El dilema de la fe atrapada entre martirio y terrorismo
En la ra¨ªz de ese nuevo concepto de martirio es donde se encuentra la clave del moderno terrorismo
Las religiones han vivido siempre al borde de un abismo. Y suelen atravesarlo aferradas al concepto del viejo martirio o del moderno terrorismo. Nacidas para dar respuesta al misterio de la vida, han acabado muchas veces atrapadas en m¨¢quinas de muerte.
El caso de los terroristas, nacidos al cultivo de la corriente violenta del islamismo, propone una reflexi¨®n acerca de la gravedad de la fe, que deber¨ªa ser liberadora y acaba forjando nuevos terrores.
Las tres grandes religiones monote¨ªstas han ido evolucionado en la visi¨®n de la violencia a lo largo de los siglos.
La religi¨®n del Libro, en su versi¨®n m¨¢s antigua, defend¨ªa el ojo por ojo. No exig¨ªa la violencia contra los diferentes. Dejaba a Yahv¨¦, que se encargase de defender a su pueblo contra los enemigos de Israel.
M¨¢s tarde, primero el talmud, y despu¨¦s Jes¨²s de Nazaret, perfeccionaron el ojo por ojo jud¨ªo, para colocar un muro a la violencia, pasando a aconsejar poner la otra mejilla a quien te abofetea.
En ese concepto de perd¨®n heroico del cristianismo, de devolver bien por mal, es en el que se inspiraron m¨¢s tarde los profetas de la no violencia.
El juda¨ªsmo no tiene en su credo el proselitismo, mientras que el cristianismo y el islamismo se hicieron misioneros tratando de convencer, unas veces por las buenas y otras por las malas, a abrazar su fe en los dem¨¢s.
Llegaron m¨¢s tarde las cruzadas y las inquisiciones que eliminaban al que no creyera como ellos. Y volvi¨® la violencia del brazo de la intolerancia, del no respeto por la fe del otro.
Junto a ello, naci¨® en el cristianismo el concepto de martirio. El creyente, antes de arrodillarse ante los ¨ªdolos, antes de renunciar a su fe, prefer¨ªa morir. Mor¨ªa ¨¦l, no mataba a los dem¨¢s.
En el islamismo, la ¨²ltima en el tiempo de las tres grandes religiones monote¨ªstas, cuya esencia es la compasi¨®n, el concepto de martirio cristiano cambi¨® de signo. El m¨¢rtir ya no se inmola s¨®lo, sino que arrastra con ¨¦l la muerte de los dem¨¢s, de los que no piensan como ¨¦l o no viven como ¨¦l.
En la ra¨ªz de ese nuevo concepto de martirio es donde se encuentra la clave del moderno terrorismo, que en el islamismo se apoya en los preceptos de la fe, y en el mundo pol¨ªtico en la ideolog¨ªa, de derechas o de izquierdas. No importa la muerte del inocente si lo exige la pureza de la idea por la que se lucha y muere.
El peligro de ese cambio de martirio tanto en el campo religioso como pol¨ªtico, es de una gravedad extrema en nuestro mundo tecnologizado en el que basta una olla a presi¨®n para que dos muchachos inteligentes puedan crear muerte y terror.
As¨ª como hoy es infinitamente m¨¢s f¨¢cil que ayer crearse los propios instrumentos de muerte, tambi¨¦n resulta m¨¢s f¨¢cil y aterrador el que sin necesidad siquiera de una organizaci¨®n nacional o internacional, cualquiera, dispuesto al martirio, por su fe, pueda actuar por su cuenta, como un David contra el gigante Goliat.
El David del terrorismo puede ser cualquier creyente que considere que ese Goliat de la vida moderna, del vivir a la occidental, es incompatible con su fe y debe ser eliminado.
El terrorismo se convierte as¨ª en un ideal individual, lo eleva su peligrosidad a la en¨¦sima potencia, ya que cualquiera puede convertirse en una Al Qaeda y actuar por su cuenta y riesgo.
No necesitan ni consignas del exterior. Les basta la convicci¨®n de que, por ejemplo ¡°no entienden a esos americanos¡± o ¡°a esos europeos¡±. No los entienden y juzgan que no tienen el derecho de vivir de forma diferente a la que ellos viven, o les han obligado a hacerlo.
Eliminar al que no act¨²a como ellos ni en su fe ni en sus costumbres, se convierte en un imperativo individual de su propia fe, casi en un mantra, en una llamada del Alt¨ªsimo.
Y es ah¨ª donde reside la peligrosidad de ese moderno concepto de martirio, que no se conforma con su propia inmolaci¨®n en defensa de su fe, sino que arrastra con ¨¦l la exigencia de eliminaci¨®n del diferente.
Sin entender estos engranajes complejos y milenarios de la fe tanto religiosa como ideol¨®gica, y de sus fanatismos, no conseguiremos dar respuesta a las preguntas que surgen cada vez que el terrorismo golpea al mundo moderno.
Si para el isl¨¢mico, la inmolaci¨®n que conlleva la eliminaci¨®n de los otros supone renacer a un mundo sobrenatural mejor, para el terrorista ideol¨®gico, el terrorismo que conlleva en sus entra?as la muerte de inocentes, es vista, como dec¨ªa el ide¨®logo italiano de las Brigadas Rojas, Toni Negri, como ¡°el amanecer de la revoluci¨®n¡±.
Dif¨ªcil en esa explosiva mezcla de fe e ideolog¨ªa defenderse del terror que nos acecha a cada esquina.
Si fueron necesarios dos mil polic¨ªas y la paralizaci¨®n de una ciudad como Boston, para capturar a un muchacho de 19 a?os convertido en terrorista, es f¨¢cil imaginarse lo que podr¨ªa ocurrir si millones de fundamentalistas religiosos o ide¨®logos de la revoluci¨®n, se convirtieran, por su cuenta y riesgo, en otros tantos candidatos a m¨¢rtires.
Bin Laden sigue vivo en cada fan¨¢tico capaz de renunciar a su vida por la causa por la que ¨¦l acab¨® muerto. Y las inquisiciones de cualquier color que sean, siguen coleando en la historia. Olvidar esa cruda realidad, o intentar minimizarla, ser¨ªa la peor de las decisiones.
No basta la psiquiatr¨ªa para entender el moderno terrorismo. Tenemos que acudir a las degeneraciones de los catecismos de la fe o a los manifiestos ideol¨®gicos.
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