Olvidados entre El Asad y el desierto
Los 395.000 refugiados que han huido de la guerra en Siria hacia Jordania sobreviven en campamentos vallados sin apenas comida y sin atenci¨®n m¨¦dica
Quedarse en Siria significaba, para muchos, la muerte. Huyeron del infierno de la guerra y de los bombardeos incesantes del Gobierno, para verse ahora encerrados por vallas en medio del desierto, sin comida suficiente, con el agua racionada, faltos de atenci¨®n m¨¦dica decente y con poco m¨¢s que hacer que esperar a que el r¨¦gimen de Bachar El Asad caiga, como han ca¨ªdo ya m¨¢s de 70.000 personas en el conflicto. Hay en Jordania 395.000 refugiados sirios, seg¨²n el Gobierno. Este no les puede ofrecer toda la asistencia alimentaria y m¨¦dica que necesitan, y ha pedido ayuda a la comunidad internacional para evitar una crisis humanitaria.
La vida en el campo de Zaatari no les es grata a los refugiados, que en su mayor¨ªa proceden de Deraa, la ciudad sure?a de Siria en la que comenz¨® la revuelta en 2011. La frontera est¨¢ a 22 kil¨®metros. Algunas noches, como la del viernes, en que cruzaron la frontera 2.851 personas, se oyen explosiones a lo lejos, la prueba de que el r¨¦gimen resiste. Para entrar y para salir por los puestos de control de Zaatari se necesita un permiso. La comida -cajas con arroz, lentejas, aceite, az¨²car y latas- se reparte cada 15 d¨ªas. El agua potable se administra en bidones de pl¨¢stico.
Pelal Hajali, de 22 a?os, cruz¨® la frontera con el pie destrozado. Casi lo perdi¨® en un bombardeo del r¨¦gimen. Hu¨ªa "de los ataques, de los incendios y de las matanzas", seg¨²n dice. Ahora va al hospital de campa?a y no le dan m¨¢s que analg¨¦sicos. No lo esconde: quiere irse. Le amarga sobre todo el no poder ducharse a diario. Pero no tiene ad¨®nde acudir fuera de este campo. "Y por lo que s¨¦, El Asad podr¨ªa quedarse en el poder 20 a?os", dice, con amargura.
Los privilegiados del campo viven en contenedores de metal. Son los menos. La inmensa mayor¨ªa duerme en tiendas de campa?a donadas por Naciones Unidas, que hierven en el calor del d¨ªa, son un coladero para el fr¨ªo de la noche y parece que vayan a volar cuando soplan los vientos del desierto. Familias enteras duermen en esas tiendas. Para calentarse, no hay m¨¢s remedio que encender por la noche una l¨¢mpara de gas, poco amiga de la lona. El martes una ni?a de siete a?os muri¨®, despu¨¦s de que se incendiara la tienda en que dorm¨ªa.
La mayor¨ªa de estos refugiados ya no tiene m¨¢s posesi¨®n que estas tiendas, esparcidas por seis kil¨®metros cuadrados de desierto. Muchos huyeron a Jordania porque El Asad destroz¨® sus hogares con bombardeos. En julio de 2012 se abri¨® formalmente este campo, con capacidad inicial para 30.000 personas. Hoy alberga a 1000.000, de los que un 75% son mujeres y ni?os.
¡°Esto no es un hogar. Est¨¢bamos mucho mejor viviendo en Siria¡±, asegura Mahdi Taani, de 42 a?os, que vive en uno de los contenedores de metal, de unos cinco metros cuadrados, junto a su familia, de nueve miembros. Comenz¨® a plantearse huir a Jordania cuando las explosiones fueron aumentando en frecuencia. Tom¨® la decisi¨®n al ver que los hijos de sus vecinos, ni?os muchos de ellos, mor¨ªan en los ataques. "El Asad es cobarde de naturaleza. Acabar¨¢ ape¨¢ndose pronto", vaticina. "Durante 40 a?os vivimos con miedo en mi pa¨ªs. Por miedo no protestamos. Pero ese tiempo se ha acabado".
De la guerra en Siria han huido ya m¨¢s de 857.000 personas. Jordania es el pa¨ªs que m¨¢s desplazados ha recibido. Un tercio de ellos vive en tres campos de refugiados. El Gobierno est¨¢ construyendo el cuarto. Un consorcio de organizaciones humanitarias ha pedido a la comunidad internacional ayudas para los desplazados por valor de 1.000 millones de euros, de los que s¨®lo se ha recibido un 3%.
En esta villa de miseria el peor enemigo es el clima. En enero, una tormenta convirti¨® los caminos en lodazales. Vientos de 60 kil¨®metros por hora se llevaron por delante muchas viviendas. Cuando los cooperantes internacionales entregaban pan, la frustraci¨®n de los refugiados se convirti¨® en rabia, y acabaron atac¨¢ndoles con piedras y palos. Los disturbios son frecuentes, sobre todo cuando corresponde el reparto de las tiendas que tan precariamente protegen del fr¨ªo y del calor.
"La comunidad internacional debe actuar. No s¨®lo se puede depender de buenas intenciones. Y si no se hace nada ahora, ?cu¨¢ndo?", asegura Anmar Al Nimer Al Hmoud, coordinador del comit¨¦ especial del Gobierno de Jordania para los refugiados sirios. "La econom¨ªa de Jordania ya est¨¢ por s¨ª misma en una situaci¨®n dif¨ªcil. A medida que llegan m¨¢s refugiados, las quejas de la ciudadan¨ªa van en aumento. Hay protestas sobre todo cuando hay revueltas en los campos. La polic¨ªa destacada ha sido agredida, algunos agentes han resultado heridos. Ya se han o¨ªdo incluso peticiones de castigo por parte de las tribus que viven cerca del campo".
La mitad de los residentes del campo tiene menos de 20 a?os. Entre las deplorables condiciones de vida y el mucho tiempo libre, nacen las ganas de volver a Siria. Hamad Haraki, de 19 a?os, no puede esperar a irse. Huy¨® a Jordania con su madre y cinco hermanos para asegurarse de que estos llegaban bien. Hoy pasa sus d¨ªas recorriendo el campo sin m¨¢s ocupaci¨®n. Sue?a con unirse al Ej¨¦rcito Libre Sirio. ¡°Yo ser¨¦ un m¨¢rtir por la libertad¡±, asegura. Dice haber pedido el permiso de salida hace 15 d¨ªas, pero aun no ha obtenido respuesta. En cuanto lo tenga cruzar¨¢ la frontera de nuevo, y se dispondr¨¢ a dar la vida en la resistencia.
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