Diez d¨ªas de justicia
¡°Al menos ha quedado demostrado el genocidio¡±, dice la abogada espa?ola que particip¨® en el proceso contra R¨ªos Montt, anulado por el Constitucional guatemalteco
Erguido e impasible. Cuenta Paloma Soria que el expresidente guatemalteco Efra¨ªn R¨ªos Montt no se inmut¨® al escuchar los relatos de las violaciones sistem¨¢ticas a las que sus soldados somet¨ªan a las mujeres mayas. La historia de la ni?a a la que los militares agredieron sexualmente hasta matarla. La de la embarazada a la que abrieron el vientre para sacarle el feto. La del padre al que obligaron a ver c¨®mo torturaban a su esposa y a sus hijos. Durante los dos meses del hist¨®rico juicio al dictador, sus abogados pasaron por encima de los brutales cr¨ªmenes cometidos contra las mujeres de la etnia ixil en la ¨¦poca en la que Montt gobern¨® el pa¨ªs (1982-1983). Abusos sistem¨¢ticos para acabar con los ind¨ªgenas que ha documentado Soria, una abogada espa?ola que ha participado en el proceso contra el expresidente. Su an¨¢lisis de las atrocidades sufridas por las mujeres a manos de los militares que Montt ten¨ªa a su cargo ha sido uno de los cimientos que ha sustentado su condena: 80 a?os de prisi¨®n por genocidio y cr¨ªmenes de guerra. El veredicto, comunicado el pasado 10 de mayo, apenas se ha mantenido diez d¨ªas. El pasado lunes, el Constitucional guatemalteco anul¨® la sentencia que reconoc¨ªa los asesinatos de 1.771 ixiles y orden¨® repetir una parte del juicio. Una acci¨®n, asegura Soria, que no desanima a los supervivientes de las masacres. ¡°Se ha demostrado que lo que ocurri¨® en Guatemala fue un genocidio y eso siempre quedar¨¢ ah¨ª. Pase lo que pase, al menos durante diez d¨ªas ha habido justicia¡±, apunta.
Menuda pero con una mirada azul poderosa, esta malague?a de 31 a?os es la ¨²nica abogada espa?ola que ha intervenido como perito en el hist¨®rico juicio contra Montt, el primer ex jefe de Estado centroamericano procesado por genocidio y juzgado, adem¨¢s, en su propio pa¨ªs. Especializada en temas de g¨¦nero y letrada de la organizaci¨®n internacional Women¡¯s Link Worldwide, Soria se incorpor¨® al caso guatemalteco en 2011, cuando la Audiencia Nacional espa?ola, que llevaba el caso iniciado por la premio Nobel Rigoberta Menchu contra Montt y otros ocho exgenerales por genocidio, acept¨® una ampliaci¨®n de querella para incluir los cr¨ªmenes de g¨¦nero. ¡°Durante el conflicto se ejerci¨® violencia sexual extrema y sistem¨¢tica contra las mujeres, pero esta hab¨ªa permanecido invisible para los operadores jur¨ªdicos. Los testigos la constataban, pero se pasaba por encima como una acci¨®n m¨¢s, comparable a la quema de cultivos o el robo de ganado. Faltaba la conciencia de que esos cr¨ªmenes espec¨ªficos prueban el genocidio. Ten¨ªan como objetivo la destrucci¨®n de la etnia¡±, concreta.
Agredir, torturar y violar a las mujeres es una forma de erradicar a un pueblo. De acabar con su futuro. De intimidarle y humillarle. Y durante el conflicto interno de Guatemala ¡ªde 1960 a 1996, el m¨¢s largo de Am¨¦rica¡ª, en el que murieron unas 200.000 personas, en su mayor¨ªa campesinos ind¨ªgenas, unas 100.000 mujeres fueron violadas. En los a?os de f¨¦rreo Gobierno de R¨ªos Montt, el general que salpicaba sus discursos p¨²blicos de citas b¨ªblicas y afirmaba que el buen cristiano es aquel que blande la Biblia y la metralleta, esa violencia fue extrema. ¡°Salvaje¡±, incide la abogada de Women¡¯s Link Worldwide. Sobre todo en el departamento de Quich¨¦ (al norte del pa¨ªs), en el conocido como Tri¨¢ngulo Ixil, donde el ej¨¦rcito se lanz¨® contra los campesinos de origen maya que habitaban esas tierras con la excusa de que colaboraban con las guerrillas comunistas.
Algunas mujeres no hab¨ªan contado nunca que fueron torturadas o esclavizadas por los soldados¡±
Soria visit¨® por primera vez el tri¨¢ngulo en 2011. Viaj¨® hasta sus boscosos y escarpados pueblos para conocer a las mujeres por las que pelear¨ªa, primero, en la causa por genocidio que se libraba entonces en la Audiencia Nacional espa?ola ¡ªa¨²n en fase de instrucci¨®n¡ª y, despu¨¦s, en el hist¨®rico proceso en Guatemala. Otras mujeres, muchas de ellas ya abuelas, de otros pueblos a los que no lleg¨® Soria recorrieron kil¨®metros de abruptos caminos, algunas con sus nietos, para participar en los encuentros organizados por la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala (CONAVIGUA) para que las v¨ªctimas compartieran con la abogada sus recuerdos.
Como Elena de Paz, que relat¨® ante el tribunal que juzgaba a Montt c¨®mo con solo 12 a?os fue despojada de todo lo que conoc¨ªa. En 1982 los soldados llegaron a su pueblo. Quemaron las casas y los cultivos de ma¨ªz con los que subsist¨ªan los campesinos. Mataron a los animales y a muchos hombres y se la llevaron a ella, a su madre y a otras mujeres al destacamento militar de Tzalbal. All¨ª, describi¨®, la violaron durante tres d¨ªas. No sabe cu¨¢ntos soldados ¡°pasaron¡± por ella porque en muchos momentos perdi¨® el conocimiento. Cuando la soltaron solo sent¨ªa dolor. ¡°A mi mam¨¢ no la volv¨ª a ver¡±, cont¨®. En la ¨²ltima imagen que tiene de ella un soldado le mord¨ªa violentamente el pecho. Cree que muri¨® durante las violaciones.
Como De Paz, cuenta Soria, la mayor¨ªa de las mujeres que no lograron escapar a las monta?as fueron secuestradas y enviadas a los destacamentos militares en aquellos a?os negros. En las zonas donde dorm¨ªan y descansaban los soldados tambi¨¦n estaban pautados los ¡°intercambios¡± con el sexo opuesto. En algunos instalaban a las mujeres en casetas. En otros las arrojaban directamente al interior de grandes hoyos cavados en la arena. ¡°Solo las sacaban para violarlas y luego las volv¨ªan a meter. Estaban all¨ª, desnudas, sin apenas alimento. De vez en cuando las regaban para limpiar un poco el sitio¡ Muchas mor¨ªan en el agujero. Otras, durante las violaciones o directamente eran ejecutadas¡±, dice.
La tortura no terminaba con la liberaci¨®n. Gran parte de las mujeres ixiles que sufrieron agresiones a manos del ej¨¦rcito tuvieron que afrontar tambi¨¦n el rechazo social de su propia comunidad. Algunas fueron abandonadas por sus maridos o repudiadas por sus familias. Por eso, la abogada cree que para las supervivientes ver a Montt ¡ªuno de los generales bajo cuyo mando se perpetr¨® el exterminio¡ª juzgado en su propio pa¨ªs est¨¢ siendo un paso clave para cicatrizar unas heridas a¨²n abiertas. ¡°Algunas no hab¨ªan contado a nadie lo que les ocurri¨®, que fueron agredidas sexualmente, torturadas o esclavizadas por los soldados¡±, explica. Como aquellas dos mujeres, madre e hija, que en uno de los encuentros con Soria se relataron una a la otra por primera vez lo que les hab¨ªa ocurrido. O la que narr¨® c¨®mo los soldados se llevaron a su hija de diez a?os y otras ni?as del pueblo, y que cuando su peque?a volvi¨® no sab¨ªa verbalizar lo que le hab¨ªan hecho.
¡°La violencia sexual contra las ni?as y mujeres ixiles fue generalizada y prueba que hab¨ªa intenci¨®n de destruir al grupo. Cuando atacas a las mujeres de esa manera est¨¢s impidiendo la reproducci¨®n de la comunidad. F¨ªsica y culturalmente, porque las ixiles, adem¨¢s, tienen un papel determinante en la transmisi¨®n de su cultura y las tradiciones¡±, explica. Pero han sobrevivido. ¡°Han conseguido transformar su dolor en justicia. Lo que ocurri¨® hace 30 a?os a¨²n les duele. Lo recuerdan y lloran, pero aun as¨ª lo cuentan. Ahora son conscientes de que lo que les pas¨® no ten¨ªa que haber ocurrido y no desean que se repita con sus hijas o sus nietas¡±.
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