convertirnos en culpables en vez de en v¨ªctimas¡±
Tanja Nijmeijer, la holandesa guerrillera de las FARC, explica los motivos que han conducido a los insurgentes a las armas
En el mes¨®n Maraka's, Tanja Nijmeijer se levanta de la mesa para despedirse, con un nuevo cigarrillo en la mano. Es martes por la noche, y en su rostro se dibuja una expresi¨®n atormentada, la misma que ha mostrado durante las dos ¨²ltimas horas, igual que ocurri¨® el lunes durante las seis horas de nuestra conversaci¨®n.
¡°Estoy cansada de tener que estar defendi¨¦ndome continuamente¡±, dice la holandesa que act¨²a en nombre de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en las negociaciones de paz de Colombia. ¡°Es importante que entiendas por qu¨¦ hemos recurrido a las armas y que en Colombia hay una guerra en la que se producen muertes. Y s¨ª, a veces cometemos errores¡±.
Nijmeijer, de 34 a?os, nacida en Denekamp (Holanda) y la segunda de las tres hijas de la familia, cuenta, llena de ardor, c¨®mo es su vida en las FARC, la organizaci¨®n guerrillera de la que forma parte desde 2002. Est¨¢ muy sorprendida por el inter¨¦s que ha despertado en los medios de comunicaci¨®n. ¡°Me gustar¨ªa que se prestara m¨¢s atenci¨®n a las condiciones de vida de la gente. ?No ser¨ªa eso mucho m¨¢s importante que hablar de m¨ª?¡±.
Le brillan los ojos cuando habla de su vida en la selva colombiana, donde las FARC levantan un nuevo campamento cada tres d¨ªas. Nos cuenta tambi¨¦n que entiende mejor el mundo desde que sigui¨® el curso de marxismo que la organizaci¨®n da a todos los guerrilleros. Igualmente entusiasmada se muestra al hablar sobre el contacto con la poblaci¨®n en las ¨¢reas dominadas por los rebeldes, especialmente con los campesinos pobres.
Las FARC est¨¢n en guerra con el Gobierno colombiano desde 1964. Una guerra que desde los a?os ochenta ¡ªcuando los enormes ingresos del tr¨¢fico de coca¨ªna comenzaron a funcionar como catalizador¡ª ha hecho aflorar lo peor de ambas partes. Todos los d¨ªas caen decenas de v¨ªctimas inocentes, principalmente campesinos colombianos pobres, atrapados entre las luchas, los deseos y los intereses de las dos partes en litigio.
¡°Nos gustar¨ªa que no hubiera v¨ªctimas, nos gustar¨ªa que no hubiera guerra, nos gustar¨ªa no estar en las monta?as. Pero, si dejamos la lucha, ?qu¨¦ va a hacer el pueblo?¡±. Despu¨¦s se va de la habitaci¨®n para volver al complejo vigilado donde se aloja junto con otros 29 guerrilleros para participar en las conversaciones de paz iniciadas el 19 de noviembre.
La ¨²ltima vez que vi a Nijmeijer fue en agosto de 2001, mientras freg¨¢bamos los platos en la diminuta cocina de una residencia de estudiantes de Groninga. Era la mejor amiga de una compa?era. Ya hab¨ªa estado una vez en Colombia y no dejaba de calentarme las orejas con las noticias sobre ese pa¨ªs. Once a?os despu¨¦s, llega a mi puerta un lunes a las 9.00 de la ma?ana en una furgoneta Mercedes blanca conducida por un ch¨®fer del Servicio de Seguridad cubano. Va en el asiento delantero, con Camila y Shirley en los asientos de detr¨¢s: ¡°Son dos camaradas¡±.
Cuando, un poco m¨¢s tarde, nos sentamos en un deteriorado restaurante del Malec¨®n, Camila y Shirley abren sus ordenadores port¨¢tiles para trabajar. El holand¨¦s de Nijmeijer sigue siendo magn¨ªfico, pero para hablar de las FARC prefiere el espa?ol.
El camino que la llev¨® a la guerrilla colombiana fueron dos acontecimientos que vivi¨® en 2001 durante las pr¨¢cticas que realizaba en aquel pa¨ªs. El primero fue la visita a un barrio desfavorecido de la ciudad de Pereira. Su acompa?ante le dijo que ten¨ªan que salir a las nueve porque a esa hora la gente se iba a dormir. ¡°Cuando pregunt¨¦ a un vecino del barrio por qu¨¦ se iban a dormir tan pronto, me dijo que los paramilitares podr¨ªan considerar como delincuente a cualquiera que anduviera a esas horas por la calle y matarle de un tiro. A eso se le llama limpieza social en Colombia¡±. El otro ocurri¨® en Bogot¨¢. Fue a visitar Ciudad Bol¨ªvar, el gigantesco barrio de chabolas al sur de la capital. Despu¨¦s la llevaron al Centro Andino, el centro comercial de la ¨¦lite del norte de la ciudad. El contraste fue doloros¨ªsimo.
Nijmeijer profundiz¨® en la Historia de Colombia, busc¨® en el pa¨ªs los contactos adecuados y se introdujo en el movimiento guerrillero. ¡°Para m¨ª estaba claro que la democracia en Colombia solo exist¨ªa sobre el papel. Y as¨ª sigue siendo actualmente¡±. Su tapadera era su trabajo en una cara escuela de idiomas.
M¨¢s tarde, Nijmeijer tambi¨¦n cometi¨® atentados: entre otros ataques, coloc¨® bombas en el Transmilenio, el sistema de transporte de autobuses de Bogot¨¢, y a un rico comerciante. Seg¨²n ella, no hubo muertos en sus ataques, que estaban planteados solo como protesta.
Cuando en 2003 la polic¨ªa desmantel¨® la red de militantes, Nijmeijer opt¨® por una huida hacia adelante: luchar en la selva, ametralladora en mano. Su alias en las FARC fue Alexandra desde el primer d¨ªa, y es con el que firma sus correos electr¨®nicos. No se plantea un posible papel en pol¨ªtica si tiene ¨¦xito el proceso de paz. ¡°Me adaptar¨¦ a las necesidades que haya. ?Qu¨¦ necesitan las FARC, qu¨¦ necesita Colombia, que necesita el pueblo?¡±.
Pregunta. Algunos piensan que las FARC recurren a usted ¡ªuna mujer occidental, inteligente y elocuente¡ª para mejorar su imagen.
Respuesta. Me molesta que digan que formo parte de la campa?a de comunicaci¨®n de las FARC. Lo que queremos es contar nuestra visi¨®n de las cosas.
El Gobierno colombiano ha puesto muchas dificultades a mi participaci¨®n en las conversaciones de paz.
P. Las FARC nacieron en 1964. ?Cu¨¢l es su lucha actual?
R. Los tiempos cambian, pero la opresi¨®n contin¨²a. Nos consideramos un partido pol¨ªtico armado, cuya ideolog¨ªa est¨¢ basada en el marxismo-leninismo. Esas son las ideas por las que luchamos. Queremos hacer reformas radicales. Lo que nos preguntamos es ?c¨®mo podemos participar en la pol¨ªtica? De eso tratan nuestras conversaciones con el Gobierno.
P. Por el modo en que habla de su vida en las FARC, parece como si no hubiera guerra. Tambi¨¦n en el v¨ªdeo musical que han grabado da la impresi¨®n de que se trata de una alegre pandilla.
R. Y eso es lo que somos. Si no est¨¢s alegre, no lo podr¨ªas aguantar. Precisamente son los momentos m¨¢s dif¨ªciles los que nos inspiran la mayor¨ªa de las bromas.
P. Las FARC tienen fama de imponer severos castigos en caso de infracci¨®n y la pena de muerte en caso de deserci¨®n. ?No le ha disuadido eso nunca?
R. Cuando en una ocasi¨®n llam¨¦ a escondidas a casa se me impuso, entre otros, el castigo de cavar m¨¢s de 30 metros de letrinas y escribir 20 p¨¢ginas sobre mi infracci¨®n. Somos un Ej¨¦rcito y tiene que haber disciplina. Pero el que deserta es un traidor".
P. ?Ha asistido a alguna ejecuci¨®n?
R. No. Pero he o¨ªdo hablar de ellas.
P. ?Se ha vuelto m¨¢s dura en todos estos a?os?
R. Nosotros, los guerrilleros, somos duros por fuera, pero suaves por dentro.
P. ?Estar¨ªa dispuesta a pedir perd¨®n por vuestras v¨ªctimas?
Me mira indignada.
R. Hay un dicho: El pueblo sabe qui¨¦nes son sus verdugos. El Gobierno intenta convertirnos en culpables en lugar de v¨ªctimas.
P. Como el objetivo que dicen perseguir es bueno, ?no hay nada que reprocharles?
R. Yo no tengo que justificarme. La lucha est¨¢ justificada. Estamos en guerra.
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