¡°Que nos devuelvan el Maracan¨¢¡±, piden los brasile?os en las calles

¡°Que nos devuelvan el Maracan¨¢¡± dec¨ªa una pancarta en manos de los manifestantes que acabaron enfrent¨¢ndose con la polic¨ªa durante el partido Brasil-Espa?a este domingo.

El estadio de R¨ªo es bell¨ªsimo, pero no es ya de la gente, de ¡°o povo¡±, dicen los que protestan. Su reestructuraci¨®n cost¨® 600 millones d¨®lares, el doble de lo previsto, y un consorcio privado tiene su gesti¨®n por 35 a?os.?

El viejo y m¨ªtico Maracan¨¢ era de los cariocas, sin distinci¨®n. En ¨¦l, como en los teatros, hab¨ªa una zona llamada ¡°geral¡± a precios populares, y hasta los m¨¢s pobres lo sent¨ªan suyo.?

Ahora no existe ya esa zona y como comentaba Ancelmo Gois en su famosa columna de O Globo: ¡°Ayer, en el Maracan¨¢, como est¨¢ pasando en otros estadios de esta Copa, era raro encontrar negros y, probablemente pobres entre el p¨²blico¡±. Y a?ade: ¡°hab¨ªa se?oras que fueron al estadio con zapato de tac¨®n alto y bolso de la marca americana, Michael Kors¡±.

La cr¨ªtica al elitismo de los nuevos estadios que est¨¢n siendo construidos para el Mundial, llega no s¨®lo de los que gritan en la calle, sino desde el Palacio Presidencial. Dilma Rousseff comentaba a sus ministros: ¡°No he visto ni un negro en el estadio de Salvador de Bah¨ªa¡±, una ciudad en la que el 80% de la poblaci¨®n, y quiz¨¢s m¨¢s, lo es.

Rousseff ha alertado que eso ¡°no puede ocurrir en el Mundial¡±, el a?o que viene. Para ello, el Gobierno est¨¢ estudiando- aunque la FIFA no parece estar demasiado de acuerdo- crear entradas baratas, y hasta gratis, para quienes no podr¨ªan adquirir una normal.?

Ayer en el Maracan¨¢ llegaron a pagarse hasta nueve mil d¨®lares por una entrada conseguida en internet.?

Alguien ha alertado que podr¨ªa pasar con el f¨²tbol en Brasil, lo que ya ocurri¨® con la samba. De ser una fiesta de la calle, estudiada y analizada por famosos antrop¨®logos, como Roberto Damatta, acab¨® atrapada en los samb¨®dromos: santuarios para turistas ricos y gente pudiente, dejando fuera hasta a los que la hab¨ªan creado e imaginado.?

La venganza de los cariocas, por ejemplo, contra la samba convertida en el samb¨®dromo, fue volver a llenar las calles de la ciudad con los blocos?en los que se mezclan, en una explosi¨®n de m¨²sica y sensualidad, personas de todas las categor¨ªas sociales.?

Recuerdo a¨²n la emoci¨®n del escritor Vargas Llosa cuando un a?o quiso experimentar con toda su familia ese escalofr¨ªo de los blocos callejeros asistiendo al que tuvo lugar en Copacabana. Escribi¨® despu¨¦s uno de sus mejores y m¨¢s sabrosos art¨ªculos sobre aquella experiencia, que ¨¦l defini¨® de asombrosa y ¨²nica.?

Con el f¨²tbol podr¨ªa acabar ocurriendo algo igual. Puede desencadenarse contra ¨¦l la venganza de los aficionados que no quieren saber de distinciones en el deporte m¨¢s popular de este pa¨ªs, en el que adem¨¢s, sus mejores jugadores, en mayor¨ªa negros o de color, han salido de las favelas. Igual que la samba.