La noticia de un pasaporte
El papeleo ante el Departamento de Inmigraci¨®n y Extranjer¨ªa depara un sinf¨ªn de peripecias
El d¨ªa no empez¨® bien. En lugar de eso pareci¨® iniciarse con el pie izquierdo, como dicen los m¨¢s viejos por estos lares cuando todo sale mal. En la ma?ana las autoridades le hab¨ªan comunicado al ex preso pol¨ªtico Juan ?ngel Moya que no lo dejar¨ªan salir del pa¨ªs por cuestiones de ¡°inter¨¦s p¨²blico¡±. Era el primer excluido de una reforma migratoria que se puso en pr¨¢ctica el 14 de enero pasado y que ha despertado tantas esperanzas como recelos. Mi turno era en la tarde. As¨ª que me fui al Departamento de Inmigraci¨®n y Extranjer¨ªa para saber si finalmente aquel librito de car¨¢tula azulada con el escudo de la rep¨²blica estampado ya estaba listo para m¨ª. La respuesta de la funcionaria me confirm¨® que la jornada hab¨ªa comenzado torcida desde el principio. ¡°Venga la semana que viene, tenemos retraso¡±, me asever¨® con una sonrisa en los labios.
Como a cualquier cubano acostumbrado a la poca transparencia de la burocracia, la desconfianza me carcomi¨® a¨²n m¨¢s. Se habr¨¢n arrepentido, fue lo primero que pens¨¦. Despu¨¦s especul¨¦ que quiz¨¢s la promesa de dejarme salir solo hab¨ªa sido una zanahoria para que cerrara el blog, silenciara mi opini¨®n, me quedara tranquila en casa hasta el d¨ªa de la partida. Recapitul¨¦ todo lo que hab¨ªa escrito desde que present¨¦ mi solicitud de pasaporte y un pensamiento sombr¨ªo me envolvi¨®. Una denuncia sobre la existencia de droga en Cuba; una furibunda cr¨ªtica al secretismo en torno al cable de fibra ¨®ptica Alba-1 y un texto aclarando que no iba a transformarme en otra persona para poder traspasar las fronteras nacionales. En fin, me hab¨ªa portado mal en el ciberespacio y ya llegaba el castigo, resum¨ª en mis pensamientos durante buena parte de este martes.
Cuando las oficinas llegaban a su hora de cierre, los custodios atrancaban las verjas de las instituciones y los funcionarios regresaban a sus casas, en la contestadora entr¨® un mensaje. ¡°?Tome el tel¨¦fono, es inmigraci¨®n!¡± exclamaba una voz femenina al otro lado de la l¨ªnea. Lo primero que me pregunt¨¦ fue c¨®mo sab¨ªa ella que yo estaba en casa. Claro, si es el Ministerio del Interior lo saben todo¡ brome¨¦ antes de regresarle la llamada. Pero entonces aquel d¨ªa sombr¨ªo dio un giro inesperado y la misma oficial me inform¨® de que mi pasaporte estaba listo para ser entregado. En apenas unas horas desde la salida del sol yo hab¨ªa vivido las oscilaciones del optimismo al pesimismo y de vuelta otra vez a la ilusi¨®n. Un concentrado de emociones similares a las experimentadas durante cinco a?os en que recib¨ª hasta veinte negativas de viaje. La suspicacia no se borra tan f¨¢cilmente, la duda no es algo que termine con una frase.
Me dirig¨ª hacia aquel lugar dici¨¦ndome que en ning¨²n pa¨ªs del mundo la entrega de un pasaporte deber¨ªa ser noticia. Tampoco deber¨ªa levantar ning¨²n revuelo el saber si un ciudadano puede tomar un avi¨®n o no. Sin embargo, Cuba tiene la peculiaridad de la anomal¨ªa, la regularidad de lo irregular. De manera que nada m¨¢s comentar en Twitter que ya ten¨ªa mi documento de viaje, una avalancha de llamadas, mensajes de aliento y pedidos de entrevistas me cay¨® encima. La noche termin¨® con mi hermana casi llorando al otro de la l¨ªnea, despu¨¦s de un a?o y medio en que el estrecho de la Florida no nos ha permitido el abrazo.
Hoy me he levantado con el librito de p¨¢ginas de filigrana en la cabecera de la cama. Lo he tomado nuevamente entre las manos. El d¨ªa empieza con buen pie, pens¨¦, mientras lo hojeaba por en¨¦sima vez frente a mis ojos.
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