Entre Pablo VI y Benedicto XVI
El nuevo Pont¨ªfice inaugura su papado con el anillo en plata de Montini y el palio de su antecesor
El papa Francisco se present¨® ayer al mundo sentado en un trono bajo palio de terciopelo rojo. Grandes alfombras del mismo color creaban un espacio exclusivo, en el sagrado de la bas¨ªlica de San Pedro. Un escenario magn¨ªfico creado por Guido Marini, el maestro de ceremonias de su antecesor, en perfecta ejecuci¨®n de una normativa, la del rito de inauguraci¨®n del pontificado, establecida por Benedicto XVI.
La misa de entronizaci¨®n del papa jesuita fue, en parte, una manifestaci¨®n de los gustos de su antecesor, Joseph Ratzinger, un amante de las viejas liturgias, que ha visto siempre en la magnificencia del ceremonial de la Iglesia un s¨ªmbolo de su espiritualidad. No fue la ¨²nica huella de Benedicto XVI en la misa de ayer. Los cardenales que concelebraron con el Papa repitieron casulla dorada, la misma que lucieron en la misa de 24 de abril de 2005, cuando comenz¨® la era Ratzinger, y el papa Francisco recibi¨® un palio (una tela de lana color crudo, s¨ªmbolo de su ministerio), id¨¦ntico al de su antecesor. La misa se desarroll¨® como estaba previsto, al aire libre, bajo un sol suave de primavera, en un altar entoldado de blanco.
Los cantos en lat¨ªn y en griego acompa?aron a las lecturas en ingl¨¦s y en espa?ol. El Papa, vestido con casulla blanca, de dise?o simple y l¨ªneas rectas, y tocado con una discreta mitra, recorri¨® el camino previsto, sin saltarse el protocolo. Rez¨® ante la tumba del ap¨®stol San Pedro, en la cripta vaticana, acompa?ado por los l¨ªderes de las iglesias orientales, y atraves¨® la imponente bas¨ªlica al frente de una procesi¨®n largu¨ªsima de cardenales y di¨¢conos.
Pero no todo era herencia de su antecesor. El otro s¨ªmbolo de su ministerio, el anillo del pescador que le entreg¨® el cardenal decano, Angelo Sodano, era una reproducci¨®n en plata, ba?ada en oro, del que llevara Pablo VI, hace m¨¢s de 35 a?os. No ser¨ªa dif¨ªcil atribuir alg¨²n simbolismo a este gesto. Frente a la joya exquisita, en oro, que portaba Ratzinger, Bergoglio se inclina por la plata y el dise?o sobrio de Giovanni Battista Montini, el papa que llev¨® a t¨¦rmino el Concilio Vaticano II.
El Pont¨ªfice se atuvo punto por punto al ritual marcado por Ratzinger, aunque con la sobriedad que le caracteriza. En id¨¦ntica situaci¨®n, hace ocho a?os, Benedicto XVI luci¨® una casulla dorada rutilante, y envuelto en ella se pase¨® entre la multitud a bordo de un jeep, al final de la misa que le coronaba como 265? pont¨ªfice de la Iglesia Cat¨®lica.
Francisco se atuvo al ritual marcado por Ratzinger, pero con la sobriedad que le caracteriza
Bergoglio prefiri¨® tomar contacto con la gente, aunque manteniendo las distancias, antes de vestir los paramentos lit¨²rgicos. Baj¨® del jeep un momento, para abrazar a un hombre con discapacidad, pero apareci¨® cansado, sin sombra de la energ¨ªa que ha demostrado a lo largo de esta intensa la semana. Al bajar las escaleras de la cripta vaticana, fue sostenido por sus ayudantes. Tambi¨¦n, m¨¢s de una vez, al subir al altar. Como si, de repente, el peso de los problemas de la Iglesia le hubiera ca¨ªdo sobre los hombros.
No improvis¨® en ning¨²n momento, y su discurso no tuvo frases rompedoras. Quiz¨¢s no era la ocasi¨®n. Lo que parece claro es que no calzar¨¢ los tradicionales zapatos rojos que hiciera famosos Ratzinger, obra de artesan¨ªa de un zapatero italiano y no de la firma Prada, como se ha repetido muchas veces. Y que no lucir¨¢ el camauro, el antiguo sombrero de terciopelo rojo forrado de armi?o (sint¨¦tico), que luc¨ªa Ratzinger para asombro del mundo.
El nuevo Papa tiene un estilo propio. Sigue residiendo en la suite de la Casa Santa Marta, un hotel destartalado y nada lujoso, que se construy¨® por orden de Juan Pablo II para albergar a los cardenales en los c¨®nclaves. La noche de su elecci¨®n cen¨® all¨ª con los 114 purpurados que participaron en la elecci¨®n, la mayor¨ªa de los cuales ¡ªun centenar, seg¨²n el diario italiano La Repubblica¡ª le escogieron para que dirigiera a la Iglesia e hiciera frente a los retos que plantea el siglo XXI.
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