La venganza del empresario indignado
Suiza vota mayoritariamente limitar las remuneraciones de los ejecutivos Esta es la historia del hombre que impuls¨® el refer¨¦ndum
El 2 de octubre de 2001 est¨¢ grabado en la memoria de los suizos como un trauma nacional. Ese d¨ªa se hundi¨® la compa?¨ªa a¨¦rea de bandera, la legendaria Swissair. Sus aviones se quedaron en tierra porque la empresa no ten¨ªa liquidez para pagar el combustible o los derechos aeroportuarios. Toda una humillaci¨®n nacional que adem¨¢s puso al borde de la ruina a un peque?o empresario, Thomas Minder, el proveedor de los productos de aseo de la compa?¨ªa. Cuando, con posterioridad, el responsable de Swissair, Mario Corti, fue recompensado con nueve millones de euros de indemnizaci¨®n, Minder decidi¨® poner en marcha una sofisticada venganza contra los ejecutivos de las grandes empresas. El pasado domingo, al fin, la culmin¨®.
Ese d¨ªa los suizos votaron contundentemente a favor de limitar las remuneraciones de los altos cargos de las empresas cotizadas en Bolsa y acabar con los ¡°paraca¨ªdas dorados¡± o los bonus para ejecutivos de empresas en dificultades financieras.
Del resultado, con un 67,9% de votos favorables, sorprendi¨® que por primera vez en mucho tiempo todos los cantones votaron en una misma direcci¨®n. Sin distinciones entre las partes de habla alemana, francesa o italiana. S¨ªntoma claro de un hartazgo de proporciones b¨ªblicas.
Minder, de 52 a?os, amante de la ornitolog¨ªa y propietario de una f¨¢brica de productos de ba?o con 120 a?os de historia, no pod¨ªa entender c¨®mo Corti, tras hundir y desmembrar Swissair ¡ªposteriormente adquirida a precio de saldo por Lufthansa¡ª, recibiera nueve millones de euros en concepto de ¡°paraca¨ªdas dorado¡±. ?l ten¨ªa un contrato de medio mill¨®n de euros con la compa?¨ªa. ¡°No pod¨ªa quedarme indiferente ante un robo de esa magnitud. Que se paguen tales sumas a ejecutivos que no han hecho su trabajo me pareci¨® intolerable. Entonces decid¨ª actuar¡±, explica con pasi¨®n Minder.
Minder decidi¨® actuar cuando el responsable del hundimiento de Swissair fue indemnizado con nueve millones
Comenz¨® en soledad su particular cruzada contra el establishment empresarial suizo. Los primeros 80.000 euros para su campa?a los puso de su bolsillo. ¡°Muy pronto me di cuenta de que escribir cartas en la prensa no serv¨ªa de nada. Entonces decid¨ª invertir en una campa?a de denuncia. Recib¨ª en 48 horas m¨¢s de 3.000 cartas de apoyo de personas que se ofrecieron a darle forma al texto de la iniciativa. Un texto perfecto, sin fisuras ni posibles escapatorias para las empresas tentadas de hacer trampas¡±, comenta.
Pero Minder se enfrentaba a enemigos muy poderosos personificados en Economiesuisse, el lobby que agrupa a las grandes empresas. Un enemigo capaz de invertir seis millones de euros en una campa?a de relaciones p¨²blicas para vender al pueblo la inviabilidad de la que se conoci¨® como Iniciativa Minder agitando el espantajo del riesgo de una fuga de empresas del pa¨ªs.
El empresario atiende a EL PA?S en la sede del Parlamento suizo. Este hombre de mirada azul acero es hoy consejero de Estado independiente. Tras conseguir reunir en 2008 cerca de 115.000 firmas para poder lanzar formalmente el refer¨¦ndum del domingo pasado, decide en 2011 presentarse a las elecciones. ?l es ahora uno de los llamados ¡°pol¨ªticos milicianos¡±, que mantiene su trabajo para vivir.
Su batalla contra los ejecutivos no es ideol¨®gica. ¡°Yo no tengo nada de ide¨®logo de izquierdas¡±, responde entre divertido y molesto. ¡°Pertenezco a la derecha burguesa y liberal. En Suiza, la izquierda quisiera imponer que ning¨²n salario pueda superar en 12 veces al del m¨¢s modesto empleado de una empresa. Estoy en contra de esas limitaciones que quieren imponer los socialistas. No quiero control del Estado. Lo que quiero es devolver el poder a los accionistas y que el pueblo detente el poder pol¨ªtico real. No los partidos¡±.
Para Thomas Minder, hombre de elegancia impecable, existe un libro sagrado. Se llama C¨®digo de Obligaciones, la legislaci¨®n que rige las sociedades an¨®nimas. ¡°Este c¨®digo establece de manera categ¨®rica que el 100% de los dividendos de una empresa deben revertir en los accionistas y que solo ellos pueden decidir dar recompensas a los ejecutivos que destacan en su gesti¨®n. Pero es inadmisible que se lleve un bonus alguien que dirige una empresa que da p¨¦rdidas o despide empleados¡±. Eso va a cambiar ahora con su iniciativa. Otras medidas concretas que emanan de la futura regulaci¨®n llegan hasta la previsi¨®n de penas de c¨¢rcel firme de tres a?os (o m¨¢s) y multas que pueden llegar a seis salarios anuales para quienes violen las nuevas reglas.
Entre las numerosas acusaciones que Minder hace al establishment helv¨¦tico, una de las principales es que no existe ninguna relaci¨®n entre las remuneraciones de los altos ejecutivos y sus resultados. ¡°No existen las leyes de mercado en este mundo; solo el compadreo y los amiguetes que se reparten la tarta¡±, sentencia. Minder insiste en que su iniciativa no es de derechas ni de izquierdas. ¡°Encabezo un movimiento popular, en la m¨¢s pura tradici¨®n de la democracia directa suiza¡±.
?Pero qu¨¦ es la ¡°democracia directa suiza¡±? Daniel Ord¨¢s, abogado suizo-espa?ol, autor del libro Espa?a necesita democracia directa, presentado recientemente, explica: ¡°Consiste en dos elementos: las iniciativas y los referendos. Si recoge suficientes firmas, el pueblo vota si quiere esa ley y entra en vigor como si la hubiera elaborado el Parlamento¡±. Ord¨¢s no cree que Iniciativa Minder afecte a la econom¨ªa suiza. ¡°M¨¢s bien creo que esta decisi¨®n popular servir¨¢ de ejemplo para los Gobiernos europeos, cuyos ciudadanos no tienen derecho a elegir¡±.
Minder aprovecha para reforzar su reci¨¦n respaldado discurso: ¡°Europa tiene miedo al voto popular y a la democracia directa. Cuando la democracia muestra su verdadero poder da mucho miedo, porque prueba que la pol¨ªtica se puede hacer a favor del pueblo, y no en su contra. A menudo pienso que la principal exportaci¨®n de Suiza al mundo tendr¨ªa que ser nuestra democracia directa. Si no queremos que se incendien las calles de Europa, tenemos que devolver el poder a los pueblos¡±.
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