La alianza Thatcher-Reagan defini¨® el final del siglo XX
Odiaban en igual grado el comunismo y trabajaron juntos para combatirlo contribuyendo a la derrota de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en Afganist¨¢n
Margaret Thatcher y Ronald Reagan formaron una alianza personal y pol¨ªtica que revitaliz¨® el movimiento conservador en el mundo entero, potenci¨® la cooperaci¨®n estrat¨¦gica entre Estados Unidos y el Reino Unido y, en ¨²ltima instancia, contribuy¨® de forma determinante a poner fin al comunismo y ratificar el predominio universal del capitalismo.
Thatcher y Reagan coincidieron en un periodo hist¨®rico en el que el proyecto de la izquierda languidec¨ªa despu¨¦s de varias d¨¦cadas de disputas internas. Mientras en el Reino Unido Thatcher resucitaba los valores conservadores frente a un laborismo sindicalizado y burocratizado, en EE UU Reagan devolv¨ªa la dignidad a la derecha tras el esc¨¢ndalo del Watergate y contra un Partido Dem¨®crata a¨²n anclado en la ideolog¨ªa estatista de los a?os cincuenta y sesenta.
Thatcher y Reagan promovieron la misma agenda reformista: bajos impuestos, reducciones del gasto social, todo el poder al mercado, m¨¢xima libertad para la iniciativa privada y constantes restricciones a la actividad del sector p¨²blico. El estado era, para ambos, el problema, no la soluci¨®n.
Su coincidencia en el poder fue decisiva para que esa pol¨ªtica prosperase y se consolidase como doctrina universal pr¨¢cticamente hasta la reciente crisis de 2008. Thatcher, m¨¢s atrevida y mejor instruida, sirvi¨® de argumento al presidente norteamericano para impulsar su propio proyecto. Reagan, con m¨¢s poder y m¨¢s carisma, fue un apoyo vital para que la primera ministra brit¨¢nica consolidara su posici¨®n.
Tanto Thatcher como Reagan establecieron un buen entendimiento con Mijail Gorbachov. Ese tr¨ªo acab¨® redise?ando Europa en los a?os ochenta
La conexi¨®n personal entre ambos contribuy¨® a extender los efectos de su alianza m¨¢s all¨¢ de las fronteras de ambos pa¨ªses y, en realidad, a marcar una ¨¦poca. Ambos aceptaban ser de extracci¨®n popular y presum¨ªan de conectar con el sentimiento de los ciudadanos comunes. Odiaban al intelectualismo y todo lo que ¨¦ste tiene de elitismo y artificialidad.
Odiaban en igual grado el comunismo y trabajaron juntos para combatirlo, contribuyendo, por ejemplo, a la derrota de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en Afganist¨¢n. Confiados, sin embargo, en su instinto y en el valor de las relaciones personales ¨Cambos cre¨ªan en las personas y aborrec¨ªan a la sociedad-, tanto Thatcher como Reagan establecieron un buen entendimiento con Mijail Gorbachov. Ese tr¨ªo acab¨® redise?ando Europa en los a?os ochenta.
Thatcher y Reagan tuvieron un momento de fricci¨®n durante la guerra de las Malvinas. El presidente norteamericano, defendiendo al mismo tiempo los intereses de su pa¨ªs en su propio continente, pidi¨® a su amiga una actitud m¨¢s prudente, a lo que ella se neg¨®. El episodio, no obstante, no dej¨® heridas en la relaci¨®n. Al contrario, el Reino Unido, robustecido en su viejo papel de potencia militar, estrech¨® su relaci¨®n con Washington y, posteriormente, fue una pieza vital en varias operaciones de EE UU en el exterior, entre ellas las dos guerras del Golfo.
Thatcher y Reagan se admiraban mutuamente y da la impresi¨®n de que llagaron a quererse. Se ha contado que la muerte del presidente norteamericano en 2004 fue un mazazo para la anciana gobernanta, que entonces ya viv¨ªa sus horas tristes de enfermedad y soledad.
Hoy ambos son mitos que trascienden su obra y su tiempo. El viejo vaquero cinematogr¨¢fico y la hija del tendero forman parte de la simbolog¨ªa de sus respectivas naciones y ser¨¢n por siempre reconocidos por ello. Sus pol¨ªticas causaron sufrimiento a millones de personas abandonadas por el estado del bienestar y provocaron un fanatismo mercantilista que, con los a?os, llev¨® al sistema a su peor crisis en cerca de un siglo.
Son, por tanto, figuras discutidas y claramente discutibles. Pero, al mismo tiempo, seguramente necesarias en la era en que les toc¨® vivir y, sin lugar a dudas, excepcionales. Ni Thatcher ni Reagan han encontrado a¨²n sucesores a la altura de su memoria. Desde que ella sali¨®, por el 10 de Dowing Street solo han pasado conservadores de segunda fila, y fue quiz¨¢ un laborista, Tony Blair, quien m¨¢s se ajust¨® a la talla de sus zapatos. Tampoco por la Casa Blanca han desfilado republicanos que hayan hecho olvidar a Reagan, ni que se le hayan aproximado en liderazgo o popularidad. Reagan sigue siendo la estrella que gu¨ªa a su partido y el espejo en el que se miran los candidatos a la presidencia.
Hasta Barack Obama elogi¨® la personalidad de Reagan en su campa?a de 2008. Obama tambi¨¦n despidi¨® este lunes a Thatcher con fanfarrias sobre ese inolvidable matrimonio pol¨ªtico de los ochenta: ¡°Aqu¨ª en EE UU, muchos de nosotros nunca olvidaremos que Thatcher, hombro a hombro con el presidente Reagan, recordaron al mundo que no tenemos que conformarnos con seguir los acontecimientos de la historia, sino que podemos decidirlos, con convicci¨®n moral, coraje ilimitado y voluntad de hierro¡±. De hierro.
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