Panorama desde la plaza Taksim
La autora de 'La bastarda de Estambul' analiza las protestas y hace algunas recomendaciones al Gobierno
¡°Querido primer ministro, yo antes era apol¨ªtico; entonces, ?por qu¨¦ he salido a protestar a la calle? No por un par de ¨¢rboles. Me rebel¨¦ al ver c¨®mo hab¨ªa atacado usted, al amanecer, a los j¨®venes que permanec¨ªan concentrados en silencio en sus tiendas. Sal¨ª a la calle porque no quiero que mi hijo tenga que sufrir las mismas cosas y porque me gustar¨ªa que viva en un pa¨ªs democr¨¢tico¡±.
La conmovedora carta, dirigida a Recep Tayyip Erdogan y escrita por uno de los manifestantes en la hist¨®rica plaza Taksim de Estambul, ha tenido enorme difusi¨®n en las redes sociales de Turqu¨ªa. El autor de estas palabras, Cem Batu, es director creativo de una agencia de publicidad, y tanto ¨¦l como su equipo de estambulitas j¨®venes, modernos y bien formados han sufrido el gas lacrim¨®geno y han resultado heridos durante las protestas; dos hechos que dicen mucho sobre los terribles acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas.
Todo comenz¨® como una sentada pac¨ªfica para salvar uno de los ¨²ltimos parques p¨²blicos que quedan en una ciudad de casi 14 millones de habitantes. El Gobierno est¨¢ empe?ado en destruir el parque para reconstruir el viejo cuartel otomano que se alzaba all¨ª en otros tiempos y convertirlo en un museo o un centro comercial. Fue una decisi¨®n tomada de manera precipitada, sin un debate apropiado con participaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica y los medios de comunicaci¨®n. Muchos ciudadanos, que prefer¨ªan unos jardines p¨²blicos antes que un centro comercial, pensaron que los pol¨ªticos no estaban haci¨¦ndoles caso. Algunos decidieron ocupar el parque Gezi. Al mismo tiempo se cre¨® la etiqueta #occupygezi para recabar apoyos y solidaridad. Como escribi¨® Koray ?aliskan, polit¨®logo de la Universidad del B¨®sforo, en el diario Radikal, esos primeros manifestantes ten¨ªan diversas procedencias ideol¨®gicas, y entre ellos hab¨ªa incluso antiguos votantes del partido en el poder, Justicia y Desarrollo (AKP).
La dureza de la polic¨ªa con los ocupantes del parque Gezi cambi¨® por completo la situaci¨®n. Los agentes arrasaron e incendiaron las tiendas de los concentrados. Un estudiante universitario tuvo que ser operado despu¨¦s de que le golpearan en los genitales. Sirri S¨¹reyya ?nder, un parlamentario del partido kurdo Paz y Democracia (BDP), tuvo que ser hospitalizado despu¨¦s de que, al parecer, le alcanzara un bote de gas lacrim¨®geno, y muchos otros sufrieron heridas en la cabeza y el cuerpo. Las im¨¢genes de los polic¨ªas armados empleando agua a presi¨®n, spray de pimienta y gas lacrim¨®geno contra unos j¨®venes indefensos desat¨® una reacci¨®n generalizada y sin precedentes contra el Gobierno, y resucit¨® viejos resentimientos. Estallaron protestas en 60 ciudades, incluida la capital, Ankara. Las manifestaciones de Taksim se convirtieron r¨¢pidamente en un fen¨®meno que superaba los l¨ªmites de Estambul y que iba mucho m¨¢s all¨¢ de la protecci¨®n de un parque.
Tres problemas estructurales han contribuido a la escalada de tensi¨®n. En primer lugar, Turqu¨ªa no tiene un partido de oposici¨®n s¨®lido y desarrollado. Ese sigue siendo un fallo fundamental, porque la gente no tiene alternativas pol¨ªticas que canalicen sus opiniones y frustraciones. Un sentimiento que no puede expresarse se acumula y hierve en el interior, y estalla en cuanto tiene ocasi¨®n.
Un estudio de la Universidad de Nueva York revela que, en solo ocho horas, se enviaron dos millones de tuits sobre el parque Gezi
Segundo, a medida que el principal partido de la oposici¨®n, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), se va deshaciendo, el Gobierno adquiere demasiado poder y demasiada autoridad. La falta de meritocracia y transparencia hace que la gente tenga cada vez menos confianza en el r¨¦gimen. Las pol¨ªticas m¨¢s recientes, como la restricci¨®n de las ventas de alcohol y el anuncio en el metro de Ankara que advert¨ªa a los pasajeros que no se besaran en p¨²blico, han despertado el miedo a que el Gobierno est¨¦ inmiscuy¨¦ndose en la forma de vida de los ciudadanos y tratando de transformar la sociedad desde arriba.
En tercer lugar, aunque el Gobierno de Erdogan ha conseguido limitar el papel del Ej¨¦rcito a los asuntos puramente militares y, en ese sentido, ha contribuido al avance de la democracia, no ha protegido suficientemente la libertad de expresi¨®n y de prensa. Todav¨ªa se procesa a escritores y artistas por sus comentarios y todav¨ªa se les acusa de insultar a la naci¨®n o a los valores religiosos. Los medios de comunicaci¨®n han perdido variedad, muchas voces cr¨ªticas se han visto apartadas a los m¨¢rgenes, y no es infrecuente la autocensura.
Otro aspecto pol¨¦mico es el nombre de un nuevo puente que se va a construir en Estambul. El Gobierno ha decidido dar al tercer puente sobre el B¨®sforo el nombre de Yavuz Sult¨¢n Selim, el sult¨¢n otomano apodado Selim el Severo, famoso por las matanzas que cometi¨® contra la minor¨ªa alev¨ª en su guerra contra los chi¨ªes de Ir¨¢n a principios del siglo XVI. La elecci¨®n del nombre ha agravado la insatisfacci¨®n de los alev¨ªes, que ya tienen la sospecha de sufrir una discriminaci¨®n sistem¨¢tica. Tambi¨¦n ha causado la decepci¨®n de dem¨®cratas y progresistas, que preferir¨ªan que el puente tuviera una apelaci¨®n neutral. Mario Levi, el novelista jud¨ªo-turco, pregunt¨® en su cuenta de Twitter: ¡°?Por qu¨¦ no el puente Rumi o el puente Yunus Emre?¡±. Yunus Emre y Rumi son personajes hist¨®ricos muy respetados, m¨ªsticos famosos por su actitud pac¨ªfica y humanitaria. Otros han hecho distintas sugerencias. Pero el nombre del puente se decidi¨®, como tantas otras cosas, casi sin debate, y eso ha agrandado la brecha entre los gobernantes y los gobernados.
Turqu¨ªa tiene muchas cosas en com¨²n con pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo, pero al mismo tiempo es muy diferente
Erdogan es un pol¨ªtico de ¨¦xito, pero negociar acuerdos no es su punto fuerte. El AKP se ha ganado el afecto de los turcos mejor que ning¨²n otro partido en la historia pol¨ªtica del pa¨ªs. No obstante, el discurso oficial del partido ha dado un giro que ha hecho que muchos intelectuales progresistas que hab¨ªan aprobado las primeras medidas tomadas por el Gobierno se sientan ahora desilusionados y abandonados. Despu¨¦s de las elecciones generales de junio de 2011, Erdogan pronunci¨® un bello discurso en el que dijo que iba a ser el primer ministro de quienes hab¨ªan votado tanto por ¨¦l como contra ¨¦l. Aquellas palabras est¨¢n grabadas en la memoria colectiva como ¡°el discurso del balc¨®n¡±. Hoy, los ciudadanos, desde sus propios balcones, golpean cazos y sartenes para protestar contra su Gobierno. Entre ellos hay gente que aplaudi¨® aquel discurso porque era integrador y constructivo.
La opini¨®n general entre los descontentos de Turqu¨ªa es que a Erdogan ya le interesan sobre todo, o incluso exclusivamente, solo sus votantes. Los dem¨¢s integrantes de la sociedad ¡ªel 50% de la poblaci¨®n¡ª se sienten enfadados, distanciados y, a veces, despreciados. La pol¨ªtica turca es una pol¨ªtica polarizada, beligerante y a¨²n dominada por los hombres. El triste hecho de que las mujeres est¨¦n tan poco representadas en las instancias locales y nacionales no facilita las cosas. Adem¨¢s, aunque nadie habla de ello, los turcos somos emocionales. La pol¨ªtica depende demasiadas veces de emociones y reacciones, m¨¢s que de decisiones racionales.
Salvo algunos peri¨®dicos, los grandes medios de comunicaci¨®n se han mostrado incre¨ªblemente reacios a informar sobre las protestas. NTV, una de las cadenas de televisi¨®n m¨¢s respetadas, recibi¨® abucheos por no haber narrado los acontecimientos. Y, curiosamente, emiti¨® en directo las protestas contra la propia cadena.
A falta de una cobertura amplia e imparcial, las redes sociales han florecido. Un estudio de la Universidad de Nueva York revela que, en solo ocho horas, se enviaron dos millones de tuits sobre el parque Gezi. En Turqu¨ªa, el n¨²mero de usuarios de Internet supera los 35 millones, y Facebook y Twitter son tremendamente populares. No obstante, las redes sociales son vulnerables a las malas informaciones, los rumores infundados, los mensajes de odio y las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. En una sociedad en la que pocos conf¨ªan en los pol¨ªticos y los medios, eso puede ser peligroso. Pero Twitter es, sin duda, la principal plataforma para compartir ideas, im¨¢genes e informaci¨®n no censurada. ¡°Gracias a Al¨¢ por Twitter¡±, dec¨ªa uno de los mensajes que he le¨ªdo. En una entrevista televisada en directo el domingo, Erdogan calific¨® a ese tuitero de ¡°amenaza¡±.
Hace un mes, la atm¨®sfera en el pa¨ªs era muy diferente. Con la esperada paz entre turcos y kurdos en pleno proceso, el optimismo reinaba en todas partes. Erdogan parec¨ªa un l¨ªder decidido que hab¨ªa logrado el final definitivo de un conflicto en el que hab¨ªan muerto m¨¢s de 40.000 personas durante los ¨²ltimos 30 a?os. Se hablaba mucho de que Turqu¨ªa, con una poblaci¨®n mayoritariamente musulmana y una democracia laica, era un modelo para el resto del mundo isl¨¢mico. Ese ¨¢nimo optimista se deterior¨® a toda velocidad. Sin embargo, es posible reanimarlo si el Gobierno aprende de sus errores.
Decir que los hechos recientes constituyen una primavera turca o un verano turco, como se apresuraron a hacer algunos comentaristas, no es un enfoque acertado. Es cierto que Turqu¨ªa tiene muchas cosas en com¨²n con numerosos pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo, pero al mismo tiempo es muy diferente. Con su larga tradici¨®n de modernidad, pluralismo, laicismo y democracia ¡ªpor defectuosa e inmadura que sea¡ª, Turqu¨ªa posee los mecanismos internos para compensar sus propios excesos de poder. Ahora bien, si eso no se consigue, existe la inquietud de que algunos grupos extremistas puedan apoderarse de las manifestaciones y volverlas violentas. El presidente del pa¨ªs, Abdul¨¢ G¨¹l, manifest¨® esa misma preocupaci¨®n e hizo una declaraci¨®n en tono constructivo en la que dijo que la gente hab¨ªa enviado a los pol¨ªticos un mensaje claro y los pol¨ªticos deb¨ªan tenerlo en cuenta.
Hoy, despu¨¦s de d¨ªas de revueltas, llueve con suavidad sobre los neum¨¢ticos ardiendo y las pintadas, y la voz del joven padre que escribi¨® la carta abierta al primer ministro representa los sentimientos de mucha gente, ya est¨¦ en la calle o en su casa: ¡°Nos ha llamado ¡®ilegales¡¯, primer ministro. Si nos conociera, ver¨ªa que somos cualquier cosa menos eso¡±.
Elif Shafak es escritora de origen turco, que vive entre Londres y Estambul. Es autora de La bastarda de Estambul y El fruto del honor (Lumen).
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
?The Guardian
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