"Se est¨¢n muriendo los sobrevivientes, los familiares de las v¨ªctimas, los represores"
Supervivientes y familiares de v¨ªctimas de la dictadura argentina conf¨ªan en el tercer juicio de la ESMA, en el que se juzgar¨¢n los 'vuelos de la muerte'
Ana Mar¨ªa Careaga trabaja donde su madre estuvo detenida ilegalmente por la ¨²ltima dictadura de Argentina (1976-1983). All¨ª donde fue torturada y de donde parti¨® en cami¨®n rumbo al cercano aeropuerto Jorge Newbery de de Buenos Aires para abordar el vuelo de la muerte en el que la arrojar¨ªan drogada al mar. Ana Mar¨ªa trabaja donde funcionaba la Escuela Mec¨¢nica de la Armada (ESMA), uno de los principales centros clandestinos de detenci¨®n del r¨¦gimen, y all¨ª dirige el Instituto Espacio para la Memoria. Ana Mar¨ªa, que con 16 a?os y embarazada de tres meses tambi¨¦n fue secuestrada por la dictadura, sobrevivi¨® y asisti¨® el pasado jueves a una de las primeras sesiones del tercer juicio sobre los cr¨ªmenes de la ESMA, en el que se juzgar¨¢n precisamente los vuelos de la muerte, como el de su madre, Esther Ballestrino, la activista social nacida en Uruguay y criada en Paraguay, de donde debi¨® huir perseguida por la dictadura de Higinio Mor¨ªnigo (1940-1948).
¡°Estuve en la sala donde estaban los 68 represores [acusados en el tercer juicio de la ESMA]. La cantidad de imputados que hay ah¨ª muestra la magnitud de la represi¨®n. Cada caso es una tragedia familiar¡±, describe Careaga. En el primer juicio sobre este centro solo hab¨ªa un imputado, H¨¦ctor Febres, que se suicid¨® en 2007. En el segundo, entre 2010 y 2011, se conden¨® a 16 exmilitares y expolic¨ªas, entre ellos Alfredo Astiz, Jorge, El Tigre, Acosta y Ricardo Cavallo, por delitos como el secuestro y la tortura en 1977 de Ballestrino, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, y otros 11 integrantes del grupo que se reun¨ªa en la iglesia porte?a de Santa Cruz para organizar la b¨²squeda de los desaparecidos.
En el segundo juicio qued¨® pendiente el juicio sobre muchos delitos cometidos en la ESMA y en los vuelos de la muerte, que eran el destino final de buena parte de los secuestrados. Tambi¨¦n quedan por juzgar las detenciones ilegales, los tormentos, los homicidios y las desapariciones de otras personas (unas 5.000 padecieron en la ESMA) o algunos robos de beb¨¦s de desaparecidas nacidos en cautiverio. ¡°La causa de la ESMA era una de las m¨¢s fragmentadas. Nosotros pedimos que en este juicio se incluyera todo porque se van muriendo los sobrevivientes, los familiares de las v¨ªctimas, los represores¡±, expone Careaga. Solo se excluy¨® de este tercer juicio la sustracci¨®n de bienes, que era una pr¨¢ctica de algunos agentes de seguridad en los hogares de desaparecidos.
¡°Es importante el juicio porque el Estado se hace cargo de lo que hizo y los represores escuchan lo que hicieron, el nivel de impunidad con el que actuaron¡±, dice la hija de una desaparecida
¡°Es importante el juicio porque el Estado se hace cargo de lo que hizo y los represores escuchan lo que hicieron, el nivel de impunidad con el que actuaron¡±, opina Careaga, que desde peque?a mam¨® el esp¨ªritu militante de su hogar y en la dictadura participaba de peque?as reuniones clandestinas de la Juventud Guevarista, mientras toda su familia se refugiaba en casas de amigos para huir de la persecuci¨®n del r¨¦gimen.
¡°El juicio anterior fue muy importante para m¨ª, pero ¨¦ste tambi¨¦n lo es porque hab¨ªa un silencio sepulcral sobre lo que les ocurr¨ªa a los que eran trasladados desde la ESMA. La soluci¨®n final, los vuelos de la muerte, son algo grav¨ªsimo, tremendo. ?C¨®mo puede ser que hayan hecho esto con miles y miles de seres humanos! Hay testimonios que dicen que los marinos argentinos se ufanaban de haber encontrado este m¨¦todo. Dec¨ªan que hab¨ªan estudiado las corrientes para ubicar el lugar donde el mar no devolviera los cuerpos¡±, cuenta Careaga.
Pero el cuerpo de su madre y el de otras cuatro integrantes del grupo de la iglesia de Santa Cruz llegaron a las costas en aquel 1977 y fueron identificados 28 a?os m¨¢s tarde. ¡°Saber que a mi mam¨¢ la asesinaron de la manera m¨¢s terrible es un sentimiento muy doloroso, irreparable, pero la justicia es un punto de reparaci¨®n¡±, concluye Ana Mar¨ªa, de 51 a?os. Ballestrino hab¨ªa comenzado a manifestarse en silencio junto con otras mujeres en la Plaza de Mayo por la desaparici¨®n de su yerno y, despu¨¦s, por la de su hija. Ana Mar¨ªa permaneci¨® en el centro clandestino de detenci¨®n Atl¨¦tico y, despu¨¦s de cuatro meses de torturas y dos antes de la fecha de parto, fue liberada. Emigr¨® a Suecia, pero su madre quiso quedarse en Argentina. ¡°Voy a seguir hasta que aparezcan todos¡±, le dijo.
¡°Es probable que sienta cierto sentimiento de venganza, pero este sentimiento tiene cauce reparatorio en las instituciones republicanas en las que confiamos¡±, se confiesa Mar¨ªa Adela Antokoletz, pensionista de 71 a?os y hermana de un desaparecido que era abogado de presos pol¨ªticos y profesor universitario. Al salir de la sala del juicio en el que se juzgar¨¢ el caso de su hermano Daniel, Mar¨ªa Adela a?ade: ¡°No s¨¦ si siento odio. Soy cristiana y trato de respetar la dignidad de las personas, y aqu¨ª se respetan¡±. Despu¨¦s de la desaparici¨®n de Daniel en 1976, ella, vicerrectora de un colegio, su madre y su cu?ada comenzaron a buscarlo por diversos organismos p¨²blicos.
Despu¨¦s de seis meses de lucha, Mar¨ªa Adela y su cu?ada se sintieron bajo amenaza y se marcharon a Madrid. All¨ª, en 1979, por testimonios de sobrevivientes de la ESMA que se hab¨ªan exiliado, Mar¨ªa Adela supo que ¡°los desaparecidos hab¨ªan sido trasladados, inyectados con pentotal, ¡ªPentonaval, como le llamaban los militares¡ª a los vuelos de la muerte¡±. En el nuevo juicio ser¨¢n juzgados algunos pilotos, pero tambi¨¦n otros tripulantes de esos vuelos porque alguien empujaba al vac¨ªo a aquellas personas drogadas, desnudas, encapuchadas, golpeadas y atadas de pies y manos. En general mor¨ªan al impactar con el agua, y no ahogadas.
Pero no solo se juzgar¨¢n los vuelos de la muerte en este proceso, el m¨¢s grande de los m¨¢s de 60 que se han iniciado desde 2006. En total se analizar¨¢n 789 delitos, entre los que figuran el secuestro y la tortura de Carlos Alberto Garc¨ªa. ¡°Yo era un militante pol¨ªtico, del peronismo revolucionario. Si ibas a hacer una pintada [pol¨ªtica en una pared], ten¨ªas que llevar un arma en aquel tiempo¡±, cuenta Garc¨ªa, que era operario de una f¨¢brica textil cuando a los 28 a?os fue secuestrado por las fuerzas de seguridad al salir de casa de sus padres, donde ¨¦l viv¨ªa. Prefiere no narrar los dos a?os en que permaneci¨® encerrado, antes de que le permitieran exiliarse a Estados Unidos.
En la segunda sesi¨®n del juicio, el secretario del tribunal ley¨® que Astriz, Febres, Antonio Pern¨ªas y Ra¨²l Scheller lo secuestraron. Garc¨ªa, sentado entre el p¨²blico, se llev¨® la mano derecha a la boca. El secretario continu¨® contando que en la ESMA fue esposado, encapuchado y atado con grilletes. Le asignaron el n¨²mero de identificaci¨®n 028. Pern¨ªas, Acosta y Astiz lo torturaron con picana el¨¦ctrica, el submarino (lo met¨ªan cabeza abajo en un tanque con l¨ªquido) y quemaduras de cigarrillos. Al igual que otros detenidos, fue obligado a cumplir trabajos forzados para el r¨¦gimen mientras estuvo secuestrado. Por eso se juzgar¨¢n tambi¨¦n delitos de esclavitud en el trabajo. ¡°Entre octubre y noviembre de 1979 recuper¨® la libertad vigilada¡±, ley¨® el secretario, y Garc¨ªa volvi¨® a acomodar su mano en el apoyabrazos de su asiento. Carlos Alberto tiene 63 a?os y lleva su pelo gris atado con una coleta. Dentro de dos a?os, despu¨¦s de que den su testimonio casi 900 personas, conocer¨¢ la sentencia de sus verdugos.
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