Econom¨ªa para futuros presidentes
Antes de que hubiera pol¨ªtica, hubo econom¨ªa. Si cree que es presidencial definir los precios y las cantidades de lo que se produce y se intercambia, est¨¢ equivocado
Antes de que hubiera pol¨ªtica, hubo econom¨ªa. Si la econom¨ªa no funciona, y las personas no pueden gozar de una vida buena, la comunidad se disuelve, escribi¨® Arist¨®teles. El ¨¢nimo de juntarse en sociedad, de dos o m¨¢s familias, resulta de que unidas les va mejor.
Desde el principio de los tiempos, los seres humanos cazamos en bandas. Las presas que val¨ªan la pena y que daban carne para semanas o meses, eran de tama?o, e incluso habilidades, muy superiores a cada cazador individual. Para vencerlas se necesitaba la acci¨®n concertada de varios cazadores. Separaban de la manada a un mamut o un rinoceronte lanudo, y, con gran peligro, lo empujaban hacia un desfiladero. La carne que se recuperaba era el resultado de ese contrato primigenio entre las familias. Las mujeres se dedicaban a la recolecci¨®n de frutas, ra¨ªces, nueces, miel y huevos. Esa divisi¨®n del trabajo fue esencial en el desarrollo de destrezas, t¨¦cnicas, armamentos, reciprocidad e instituciones.
Desde los cazadores y recolectoras de hace 400.000 a?os, hasta hoy, cuando hay una econom¨ªa tremendamente sofisticada y el trabajo dividido en millones de actividades, vale el principio aristot¨¦lico de que la uni¨®n debe ser mutuamente beneficiosa, de lo contrario la sociedad se disuelve.
La primera lecci¨®n para futuros presidentes es, pues: si se rompe el principio de que la colaboraci¨®n es mutuamente beneficiosa, se llega a que la econom¨ªa no funcione y la sociedad se disuelva. Puede que lenta e imperceptiblemente. Un s¨ªntoma de esa disoluci¨®n ser¨¢ que sus miembros emigren de forma permanente a otra sociedad donde la econom¨ªa y la colaboraci¨®n s¨ª funcione. Dos casos paradigm¨¢ticos est¨¢n a mano: de Venezuela han salido ocho millones de personas y de la Colombia actual salen 1.000 al d¨ªa. Algo equivocado hacen en la econom¨ªa para que eso suceda.
La segunda lecci¨®n tiene que ver con la simpat¨ªa y la antipat¨ªa. Hace 250 a?os un agudo observador constat¨® que en cada transacci¨®n se forman unas micro-sociedades econ¨®micas, muchas de las cuales se repiten. La madre de familia conoce a las marchantas de la plaza de mercado a las que les compra cada semana, y al panadero al que visita cada d¨ªa, y al verse se saludan con amabilidad. ?l le dice cu¨¢l pan acaba de salir y est¨¢ caliente, y aquella se?ala la fruta m¨¢s fresca.
Esa simpat¨ªa es un sentimiento moral que se desarrolla por el mutuo beneficio de comprar y vender. En el mejor inter¨¦s del panadero, el plomero, el ferretero y el vendedor de muebles, est¨¢ darnos un buen producto que nos haga sus clientes, y que queramos hablar bien de ¨¦l o ella, y volver a comprarle cuando surja la necesidad.
No es sobre el odio, la desconfianza y la antipat¨ªa que se basan las miles de transacciones que hacemos cada mes. Es sobre el inter¨¦s mutuo, que implica un trato comedido y respetuoso, en el que el vendedor sabe qu¨¦ necesita el comprador, y cumple complacido con la entrega de su producto, bien sea un objeto o un servicio, con la esperanza de que regrese.
Si como presidente cree que en el odio entre la gente, y la antipat¨ªa o la disociaci¨®n entre empresarios y trabajadores, es donde radica la clave, destruir¨¢ su econom¨ªa. La econom¨ªa se basa en el inter¨¦s mutuo y en la simpat¨ªa de encuentros repetidos entre personas que se conocen, respetan y establecen relaciones estables de cliente y vendedor. Eso es a¨²n m¨¢s cierto si la relaci¨®n de trabajo (a pesar de muchos malos jefes que hay por ah¨ª). la relaci¨®n entre empleado y empleador es mutuamente beneficiosa y tiene un fundamento de respeto y simpat¨ªa. No de odio y antipat¨ªa. El agudo observador era un escoc¨¦s llamado Adam Smith.
La tercera lecci¨®n de la econom¨ªa es que no hay nada m¨¢s misterioso que un precio. Encierra un sinn¨²mero de consideraciones sofisticadas tanto del lado de quien vende, como de quien compra. El primero, el vendedor, debe asegurarse de que sus costos son cabalmente tenidos en cuenta; de los cuales hay muchos tipos: salarios, arriendo del local, inter¨¦s de un pr¨¦stamo, materias primas, maquinaria, entre otros; con lo cual, no s¨®lo debe saber de la t¨¦cnica de producir (ser un buen panadero o productor de autos, etc.), sino adem¨¢s conocer en detalle c¨®mo contabilizar el efecto de cada uno de esos costos en el producto individual que entrega al cliente a cambio de un precio.
La buena contabilidad es tan esencial a su negocio como la t¨¦cnica productiva. Si se equivoca en una de las dos (o en la simpat¨ªa), puede volverse inviable m¨¢s pronto que tarde. La mejor definici¨®n de precio, de producci¨®n y de econom¨ªa, es, por ende, que son complicados procesos de aprendizaje de muchas cosas: qu¨¦ tan bueno y eficiente se produce, c¨®mo se compran insumos y maquinaria, c¨®mo se contrata y entrena empleados, c¨®mo se maneja a grupos numerosos para la excelencia y la competencia exitosa, c¨®mo se entiende el cambio de los gustos de los compradores, y as¨ª sucesivamente.
La econom¨ªa cambia continuamente. Por eso requiere un aprendizaje incesante y exigente. El elemento individual m¨¢s importante de ese aprendizaje es el precio del producto. All¨ª se consolida y se condensa la totalidad del aprendizaje. Cuando el vendedor pide tanto dinero por su producto, resume en ese n¨²mero la totalidad de su actividad econ¨®mica, de su capacidad racional, de su ¨ªmpetu de liderazgo y direcci¨®n, en la que se juega la supervivencia de su negocio y el sustento de decenas o cientos de familias. Si usted cree que el valor lo crea s¨®lo el trabajador, no sabe de econom¨ªa y no debe dirigir una sociedad, pues puede terminar por destruirla.
Algo paralelo sucede del lado del comprador. Su psicolog¨ªa, sus preferencias, un delicado c¨¢lculo del costo y el beneficio de cada objeto o servicio que desea, versus su ingreso y su esfuerzo, se activan frente a la vitrina, al observar el precio de algo que quiere. All¨ª tambi¨¦n hay un complejo y continuo aprendizaje.
Cuando los economistas nos muestran la gr¨¢fica con las curvas de oferta y demanda, banalizan un poco qu¨¦ es un precio y qu¨¦ es un mercado. Esa gr¨¢fica mecaniza y oscurece la inmensa riqueza de conocimiento y aprendizaje a la base de cada transacci¨®n.
Asimismo, los bur¨®cratas que creen que los precios de la electricidad, los combustibles, la sal, los tomates o los pasajes del transporte son como controles en un tablero, que ellos pueden subir o bajar a discreci¨®n para producir efectos sociales, se equivocan en materia grave. Esas actitudes trivializan algo que es muy complejo y cr¨ªtico. Y lo destruyen.
La cuarta lecci¨®n para futuros presidentes es que los precios a los que se tranzan las cosas encierran la totalidad de un sofisticado proceso de aprendizaje sobre qu¨¦ y c¨®mo se produce y que t¨¦cnicas se emplean. Los precios consolidan inmensa cantidad de informaci¨®n, y coordinan un sinn¨²mero de actividades diversas, separadas en el tiempo y el espacio, indispensables para poner un producto o un servicio a disposici¨®n de un cliente. Por ende, sea en extremo cuidadoso antes de pretender modificar precios a discreci¨®n, y no le de esa prerrogativa a un bur¨®crata que ignora buena parte de esas consideraciones.
La quinta lecci¨®n es sobre la libertad. En una econom¨ªa sofisticada, en cada momento del tiempo, puede haber unos 25 millones de bienes y servicios, que transan decenas de millones de personas, a lo largo de una extensa geograf¨ªa. Cada punto de esa geograf¨ªa impone costos distintos (no es igual vender en Paraguach¨®n que en Ipiales). Cada uno de esos 25 millones de objetos econ¨®micos viene de un sofisticado proceso de conocimiento y aprendizaje que cambia continuamente.
D¨ªgame usted, futuro presidente o presidenta, si puede haber un proceso centralmente planificado por un cuerpo de bur¨®crata que sepa en cada momento qui¨¦n puede producir qu¨¦ y a qu¨¦ costo; y qui¨¦n quiere qu¨¦ y a qu¨¦ precio.
S¨®lo la actividad libre de decenas de millones de personas, procesando informaci¨®n, que cambia continuamente, calculando y recalculando precios, actividades, costos y procesos, puede ser exitosa en poner durante las 24 horas del d¨ªa, los 365 d¨ªas del a?o, las cosas que la gente necesita para vivir. Eso sucede a trav¨¦s de muchos errores y aciertos. La correcci¨®n de errores es justamente el aprendizaje.
La libertad es para aprender, emprender, conocer, arriesgar, vender, ser simp¨¢tico (o a veces simp¨¢tico a propia su cuenta y riesgo), libertad de equivocarse hoy y acertar ma?ana, y viceversa.
Futuro presidente o presidenta, antes de que hubiera pol¨ªtica hubo econom¨ªa. Antes de que hubiera ciencia, hubo econom¨ªa. La sociedad surgi¨® porque fue mutuamente beneficioso, es decir, econ¨®mico, asociarse. Antes de que hubiera econom¨ªa hubo libertad. Desde los cazadores y recolectoras hasta hoy. Libertad de asociarse, de hacer c¨¢lculos econ¨®micos de costos y beneficios. Libertad de decidir si hago o no algo; qu¨¦ hago, cu¨¢nto, c¨®mo, cu¨¢ndo, d¨®nde, con qui¨¦n, para qui¨¦n, a qu¨¦ precio; si contin¨²o en eso o hago otra cosa.
Si cree que es presidencial sembrar discordia, limitar la libertad, subir y bajar botones en un tablero de control con los que mueve los precios y las cantidades de lo que se produce y se intercambia, est¨¢ equivocado. No debiera ser presidente de nada. No debiera aspirar a serlo tampoco. Ni de la junta del edificio.
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La idea del t¨ªtulo viene del libro ¡°F¨ªsica para Futuros Presidentes¡± de Richard A. Muller, que recomiendo con vehemencia.
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