El Papa renuncia para limpiar el Vaticano
Benedicto XVI abandona ante su incapacidad para seguir luchando contra los ¡®cuervos¡¯ El Pont¨ªfice desea dejar paso a un sucesor con fuerza para cortar los esc¨¢ndalo
Unas semanas despu¨¦s de regresar de su viaje a Cuba y M¨¦xico, en marzo de 2012, durante sus vacaciones en Castel Gandolfo, Joseph Ratzinger se asom¨® a un pozo muy oscuro que solo sus ojos estaban autorizados a ver. Un informe, elaborado por tres cardenales octogenarios, sobre la masiva fuga de documentos secretos que sacudi¨® al Vaticano y que solo ces¨® tras la detenci¨®n de Paolo Gabriele, el ayudante de c¨¢mara de Benedicto XVI. No se trataba de una componenda para cerrar el caso, sino de una investigaci¨®n, llena de nombres y datos, sobre los protagonistas de las guerras de poder que desde hace a?os se vienen sucediendo en el Vaticano y de las que el llamado caso Vatileaks no era m¨¢s que su escandalosa consecuencia.
Al cerrar el informe, Joseph Ratzinger ya ten¨ªa todos los datos. A los ¨¢ngeles ca¨ªdos se les puede combatir con la oraci¨®n y el buen ejemplo, pero contra los pr¨ªncipes de la Iglesia es m¨¢s aconsejable una espada de acero templado y un brazo capaz de empu?arla. Y ¨¦l ya no ten¨ªa fuerzas. Dicen que fue por aquella ¨¦poca cuando Benedicto XVI ¡ªun hombre t¨ªmido, incapaz de la confrontaci¨®n directa, pero profundo conocedor de las intrigas vaticanas¡ª decidi¨® marcharse.
En la ma?ana de ayer, los quioscos de Roma dejaban claro que, adem¨¢s de la sorpresa, la prensa italiana e internacional resaltaba la coherencia de la decisi¨®n de Benedicto XVI. Su sinceridad al reconocer su cansancio, pedir perd¨®n y marcharse. En una cafeter¨ªa del Borgo P¨ªo, el barrio de calles estrechas contiguo al Vaticano, un diplom¨¢tico acreditado ante la Santa Sede pone la atenci¨®n sobre un aspecto que no deja de ser llamativo: "Si se fija, pr¨¢cticamente todos los diarios, cada uno con su estilo, dibujan al Papa como una v¨ªctima de las luchas de poder el Vaticano. Hace unos meses, o incluso unos a?os, quienes abordaban el asunto del desgobierno en la Iglesia lo hac¨ªan culpando a Ratzinger, a su falta de car¨¢cter, a su equivocada manera de elegir a los colaboradores. Est¨¢ feo utilizar esta palabra refiri¨¦ndose a un papa, pero se podr¨ªa decir que, con su renuncia, Joseph Ratzinger ha ejecutado la venganza perfecta. ?l se va, pero con ¨¦l caen todos los que le amargaron el papado e hicieron ingobernable el Vaticano".
Media hora despu¨¦s, en la sede romana de una congregaci¨®n religiosa con fuerte arraigo en Espa?a, un prelado sonr¨ªe con la interpretaci¨®n: "Es algo malvada, propia de un no creyente, inadecuada en un momento que lo ¨²nico que hay que hacer es acompa?ar al Santo Padre que se va y prepararnos para recibir al Santo Padre que ser¨¢ elegido dentro de unos d¨ªas, pero debo decirte que no se aleja de la realidad". Una realidad que, por su propio car¨¢cter, solo conoce Joseph Ratzinger y, tal vez, su ¨²nico hombre de confianza, su secretario personal desde 2003, monse?or Georg G?nswein. La decisi¨®n de Benedicto XVI ¡ªque quiso dejar muy claro que no era la enfermedad la que lo empujaba a la renuncia, sino su falta de vigor espiritual para seguir manejando la barca de Pedro¡ª puede conducir tambi¨¦n al desmontaje de un organigrama de poder cada vez m¨¢s alejado de las necesidades de los cat¨®licos, pero que sigue satisfaciendo la voracidad de la Curia. Cardenales enfrentados entre s¨ª, instituciones religiosas en pugna por obtener privilegios, un secretario de Estado, Tarcisio Bertone, que hace mucho tiempo perdi¨® la confianza de un Papa que, para evitar la piedra de esc¨¢ndalo de la sustituci¨®n, decidi¨® sustituirse a s¨ª mismo.
Por otra parte, el novelesco asunto de los cuervos ¡ªlos topos, los traidores¡ª dej¨® en un segundo plano otro suceso de mucha m¨¢s importancia para entender que el Vaticano sigue siendo un Estado m¨¢s oscuro que cualquier otro. En septiembre de 2009, Ratzinger nombr¨® al financiero Ettore Gotti Tedeschi, pr¨®ximo al Opus Dei y representante del Banco de Santander en Italia desde 1992, presidente del Instituto para las Obras de Religi¨®n (IOR), la banca del Vaticano. Seg¨²n se dijo entonces, el nombramiento supon¨ªa un golpe de autoridad de Benedicto XVI, el ¨²ltimo intento de poner en orden las finanzas de la Santa Sede, arrojar luz a lo que por definici¨®n nunca la tuvo. No hay m¨¢s que recordar al cardenal estadounidense Paul Marcinkus y el esc¨¢ndalo del banco de Dios en los a?os setenta y ochenta, cuyo colof¨®n fueron los asesinatos de Roberto Calvi, responsable de la quiebra del Banco Ambrosiano, y del banquero mafioso Michele Sindona, pertenecientes ambos a la logia mas¨®nica P2. Aquel septiembre de 2009, Gotti Tedeschi lleg¨® al banco del Vaticano con la intenci¨®n de limpiarlo, pero antes de que se cumplieran tres a?os se dio cuenta de que aquel trabajo era, efectivamente, muy peligroso.
Tanto que, en la primavera de 2012, Gotti Tedeschi redact¨® un informe secreto de todo lo que hab¨ªa visto en los ¨²ltimos meses. Fue descubriendo que, tras algunas cuentas cifradas, se escond¨ªa dinero sucio de "pol¨ªticos, intermediarios, constructores y altos funcionarios del Estado". Pero no solo. Como sostiene la fiscal¨ªa de Trapani (Sicilia), tambi¨¦n Matteo Messina Denaro, el nuevo jefe de jefes de la Cosa Nostra, tendr¨ªa su fortuna puesta a buen recaudo en el IOR a trav¨¦s de hombres de paja. Dicen que fue entonces cuando Gotti Tedeschi, quien se hab¨ªa tomado el encargo del Papa como una aut¨¦ntica misi¨®n, empez¨® a tener miedo. Un miedo que lo llev¨® a procurarse una escolta y a elaborar, folio a folio, un expediente que solo ver¨ªa la luz si era asesinado. Un miedo que se acrecent¨® cuando, coincidiendo con la detenci¨®n de Paolo Gabriele por la difusi¨®n de documentos secretos, Gotti Tedeschi fue destituido al frente del banco del Vaticano. La operaci¨®n de derribo al amigo del Papa, llevada a cabo por los consejeros del banco y bajo el respaldo del secretario de Estado, monse?or Bertone, inclu¨ªa un "documento dur¨ªsimo, que lo demol¨ªa moral y profesionalmente al dar a entender que estaba involucrado en la fuga de documentos robados al Papa", seg¨²n explic¨® entonces Andrea Tornielli, un periodista experto en asuntos del Vaticano. No se trataba, por tanto, de deshacerse del amigo de Benedicto XVI. Se trataba de destruirlo. De ah¨ª que cuando, por otros motivos, agentes de los Carabinieri se presentaron para practicar un registro en casa de Gotti Tedeschi, el financiero, ya despedido, se llev¨® un susto de muerte. "Ah, sois polic¨ªas", les dijo aliviado, "cre¨ª que ven¨ªais a pegarme un tiro".
Los dos esc¨¢ndalos, el del mayordomo infiel y el del banquero despedido, se cerraron en falso. Paoletto recibi¨® una condena simb¨®lica y luego fue indultado, pero en el juicio qued¨® claro que se trataba de un apa?o. Los silencios fueron m¨¢s elocuentes que las palabras. Tambi¨¦n Gotti Tedeschi acept¨® su despido en silencio, "por amor al Papa", y cuando los fiscales y los periodistas italianos intentaron indagar en el contenido del informe secreto del banquero, una nota del Vaticano los mand¨® callar. Y callaron, en un pa¨ªs donde los sumarios se airean en tiempo real. Paoletto y Gotti Tedeschi solo son los personajes pintorescos de una historia mucho m¨¢s cruda, m¨¢s oscura, la que vio el Papa en Castel Ganfolfo cuando se asom¨® a la investigaci¨®n de los cardenales octogenarios.
Ese es tambi¨¦n el Vaticano que abandona Ratzinger. Una estructura de poder tan anticuada, tan protegida de los cientos de millones de verdaderos cat¨®licos por alt¨ªsimos muros de soberbia, que se ha mostrado incapaz durante d¨¦cadas de escuchar, por ejemplo, el clamor contra la pederastia, el llanto de las v¨ªctimas, la protecci¨®n infame de los culpables. El sucesor de Benedicto XVI ya sabe que para dirigir la barca de Pedro no solo son necesarias "la oraci¨®n y las buenas palabras", sino tambi¨¦n, o sobre todo, "el vigor tanto del cuerpo como del esp¨ªritu". La dimisi¨®n de Ratzinger no se puede interpretar por tanto como un acto de rendici¨®n. Sino como la ¨²nica posibilidad de gritar de un hombre que jam¨¢s levant¨® la voz.
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