El juego de las semejanzas
Twitter, instrumento organizativo en Pek¨ªn, Nueva York, Madrid y ahora Estambul ?Para qu¨¦ sirve el carn¨¦ de un partido?
Las diferencias son evidentes. La Turqu¨ªa de Erdogan es una democracia; el T¨²nez de Ben Ali y el Egipto de Mubarak eran dictaduras. La econom¨ªa turca crece al 5% anual, y sigue y sigue, mientras que la espa?ola o la griega est¨¢n en recesi¨®n y llevan ya cinco a?os de sufrimiento. Estas diferencias bastan, aunque hay m¨¢s, para dejar claro que nada tiene que ver la protesta desencadenada en la plaza Taksim de Estambul con las primaveras ¨¢rabes o con los indignados del 15-M espa?ol.
El juego de las diferencias no es una banalidad. No es lo mismo una revuelta para derrocar una dictadura que una protesta contra el rigor presupuestario. Pero a veces subrayar las diferencias sirve m¨¢s para ocultar que para conocer. Veamos si tienen sentido las semejanzas, que las hay.
Respecto al mundo ¨¢rabe hay una primera y de fondo: la pir¨¢mide de edad. Nada favorece m¨¢s la protesta e incluso la revoluci¨®n como la existencia de una abundante poblaci¨®n joven y educada. En ambas cuestiones los turcos est¨¢n m¨¢s cerca de los pa¨ªses ¨¢rabes que de los envejecidos pa¨ªses europeos, aunque no lo est¨¦n en riqueza y en costumbres.
Erdogan corre el riesgo de invertir el modelo democr¨¢tico turco y acercarse a Morsi o a Putin
La m¨¢s visible de las semejanzas, sin embargo, es la espontaneidad de una protesta que nace sin l¨ªderes ni papel para los partidos. O con una relaci¨®n inversa: estalla porque no hay una oposici¨®n organizada que canalice el descontento. Hay otra semejanza, com¨²n en todas las revueltas del siglo XXI: el uso de las redes sociales, Twitter especialmente, instrumento organizativo desde Pek¨ªn hasta Nueva York, de Madrid hasta Estambul. Si tienen Twitter ?para qu¨¦ quieren el carn¨¦ de un partido?
Y en relaci¨®n con esta nueva forma de comunicaci¨®n individual, que es a la vez colectiva y masiva, otra semejanza matizada: la aver¨ªa de los medios de comunicaci¨®n tradicionales. Por mal funcionamiento all¨ª donde hay democracia, o por bloqueo sist¨¦mico, como en el T¨²nez monol¨ªtico de Ben Ali o en el Egipto de Mubarak, autocr¨¢tico aunque algo m¨¢s tolerante con la disidencia period¨ªstica. En las actuales protestas turcas, la prensa y la televisi¨®n han reaccionado tarde y mal ante el estallido, pero no mucho mejor que lo que sucedi¨® en Espa?a con los indignados. Con la salvedad de que la democracia turca maltrata a los periodistas como en pocos lugares: 49 est¨¢n en la c¨¢rcel, a los que se a?aden ahora los tuiteros detenidos.
Llegamos as¨ª al punto en com¨²n m¨¢s relevante. Occupy Wall Street, los indignados espa?oles, la generaci¨®n a rasca portuguesa, la primavera ¨¢rabe o el amago de primavera rusa de principios de 2012 confluyen en una enfermedad que comparten democracias, dictaduras y mediopensionistas, como es la crisis de representaci¨®n pol¨ªtica y el divorcio entre las instituciones y los ciudadanos. Esta crisis es m¨¢s evidente y explosiva all¨ª donde la ausencia de libertad era absoluta, como en las dictaduras ¨¢rabes, por supuesto. Es descarada aunque no tan explosiva en la democracia soberana con que se disfraza Putin. Pero tambi¨¦n es rotunda y de nuevo similar a las democracias occidentales en el caso de Erdogan, el personaje en el que se concentra todo el problema del divorcio turco y que constituye el aut¨¦ntico hecho diferencial.
El primer ministro turco est¨¢ atrapado en la trampa del ¨¦xito, de su ¨¦xito. La mayor¨ªa en las urnas que exhibe en desaf¨ªo a los manifestantes es el cors¨¦ que le impide reaccionar de forma inteligente, como ya est¨¢n haciendo otros dirigentes del AKP. Su deslumbrante carrera pol¨ªtica ha dado tres mayor¨ªas sucesivas y crecientes al islamismo democr¨¢tico; ha conducido al pa¨ªs a una senda de crecimiento continuado en la d¨¦cada que lleva en el poder; y ha situado a Turqu¨ªa en el mapa emergente, entre la Uni¨®n Europea, la Conferencia Isl¨¢mica y la Alianza Atl¨¢ntica, como protagonista central del complejo tablero donde se unen Europa, Asia Central y Oriente Medio. Pero tiene un car¨¢cter intratable. Es arrogante, intimidatorio y provocador. Su ideolog¨ªa islamista es entrometedora. Y le corroe una voracidad pol¨ªtica sin mesura, que le impulsa a perpetuarse en el poder y a eludir cualquier forma de contrapoderes.
Con este conflicto est¨¢ echando dos pulsos secretos, uno con su partido y otro con los j¨®venes laicos urbanos, hartos de prohibiciones y limitaciones en su vida cotidiana. Erdogan quiere que sean piadosos musulmanes y que ejerzan su libertad dentro del estricto cumplimiento de los preceptos y las costumbres fijadas por el islam. Muchos j¨®venes desde Marruecos hasta Egipto estar¨¢n observando con atenci¨®n este enfrentamiento. Y tambi¨¦n muchos islamistas, que ya est¨¢n introduciendo restricciones similares en sus pa¨ªses. Seg¨²n como caigan los dados, Erdogan se parecer¨¢ a Morsi o incluso a Putin. Y no exportar¨¢ entonces el modelo turco a otros pa¨ªses isl¨¢micos sino que importar¨¢ de Egipto el de los Hermanos Musulmanes.
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