¡°En unos meses estaremos en casa¡±
Los desplazados por el conflicto de Mal¨ª celebran la intervenci¨®n francesa El ¨¦xodo afecta a 300.000 personas, que han huido al sur y a pa¨ªses vecinos
Se llama Boubacar Traor¨¦, pero todos le conocen como Blake. El sobrenombre se lo puso un amigo estadounidense y ahora todos le llaman as¨ª. Mec¨¢nico de profesi¨®n, hace solo un a?o viv¨ªa tranquilamente con sus dos mujeres y sus hijos en Hombori, en el norte de Mal¨ª. Pero en estos doce meses su vida se ha transformado. Ahora reside en un campo de desplazados situado junto a la estaci¨®n de autobuses de S¨¦var¨¦, en el centro de Mal¨ª, donde espera solo un d¨ªa, el d¨ªa que le digan que la carretera hacia el norte est¨¢ abierta de nuevo y el camino libre de peligros para volver, con los suyos, a casa.
Aunque para mucha gente esta guerra empez¨® la semana pasada, el conflicto de Mal¨ª comenz¨® en realidad el 17 de enero de 2012, hace un a?o y tres d¨ªas, cuando los rebeldes tuaregs se alzaron en armas contra el Gobierno de Mal¨ª y desestabilizaron toda la zona, abriendo la puerta al islamismo radical que llevaba a?os instalado en el Sahel. Fue aquel d¨ªa de enero cuando comenz¨® un enorme ¨¦xodo que en la actualidad afecta a unas 300.000 personas que han huido hacia los pa¨ªses vecinos o hacia el sur de Mal¨ª, y que est¨¢ lejos de haber terminado.
De esa inmensa marea humana, 587 personas se encuentran a¨²n en una escuela de S¨¦var¨¦ habilitada para acogerles. Las aulas se han convertido en dormitorios, el jard¨ªn en cocina y los jardines en espacio para las tiendas de campa?a donde estas 70 familias aguardan el momento del regreso. Vienen de todas las regiones del norte, pero sobre todo de Tombuct¨². Y son los m¨¢s pobres entre los pobres. Ning¨²n familiar pudo acogerles y ahora dependen por completo de la ayuda de organizaciones como Care Mal¨ª, ENDA, C¨¢ritas o M¨¦dicos sin Fronteras.
¡°Pero ahora tenemos al menos una gran esperanza de que en dos o tres meses estaremos en nuestro hogar. Cuando hablamos con la gente que sigue all¨ª, en el norte, nos dicen que ya pueden sentarse a las puertas de sus casas y tomar el t¨¦ con tranquilidad, que pueden ver la televisi¨®n y que las mujeres ya pueden salir sin llevar el burka [vestimenta que cubre de pies a cabeza]¡±, asegura Blake, que transmite un optimismo contagioso. ¡°Ese momento est¨¢ hoy m¨¢s cerca que nunca¡±, a?ade.
Como contagiados de esa sensaci¨®n positiva, los ni?os juegan con el agua que sale de un grifo sin importarles nada a su alrededor, ajenos a este paisaje de tiendas de campa?a y de hombres y mujeres que esperan sin mucho m¨¢s que hacer. Meiga era comerciante en Gao. Sus dos hijas, Fatoumata y Nousour, se afanan haci¨¦ndose las trenzas mientras ¨¦l y su mujer comen su raci¨®n diaria de arroz con un poco de salsa de cebolla y unos trozos de carne. Tambi¨¦n est¨¢ contento. ¡°Pronto volveremos¡±, dice, lac¨®nico.
Cuando hace diez d¨ªas comenzaron los bombardeos franceses, todos en el campo de desplazados lo celebraron. ¡°Nuestros abuelos fueron a luchar a Europa hace setenta a?os para salvar a Francia del extremismo; ahora nos han devuelto el favor. Y se lo agradecemos ¡ªdice Blake¡ª, el pa¨ªs estaba a punto de caer en manos de esos locos y nos han salvado, ?c¨®mo vamos a criticarlos?¡±. A solo 70 kil¨®metros de aqu¨ª, la ciudad de Konna, cuya toma por los yihadistas desencaden¨® la intervenci¨®n gala, ha sido ya recuperada por el Ej¨¦rcito de Mal¨ª. Por el momento, no se ha notado la llegada de desplazados hasta esta escuela. ¡°Los que han huido se han instalado en casas de familiares, no aqu¨ª¡±.
Pese a haber sido recuperada, a¨²n no se puede acceder a Konna. Ni organizaciones humanitarias ni periodistas. El responsable sobre el terreno de M¨¦dicos sin Fronteras, Ibrahim Ahmed, se siente frustrado en S¨¦var¨¦. ¡°Normalmente en todos los conflictos se abren pasillos humanitarios. Sabemos que all¨ª hay gente que tiene necesidades m¨¦dicas, pero no podemos acceder¡±. Tampoco puede llegar la ayuda desde el norte, porque MSF tiene un equipo en Douentza. ¡°Ninguno de los dos bandos lo permite¡±, insiste.
La inquietud sobre lo que est¨¢ pasando en el frente de batalla es una constante. Las informaciones llegan muy filtradas y nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurre hasta que se produce alguna comunicaci¨®n oficial. ¡°De Konna llevamos una semana sin saber exactamente lo que pasa¡±, asegura Ibrahim Ahmed.
Ayer se pudo saber que una columna de soldados franceses se encaminaba hacia Diabali con la clara intenci¨®n de recuperar esta ciudad a 400 kil¨®metros de Bamako, a¨²n no controlada por las fuerzas gubernamentales. Pero no hay informaciones sobre v¨ªctimas ni se ha visto un solo herido por televisi¨®n. Todos saben que existen, pero nadie lo puede demostrar.
La mitad de los desplazados (unos 150.000) se encuentran en los pa¨ªses vecinos, como Mauritania, N¨ªger y Burkina Faso. El resto se reparten por ciudades malienses como Segou, Bamako, Mopti y S¨¦var¨¦, refugiados en casas de familiares o en este campo de acogida.
En el campamento de desplazados hay una peque?a televisi¨®n. A trav¨¦s de ella y de peque?os aparatos de radio, todos siguen con inter¨¦s las noticias para intentar desentra?ar la verdadera evoluci¨®n de esta guerra. Moussa Dicko es uno de ellos. ¡°Este era hace un mes un lugar sin esperanza, sin risas ni alegr¨ªa. Hoy tenemos al menos una ilusi¨®n y eso nos ha dado la vida. Ojal¨¢ que todo pase lo m¨¢s r¨¢pido posible. Eso es lo ¨²nico que quiero¡±, dice.
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