El presidente m¨¢s europeo
El Gobierno de EE UU ha calificado el contexto actual de una "oportunidad hist¨®rica"
La apertura de un proceso de negociaci¨®n para estrechar lazos comerciales ¨Cy, como consecuencia, de todo tipo- con la Uni¨®n Europea confirma algunas de las sospechas que la derecha ten¨ªa sobre Barack Obama y algunas de las cualidades que sus seguidores en el extranjero m¨¢s apreciaban: es el presidente m¨¢s europeo que ha tenido nunca Estados Unidos.
Obama no tiene ra¨ªces europeas ni ha hecho parte de su formaci¨®n en Europa. No habla franc¨¦s ni se le conoce mayor curiosidad intelectual por Europa a lo largo de su trayectoria acad¨¦mica. Sus or¨ªgenes lo conectan m¨¢s bien con el mundo en desarrollo, con Asia, donde vivi¨® en su adolescencia, con el Pac¨ªfico, donde naci¨® y creci¨®, y con ?frica, de donde procede su padre y donde cada norteamericano de su raza escarba en busca de identidad.
Pero su estilo, dubitativo, reflexivo, profundo, algo atormentado, recuerda al de los viejos pol¨ªticos europeos. Y, sobre todo, su gesti¨®n en la Casa Blanca ha permitido la reconciliaci¨®n entre este pa¨ªs y el continente con el que comparte sus valores m¨¢s esenciales. Cuando Obama lleg¨® a la presidencia, estaban de moda las freedom fries, en sustituci¨®n de las french fries. Cuando Obama lleg¨® a la presidencia, muchos europeos consideraban a EE UU un mayor peligro para la paz mundial que Al Qaeda.
Los m¨¢s exigentes en la izquierda europea siguen sospechando de las intenciones ¨ªntimas del presidente norteamericano y ponen Guant¨¢namo y los drones por delante de cualquier logro. Pero Obama sigue siendo un l¨ªder popular en Europa y Europa merece respeto y atenci¨®n en el Despacho Oval, donde el a?o pasado se dedicaron muchas horas a los problemas del euro.
El anuncio de negociaciones para un tratado de libre comercio, al margen de la utilidad evidente que puede tener para la econom¨ªa norteamericana, es la ¨²ltima prueba del reconocimiento a Europa. M¨¢s a¨²n, es un regalo para Europa en el momento en que ¨¦sta m¨¢s lo necesita.
Si algo ha ocurrido en Europa en los ¨²ltimos a?os m¨¢s grave que la crisis econ¨®mica, ha sido su imparable descenso hacia la irrelevancia. EE UU extend¨ªa su presencia comercial y militar en el Pac¨ªfico, China se confirmaba como gran potencia, India y Brasil ascend¨ªan, todo ante la mirada acomplejada de Europa, que no sab¨ªa como responder.
Este tratado, junto a sus potenciales ventajas econ¨®micas, env¨ªa el mensaje de que Europa a¨²n cuenta para Estados Unidos. Cuenta, por supuesto, porque hay dos millones y medio de puestos de trabajo en este pa¨ªs vinculados al comercio con Europa y porque una revitalizaci¨®n de la econom¨ªa europea redundar¨ªa en la compra de m¨¢s productos Made in USA. Pero cuenta tambi¨¦n porque, sin Europa, EE UU est¨¢ a¨²n muy solo en un mundo muy hostil. Con todas sus diferencias, nadie comprende mejor a EE UU que los europeos. Se ha demostrado hace muy poco, cuando un presidente franc¨¦s y socialista lanzaba en Mali una operaci¨®n que se corresponde literalmente con lo que Washington quisiera que Europa hiciera con m¨¢s frecuencia.
Con Obama en la Casa Blanca, este es el momento ideal de ratificar esa alianza indispensable y proyectarla a las pr¨®ximas d¨¦cadas.
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