Los mareros se cansan de la guerra
Los pandilleros hondure?os han crecido y son ahora padres de familia y empresarios que despu¨¦s de dos d¨¦cadas negocian una tregua con el Gobierno
A Jovel Miranda le asesinaron la ¨²ltima semana de abril en el centro de San Pedro Sula, la capital econ¨®mica de Honduras. Ten¨ªa 32 a?os y hac¨ªa varios que hab¨ªa salido de la pandilla Barrio 18. Pero el pasado le volvi¨® a alcanzar. De los 250 mareros que el obispo R¨®mulo Emiliani considera rehabilitados en la ciudad, 66 han sido asesinados. Salir de la pandilla no es f¨¢cil, supone ponerse en el centro de las miradas de la pandilla rival y de la propia, de la polic¨ªa, que ejecuta extraoficialmente, y de la sociedad. Vivir mucho tiempo dentro de ella, tampoco.
Esmeralda ¡ªque no se llama as¨ª¡ª, tiene 30 a?os y cuando ve las fotos de su infancia es un desfile de muertos. El Tata, Bubucha, el Nene, Alex¡ Quemados, tiroteados, desaparecidos, descuartizados. El ¨²ltimo fue Ronald. Le dieron 24 balazos en la esquina de su casa hace un par de meses. Hab¨ªan ido juntos a la escuela. Era uno de los ¨²ltimos chicos de su edad en la manzana. ?l era parte de una pandilla minoritaria, los Astlanes, en un distrito de Tegucigalpa disputado por las dos principales maras, la Mara Salvatrucha o M-13 y el Barrio 18. Casi los ¨²nicos mareros que pasan de los 30 son los que est¨¢n presos. En la calle tarde o temprano les llega su hora. ¡°Cosas de la vida loca¡±, dicen. Y lo prefieren a la vida m¨ªsera en la que crecieron. Las pandillas se extienden entre los sectores m¨¢s pobres de la regi¨®n m¨¢s pobre de Am¨¦rica Latina.
Despu¨¦s de veinte a?os de violencia, el martes pasado anunciaron un alto el fuego a cambio de que el Gobierno les facilitase su reinserci¨®n y oportunidades para los que vienen detr¨¢s. Los mareros han crecido y son, incluso en prisi¨®n, empresarios y padres de familia. Por eso est¨¢n cansados de la guerra. Todav¨ªa no se puede medir la eficacia del cese de hostilidades y la sociedad lo recibe con recelo, pero el Gobierno, con la intermediaci¨®n de la Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA) y la Iglesia, ya ha creado una comisi¨®n de negociaci¨®n. En a?o electoral, no se quiere perder ninguna oportunidad para bajar la sangr¨ªa en el pa¨ªs con la tasa de homicidios m¨¢s elevada del mundo: 20 muertes violentas al d¨ªa.
Lo que empez¨® como un juego de ni?os peleones se ha convertido en una s¨®lida estructura del crimen organizado. ¡°Hay un nivel de organizaci¨®n m¨¢s fuerte, mayor presencia, mayor capacidad de actuaci¨®n. Ahora mandan a algunos de sus miembros a estudiar las estructuras de liderazgo, compran minibuses de transporte p¨²blico y su pol¨ªtica se rige desde la penitenciar¨ªa¡±, explica Arabeska S¨¢nchez, del Observatorio de la Violencia de la Universidada de Honduras.
Las maras actuales tienen su origen en EE UU. La segunda generaci¨®n de mexicanos y centroamericanos se rebelaron contra un Estado que no les reconoc¨ªa y se organizaron en bandas delincuenciales. De hecho, el Barrio 18 toma su nombre de la Eighteen Street, la calle que daba acceso al gueto latino en Los ?ngeles, en California. Se tat¨²an el n¨²mero que los identifica en la piel, se visten de manera diferenciada, hablan espanglish entre ellos. Con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, EE UU endurece sus pol¨ªticas migratorias y deporta a cantidades de j¨®venes que hab¨ªan crecido all¨ª. Esos j¨®venes regresan a un pa¨ªs en posguerra con un gran contrabando de armas fruto del conflicto, donde proliferan asentamientos irregulares alrededor de las nuevas zonas fabriles surgidas con los acuerdos de libre comercio. Y exportan ah¨ª sus ma?as.
Para las pandillas locales son objeto de adoraci¨®n. Visten y se comportan como en las pel¨ªculas, hablan ingl¨¦s y saben manejar armas. ¡°Era imposible no verlo, era un hombre bell¨ªsimo, alto, rapado, tatuado, vest¨ªa como cholo [mestizo] pero con ropa de marca. Hablaba diferente, captaba la atenci¨®n. Todos quer¨ªamos estar cerca de ¨¦l¡±. As¨ª recuerda Esmeralda la llegada de Luis, el fundador de los Astlanes, al barrio en 1995. Y como ¨¦l hubo decenas en ambas ciudades.
Pero pronto el hermano de Luis mat¨® a un hermano de un marero de la 13. La mara mand¨® un aviso de que iba a llegar al barrio. Fue el primer toque de queda impl¨ªcito. Al temprano anochecer hondure?o, poco despu¨¦s de las seis de la tarde, todo el mundo se recluy¨® en casa. De eso hace ya 15 a?os y la gente ya se acostumbr¨® a no salir de noche, a no hablar, a no denunciar.
Sin embargo, la atracci¨®n por los mareros se mantiene. ¡°Son la imagen de la rebeld¨ªa y el ¨¦xito, desaf¨ªan a la autoridad, tienen el poder en la comunidad, consiguen las mejores chicas, traen buenos coches¡±, cuenta F¨¦lix, un joven del distrito de Chamelec¨®n, uno de los barrios con mayor ¨ªndice de conflictividad en San Pedro Sula. En su barrio, la M13 se ha impuesto a la 18 y reina una tensa calma. Los mareros han acabado con la delincuencia com¨²n. No hay robos y no hay extorsiones en su comunidad, lo hacen en las otras. Si una mujer sufre violencia por parte de su pareja, acude a la pandilla y estos le dan un plazo al marido para irse, si no cumple lo ejecutan. Ahora bien, ning¨²n joven de ese barrio puede cruzar a otro que est¨¦ controlado por la otra pandilla o ser¨¢ acusado de enemigo y ejecutado. En cada clica, como se llama a las agrupaciones barriales de las maras, var¨ªan las normas y el rigor con el que se sanciona la transgresi¨®n, pero hay una c¨²pula jer¨¢rquica que toma las grandes decisiones. Est¨¢ compuesta por los palabreros, portavoces de cada clica en la prisi¨®n que se comunican por tel¨¦fono m¨®vil y recaderos con sus compa?eros en la calle.
Los palabreros son los que ahora est¨¢n negociando el alto el fuego con el Gobierno. En la calle siguen las extorsiones. Sin embargo, ya no lucen las armas si no hay enfrentamiento, ya no se tat¨²an. Una parte de los beneficios que sacan del impuesto de guerra, del negocio de buses, del narcomenudeo y del sicariato va para los presos y para sus familias, as¨ª como para las viudas. El resto reproduce su supervivencia y su negocio: asegura armas y drogas. Como subraya el periodista Marco Lara Klahr, ante la falta de un Estado eficaz, ¡°el pandillerismo es la prosecuci¨®n del poder por otros medios¡±.
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