Etiquetas con precio
Benjam¨ªn Netanyahu se ha impregnado de la pol¨ªtica de represalias de los colonos cisjordanos
Todo lleva su etiqueta. Quien toca algo debe saber cu¨¢nto cuesta. Sirve para mantener las cosas tal como est¨¢n. Para que nada cambie. Es la pol¨ªtica del pricetag (etiqueta con precio), que practican los colonos israel¨ªes desde el desalojo de las colonias de Gaza por orden de Ariel Sharon en 2005. Cada vez que se ven obligados a desalojar una de las instalaciones ilegales de los colonos, uno de los llamados outpost, se lo hacen pagar al primer palestino que tienen a mano o a sus propiedades. A veces tambi¨¦n lo pagan otros: por ejemplo, las fuerzas de seguridad israel¨ªes.
Esta pol¨ªtica es una forma de terrorismo de baja intensidad. Poniendo precio a cada objetivo circunstancial todos se hacen una idea de lo que significar¨ªa devolver el conjunto de los territorios ocupados por Israel. La colonizaci¨®n fue concebida por los m¨¢s moderados como una forma de asegurar una negociaci¨®n ventajosa con los palestinos el d¨ªa en que se entrara seriamente a pactar la devoluci¨®n de los territorios (los otros la concibieron como el expolio territorial permanente que es hasta el momento). No hay que olvidar que los palestinos parten a su vez de una exigencia negociadora muy alta, e inaceptable para Israel, pues a la devoluci¨®n de Cisjordania se a?aden el regreso de los refugiados y la capitalidad en Jerusal¨¦n. Los colonos, con sus prol¨ªficas familias numerosas y sus nutridas subvenciones p¨²blicas, son la fuerza de choque que primero ocupa y despu¨¦s pone y marca el precio de la devoluci¨®n.
El historiador israel¨ª Zeev Sternhell, especializado en la historia de los fascismos que ha sufrido en propia carne esta violencia fan¨¢tica, ha comparado estas actividades con la violencia pol¨ªtica europea de entreguerras, propia de los nacionalismos ¨¦tnicos. Los Gobiernos de Israel reprueban estas pr¨¢cticas, que a veces se han cebado sobre miembros de sus fuerzas de seguridad. Nadie que defienda el Estado de derecho puede aprobar que j¨®venes colonos incendien coches, arranquen olivares, hostiguen a la poblaci¨®n, ataquen a los transe¨²ntes o prendan fuego a las mezquitas y a las iglesias cristianas. Otra cosa es que se les persiga y castigue con la diligencia y el rigor merecidos. Es dif¨ªcil que suceda porque, a fin de cuentas, los colonos est¨¢n muy bien representados en el Gobierno y todav¨ªa lo estar¨¢n m¨¢s si el t¨¢ndem Netanyahu-Lieberman vence en las elecciones del 22 de enero. Son numerosos los ministros y parlamentarios, el propio ministro de Exteriores Lierberman entre otros, que viven en Cisjordania y se identifican directamente con los intereses de la colonizaci¨®n.
No es por tanto gamberrismo violento y sistem¨¢tico a gran escala, sino una estrategia meditada, basada en una idea supremacista que confiere mayores derechos y menos obligaciones a los ciudadanos de Israel que a los ciudadanos palestinos e, incluso, a los ¨¢rabes de nacionalidad israel¨ª. Cuando una comunidad humana se considera superior a las otras que conviven con ella en un territorio tambi¨¦n le suele suceder de puertas hacia afuera, en sus relaciones con las otras comunidades, incluidas las amigas y aliadas. No es extra?o, por tanto, que la pol¨ªtica de Netanyahu est¨¦ impregnada toda ella de la filosof¨ªa moral, o inmoral, de los colonos y de su pricetag.
La culminaci¨®n de esta identidad de prop¨®sitos y de medios la ha proporcionado la reacci¨®n gubernamental al reconocimiento de Palestina por la Asamblea General de Naciones Unidas. El Gobierno de Israel, como los colonos de los outpost, no admite amenazas ni presiones de nadie, pero a la vez no deja sin castigo ni un solo acto que considera hostil o perjudicial para sus intereses. El precio del voto clamoroso de la Asamblea General de Naciones Unidas en favor del Estado palestino ha quedado marcado inmediatamente con el anuncio de la construcci¨®n de viviendas en la zona E1, que a¨ªsla Jerusal¨¦n, divide Cisjordania y hace inviable el Estado palestino e imposible un acuerdo definitivo. Es el pricetag. Israel se lo cobra a la Autoridad Palestina e indirectamente a Obama y a sus prop¨®sitos de paz para su segundo mandato.
Netanyahu est¨¢ ahora mismo en la cumbre de su aislamiento. Holanda y Alemania, los dos amigos m¨¢s incondicionales de la UE, no pueden aguantar m¨¢s tanta intransigencia. Seg¨²n la doctrina Merkel, fruto de las tr¨¢gicas lecciones de la historia de Alemania, la relaci¨®n con Israel forma parte de la raz¨®n de Estado de la Rep¨²blica Federal. Obama podr¨ªa suscribir su frase: ¡°La seguridad de Israel es sagrada¡±. Hasta ahora nadie ha puesto en cuesti¨®n las ventas de armas y los acuerdos de seguridad. Es la ¨²ltima trinchera, que a Netanyahu no le interesa dejar desnuda con nuevas y mayores provocaciones. A fin de cuentas el pricetag tambi¨¦n terminar¨¢ encontrando sus l¨ªmites, y habr¨¢ un momento en que pasar¨¢ factura a quien se dedica a pegar las etiquetas.
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