Islamistas y laicos chocan en Marruecos
La apuesta por modernizar el islam lanzada por un intelectual bereber desata la furia de los islamistas
Ahmed Assid, de 52 a?os, es un fil¨®sofo marroqu¨ª e investigador del Instituto Real de Cultura Amazig, es decir, de los bereberes que constitu¨ªan la poblaci¨®n aut¨®ctona del norte de ?frica antes de que llegasen los ¨¢rabes. Aunque son musulmanes, algunos intelectuales bereberes luchan por preservar su identidad preisl¨¢mica y abogan por una religi¨®n tolerante. Por eso son los m¨¢s ac¨¦rrimos adversarios de los islamistas radicales y suscitan su ira.
Unas palabras de Assid sobre la necesaria puesta al d¨ªa del islam le han convertido, a ojos de los islamistas, en ¡°enemigo de Al¨¢¡±. As¨ª se ha recrudecido la tensi¨®n, siempre latente en Marruecos, entre corrientes islamistas y sectores laicos de la sociedad civil.
Desde que hace 16 meses el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), de marcado car¨¢cter religioso, ocupara la jefatura del Gobierno, la tirantez ya se hab¨ªa reavivado con sus intentos de islamizar la televisi¨®n, en marzo de 2012, o de restringir la libertad de asociaci¨®n y poner m¨¢s trabas a la adopci¨®n de ni?os por extranjeros.
Aunque la violencia es solo verbal, los enfrentamientos recuerdan a los que se desarrollan entre laicos e islamistas en T¨²nez y en Egipto, solo que en Marruecos surge, a veces, un ¨¢rbitro que impide que los barbudos se salgan con la suya: el palacio real. Intervino, por ejemplo, para evitar que la televisi¨®n difunda los cinco llamamientos diarios a la oraci¨®n y suprimiese la publicidad de loter¨ªas y otros juegos.
Assid fue, hace dos a?os, el ¨²nico intelectual de tendencia laica que se esforz¨® por mantener un di¨¢logo en p¨²blico con los cuatro dirigentes salafistas que, en abril de 2011, fueron excarcelados tras obtener la gracia real. Hab¨ªan sido condenados a largas penas por haber instigado los atentados de Casablanca, que, el pr¨®ximo jueves har¨¢ diez a?os, causaron 45 muertos.
Ahora aquellos mismos jefes salafistas, excepto uno, evocan un hadit del profeta (texto sagrado que documenta su gesta) que considera ¡°l¨ªcito¡± derramar la sangre de aquel que insulta al "mensajero de Al¨¢". Assid es, por tanto, un ¡°enemigo de Al¨¢¡±, decret¨® en Facebook el l¨ªder salafista Hassan Kettani.
Una decena de imanes, empezando por el de la gran mezquita Hamza de Sal¨¦, se han adherido con matices, en sus sermones del viernes, a la llamada para acabar con la vida de Assid.
Incluso el primer ministro, Abdelil¨¢ Benkiran, arremeti¨® contra el intelectual durante el congreso de abril de las juventudes de su formaci¨®n, el PJD, islamista moderada. ¡°No es razonable hablar as¨ª del Mensajero de Al¨¢, el mejor de los hombres¡±, afirm¨®. ¡°(¡) No lo aceptar¨¦¡±, recalc¨®. La sala abarrotada grit¨® entonces: ¡°?No hay m¨¢s Dios que Dios y Mohamed es su Mensajero!¡±
?Qu¨¦ hizo Assid para suscitar tal embestida de islamistas radicales y moderados? En un debate organizado por la Asociaci¨®n Marroqu¨ª de Derechos Humanos se mostr¨® partidario de depurar los manuales escolares de religi¨®n para que est¨¦n en sinton¨ªa con los principios de los derechos humanos. Los libros difunden, dijo, ¡°un mensaje terrorista vinculado a un contexto hist¨®rico en el que la religi¨®n se propagaba con la espada y la violencia¡±.
¡°Hoy la fe es cuesti¨®n de libre arbitrio¡±, prosigui¨® Assid. ¡°Hoy no se puede ense?ar ese mensaje como uno de los valores del islam ni recordar que el profeta amenaz¨® a los reyes de aquella ¨¦poca para que se convirtieran¡±, concluy¨® su intervenci¨®n, que provoc¨® a las pocas horas una salva de invectivas. Simplificando su pensamiento hasta manipularlo, sus detractores le acusan de tachar al profeta de ¡°terrorista¡±. ¡°Tal insulto merece la muerte¡±, le recuerdan en mensajes an¨®nimos.
Aunque no goza de protecci¨®n policial y le han roto los limpiaparabrisas de su coche, Assid no se ha achantado. Cada vez que le dan la palabra denuncia el ¡°oportunismo¡± de Benkiran, que busca ¡°mantener buenas relaciones con la corriente religiosa r¨ªgida¡±. Le pregunta al primer ministro por qu¨¦ no fue valiente cuando el Consejo Superior de los Ulemas marroqu¨ªes (sabios del islam) emiti¨®, en abril, una fetua (edicto) instando a matar a los ap¨®statas.
Podr¨ªa haber denunciado a sus detractores en los tribunales, pero no lo ha hecho. Acaso le haya disuadido la absoluci¨®n, en abril, del predicador de Oujda Abdal¨¢ Nahari, que incit¨® a matar al periodista Mojtar Laghzi porque en un programa televisivo se declar¨® partidario de la libertad sexual. Assid no est¨¢ solo en su resistencia ante la oleada islamista. Cientos de asociaciones marroqu¨ªes han publicado comunicados y manifiestos solidariz¨¢ndose con el intelectual agredido. Los bereberes est¨¢n entre los m¨¢s activos y a los de Marruecos se les han sumado los de otros pa¨ªses del Magreb. Tambi¨¦n gran parte de la prensa respalda a Assid.
¡°Esta pol¨¦mica nos da una indicaci¨®n sobre las razones del mutismo de nuestros intelectuales¡±, se lamenta, en su editorial, Fahd Iraqi, director de Tel Quel, el principal semanario franc¨®fono. ¡°Basta con que un esp¨ªritu libre como el de Assid formule su pensamiento para que sea violentamente reprendido (...) Una capa de hormig¨®n disuade a cualquier intelectual de revelar su pensamiento pese a que su papel es el de ser un explorador vanguardista¡±, a?ade.
La c¨¦lebre columnista Sanaa el Aji arremete con iron¨ªa, en el diario As Sabah, contra los radicales: ¡°El verdadero musulm¨¢n afirma que Al¨¢ le protege; el islamista considera que es ¨¦l quien debe proteger a Al¨¢¡±.
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