La barrera hist¨®rica de los dos tercios
Al igual que el c¨®nclave que eligi¨® a Juan Pablo II quebr¨® una tradici¨®n de 500 a?os de papas italianos, en este puede ocurrir una sorpresa semejante
La historia de la elecci¨®n de los papas ha pasado por todas las vicisitudes imaginables. Hasta llegar a los c¨®nclaves de hoy, en la forma de elegir al sucesor del obispo de Roma lleg¨® a ocurrir de todo. Los papas, despu¨¦s de experiencias a veces dram¨¢ticas, otras humor¨ªsticas, fueron cambiando las normas de la elecci¨®n del Pont¨ªfice para irla perfeccionando.
La regla de la necesidad de los dos tercios de votos que rige hasta hoy es lo que hace posibles muchas de las sorpresas a las que nos tienen acostumbrados los c¨®nclaves. Es all¨ª dentro donde, las m¨¢s de las veces, se forjan candidaturas alternativas ante la imposibilidad de conseguir los dos tercios de los que entraron papables y no dan su voto a los contrincantes, como fue evidente en el c¨®nclave en el que sali¨® elegido el polaco Karol Wojtyla. Los seguidores de los dos papables italianos, los cardenales Giuseppe Siri y Giovanni Benelli se cerraron en banda y ninguno de ellos daba el voto al contrario. Se decidi¨® as¨ª buscar a un no italiano.
?Crece la idea de que, al igual que el c¨®nclave que eligi¨® a Juan Pablo II quebr¨® una tradici¨®n de 500 a?os de papas italianos ¡ªal no conseguir ning¨²n italiano los dos tercios¡ª tambi¨¦n esta vez pueda ocurrir algo semejante. Sobre todo porque se trata de un c¨®nclave at¨ªpico y con numerosas inc¨®gnitas. La incertidumbre ante la gravedad de los hechos de corrupci¨®n y de las intrigas internas del Vaticano que agitan a la Iglesia, y que han hecho dimitir a Benedicto XVI, ha removido todas las certezas. Se enfrentan dos corrientes, los que quieren centrar la renovaci¨®n en la simple reforma de la Curia, y los cardenales de la periferia que pretenden mucho m¨¢s: un di¨¢logo abierto con el mundo y sus graves desaf¨ªos de hoy.
Solo a partir de Nicol¨¢s II, en 1059, fueron los cardenales los ¨²nicos electores del Papa. Antes lo eleg¨ªan tambi¨¦n sacerdotes y hasta di¨¢conos. Para evitar que peque?os grupos de presi¨®n, manejados por el poder pol¨ªtico de reyes y emperadores, pudieran elegir enseguida al Papa, en 1079 se decidi¨® que ser¨ªan necesarios dos tercios de los votos para que la elecci¨®n fuera v¨¢lida. Y solo en 1621 empez¨® el voto a ser secreto. Fue P¨ªo X, qui¨¦n elimin¨® el veto que exist¨ªa sobre la elecci¨®n papal por parte de los emperadores de entonces.
Se enfrentan dos corrientes, las que centran la renovaci¨®n en la simple reforma de la Curia, y los cardenales que pretenden? un di¨¢logo abierto con el mundo?
Hasta Pablo VI, la elecci¨®n del Papa pod¨ªa realizarse en cualquier lugar. Solo a partir de Juan Pablo II se introdujo la obligaci¨®n de hacerlo en la Capilla Sixtina. Poco a poco el c¨®nclave cerrado a cal y canto se fue revistiendo de sacralidad y misterio, con las papeletas de las votaciones colocadas en un cop¨®n que se usa para la eucarist¨ªa; en bandejas de plata, con la letra de los cardenales deformada y enseguida quemadas en la que se ha convertido la estufa m¨¢s famosa del mundo.
Excomuniones y castigos para los que violen el secreto al mismo tiempo que hoy los cardenales no pueden usar ni el m¨®vil ni el Twitter. Y al mismo tiempo, bajo esa capa de sacralidad, en las horas de encierro del c¨®nclave se desarrollan compromisos, compra y venta de votos, se traman intrigas, vetos y hasta amenazas, junto con halagos y solemnes confesiones de fe y humildad. Y muchas oraciones.
Hay gran incertidumbre ante la gravedad de los hechos de corrupci¨®n y las intrigas internas del Vaticano?
Se habla siempre del c¨®nclave m¨¢s largo de la historia, el celebrado en la catedral de Orvieto en 1268 tras la muerte de Clemente IV. Dur¨® la friolera de dos a?os y nueve meses. La gente, que entonces participaba activamente a las elecciones del Papa con pasi¨®n religiosa y pol¨ªtica, acabaron destejando la catedral para que les lloviera encima a los cardenales y les dejaron a pan y agua, hasta que eligieron a Gregorio X.
El m¨¢s corto de los ¨²ltimos tiempos fue el que invisti¨® a Juan Pablo I, con solo 12 horas, pero hay que significar que su pontificado ser¨ªa tambi¨¦n el m¨¢s breve: 33 d¨ªas.
Ha habido otros c¨®nclaves rocambolescos, como el que eligi¨® a Julio III tras la muerte de Pablo II, en 1549. Eran los tiempos en los que los emperadores actuaban directamente en los nombramientos. Estaban la fracci¨®n francesa y la romano-germ¨¢nica.
Aquel c¨®nclave dur¨® 73 d¨ªas. Los cardenales franceses se enteraron solo diez d¨ªas despu¨¦s de la muerte de Pablo III. Los de la facci¨®n del emperador germ¨¢nico estaban en Roma en su mayor¨ªa y empezaron enseguida a negociar el candidato a la sucesi¨®n. No fue celebrada la elecci¨®n en la Capilla Sixtina, que hab¨ªa sido reservada para los 19 cardenales enfermos. Faltaban a la cita 14 cardenales franceses. Los que se hallaban en Roma no esperaron y empezaron las votaciones. El cardenal Reginald Pole lleg¨® a tener 26 votos, dos menos del qu¨®rum necesario. Uno de los papables, Ridolfi, muri¨® durante el c¨®nclave y se dijo que hab¨ªa sido envenenado. Los franceses que avisaron de que estaban llegando amenazaron con elegir a un antipapa si no los esperaban.
La confusi¨®n fue total. En el c¨®nclave estaban presentes 50 cardenales y 400 personas de fuera entre ellos embajadores y enviados por los emperadores. ¡°Est¨¢ m¨¢s abierto que cerrado¡±, gritaban los cardenales aludiendo al c¨®nclave. Ante el alargarse de las votaciones, se les disminuy¨® a los cardenales la comida y empezaron a cerrarle las ventanas. Fue algo m¨¢s eficaz que todos los vetos imperiales. Enseguida, el 7 de febrero eligieron por unanimidad a Julio III. El hambre y la oscuridad hicieron el milagro.
Hubo un c¨®nclave en el que la elecci¨®n fue f¨¢cil, Una paloma se pos¨® en el hombro de uno de los cardenales. Dicho y hecho. No hubo ni votaci¨®n. Fue aclamado. Lo que no explica la historia es por donde entr¨® o qui¨¦n llev¨® la paloma hasta el c¨®nclave cerrado a cal y canto.
Son solo botones de la rica y agitada historia de los 75 c¨®nclaves realizados hasta hoy, cada uno de ellos, hijo de su tiempo y de esa mezcla de una Iglesia mitad espiritual y mitad pol¨ªtica, mitad santa y mitad pecadora. De una Iglesia en la que el tiempo se mide no con los relojes digitales sino con los de la eternidad.
Lo cierto es que si uno repasa la historia de los papas, los modernos, en comparaci¨®n con los de siglos atr¨¢s, son modelos de santidad y sentido y libertad.
Que un Papa no pueda antes de morir regalar t¨ªtulos de nobleza a toda su familia, ya es un paso adelante. El ¨²ltimo que lo hizo fue P¨ªo XII, pr¨ªncipe Pacelli. O sea, ayer.
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