Indicios de una reorientaci¨®n hacia el crecimiento
Hollande y Merkel deben actuar de com¨²n acuerdo en la Uni¨®n. Y a nosotros nos toca convencerles
¡°Europa desbordada por el paro¡±, pod¨ªa leerse en Francia esta semana, mientras la prensa norteamericana hac¨ªa una comparaci¨®n poco halag¨¹e?a: el Viejo Continente tiene hoy el mismo n¨²mero de parados que durante la Gran Depresi¨®n de los a?os 30. Aunque esta comparaci¨®n sea cuestionable, dado que la poblaci¨®n actual es muy superior a la de entonces, y pese a que los sistemas de protecci¨®n aten¨²en el impacto, lo que es evidente es que est¨¢n empezando a aparecer los mismos efectos sociopol¨ªticos: auge de los populismos, que hay que tomarse en serio, pues son portadores de desorden y par¨¢lisis (la amenaza m¨¢s seria procede de Grecia, donde hay un partido abiertamente neonazi, pero tampoco hay que perder de vista la multiplicaci¨®n, en Francia, de grup¨²sculos cada vez m¨¢s decididos a dar problemas); desconfianza generalizada, que afecta por supuesto a los Gobiernos en funciones, pero, por desgracia, tambi¨¦n a la misma Uni¨®n Europea, etc¨¦tera. El presidente franc¨¦s, Fran?ois Hollande, fue el primero en pedir una reorientaci¨®n de la UE antes de que la construcci¨®n pol¨ªtica que quer¨ªa poner en marcha alrededor de Angela Merkel quedase debilitada por la salida de Mario Monti del Gobierno italiano. Pero, por fin, estamos asistiendo a una toma de conciencia. Y progresivamente podemos albergar la esperanza de que esta reorientaci¨®n de las pol¨ªticas europeas hacia el crecimiento llegue a ver la luz. Pero, como siempre en Europa, hace falta mucho tiempo: primero para decidir; despu¨¦s para actuar. Y, sobre todo, para convencer a Merkel y, con ella, a la opini¨®n p¨²blica alemana, sobre todo, de que admita: 1) la urgencia de la solidaridad; 2) que la solidaridad puede conjugarse con la flexibilidad; 3) que permanecer bloqueados ser¨ªa infinitamente m¨¢s peligroso.
Ya hay se?ales de este incipiente cambio de orientaci¨®n. Por ejemplo, una declaraci¨®n del presidente de la Comisi¨®n, Manuel Barroso, que admit¨ªa que las pol¨ªticas de austeridad han tocado fondo; o el plazo que esa misma Comisi¨®n ha concedido a Espa?a antes de conced¨¦rsela a otros pa¨ªses para volver a la senda de los d¨¦ficits aceptables; o la demanda de la UE a los Estados y a los Gobiernos para crear un fondo especial para el empleo juvenil. Pues, a decir de Herman Van Rompuy (que har¨ªa bien en expresarse m¨¢s a menudo), ¡°demasiados j¨®venes tienen la sensaci¨®n de que alguien oprimi¨® el bot¨®n de pausa de sus vidas porque se les impide proyectarse hacia el futuro¡±. Otro ejemplo son los posicionamientos de cada vez m¨¢s economistas que ahora cuestionan, cifras en mano, la relaci¨®n entre el importe de la deuda respecto al producto interior y el ritmo de la actividad econ¨®mica; o la demanda, cada vez m¨¢s fuerte, de ver al Banco Central Europeo activo en el terreno del apoyo a la actividad, lo que por el momento est¨¢ prohibido (sobre este tema ha sido la prensa brit¨¢nica la que ha se?alado que la actividad es d¨¦bil all¨¢ donde los bancos centrales son t¨ªmidos y, sin embargo, es m¨¢s intensa all¨¢ donde los bancos centrales son activos, como en Estados Unidos: por tanto, es normal que Europa no funcione...). Finalmente, quiero recordar la idea recogida por Jacques Attali de que hay que autorizar al Banco Central a emitir eurobonos para financiar un vasto proyecto de inversiones dedicadas a las infraestructuras en todo el territorio de la Uni¨®n. A diferencia de EE UU, la UE como tal no soporta ninguna deuda. Y lo que los Estados ya no pueden hacer, a saber: endeudarse, la UE puede hacerlo en proporciones modestas, comparadas con la riqueza producida, pero que representar¨ªan sumas considerables y, hoy, indispensables.
Pero, como sabemos, falta convencer a Alemania. Y tampoco en este punto hay que desesperar, pues a algunos dirigentes alemanes empieza a inquietarles seriamente la propagaci¨®n de un sentimiento antialem¨¢n en Europa. La peor forma es evidentemente la que practica la izquierda francesa y, especialmente, el partido socialista, que estigmatiza el ¡°ego¨ªsmo¡± de la canciller. Inevitablemente, cada alem¨¢n entiende que le acusan de ser ego¨ªsta. Hay que repetirlo: la Uni¨®n no puede hacerse contra Alemania. Y los dos pa¨ªses, es decir, los dos dirigentes, Hollande y Merkel, deben actuar de com¨²n acuerdo. A nosotros nos toca convencerles. Desde este punto de vista, Hollande har¨ªa mejor en utilizar un argumento que est¨¢ a su alcance: la canciller ha apoyado y aprobado la intervenci¨®n francesa en Mal¨ª bas¨¢ndose en que se trata de una lucha contra el terrorismo que ata?e a todos los europeos. Dejando de lado el hecho de que este gasto militar suplementario entra en el d¨¦ficit franc¨¦s y que, siendo as¨ª, deber¨ªa ser compensado, es la prueba de que Francia asume su parte en la defensa com¨²n. Pues bien, ?acaso una parte no desde?able de la carga de nuestra com¨²n reactivaci¨®n no le corresponde a Alemania?
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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