Las monarqu¨ªas del Golfo apuestan por el viejo orden
Arabia Saud¨ª, Kuwait y los Emiratos ?rabes aportan 10.000 millones de euros tras el golpe Catar es el ¨²nico pa¨ªs de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga que se desmarca del apoyo masivo
El golpe de Estado que ha desalojado a los Hermanos Musulmanes del Gobierno egipcio ha supuesto un nuevo rev¨¦s para la osada pol¨ªtica exterior de Catar. La rapidez (y generosidad) con que Arabia Saud¨ª, Emiratos ?rabes Unidos y Kuwait han acudido al rescate de Egipto subraya la rivalidad que existe entre las monarqu¨ªas de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga. Su distinto enfoque sobre c¨®mo responder a los retos de la primavera ¨¢rabe revela no s¨®lo distintas simpat¨ªas ideol¨®gicas sino, sobre todo, una distinta percepci¨®n de las amenazas que afrontan esos reg¨ªmenes autocr¨¢ticos ante los vientos de cambio que soplan en la regi¨®n.
Tal vez sea s¨®lo una coincidencia, pero a la mayor¨ªa de los observadores no le ha pasado desapercibido que el conjunto de la ayuda al Gobierno provisional egipcio anunciada el martes por Arabia Saud¨ª y Emiratos ?rabes sumaba 8.000 millones de d¨®lares (unos 6.650 millones de euros), la misma cantidad con la que Catar ha respaldado a Egipto durante los pasados dos a?os. Fue esa asistencia, y en menor medida la de Turqu¨ªa (de 2.000 millones de d¨®lares en cr¨¦ditos), la que permiti¨® al ahora depuesto Mohamed Morsi mantener los subsidios con las arcas del Estado casi vac¨ªas. El mi¨¦rcoles, Kuwait a?adi¨® otros 4.000 millones de d¨®lares para respaldar a su sucesor, con lo que el total suma casi diez veces la ayuda anual de EEUU. En total, cerca de 10.000 millones de euros, m¨¢s del 2% del PIB egipcio.
El hecho de que Doha se uniera a las otras capitales ¨¢rabes en el mensaje de apoyo al nuevo presidente, o que sus portavoces insistan en que su ayuda se dirige al pueblo egipcio y no a un grupo en particular, no evita la sensaci¨®n de que el golpe egipcio ha supuesto un rev¨¦s para el emirato. En especial, porque se produce justo en medio de una inusitada abdicaci¨®n que ha dado el poder a un joven emir de 33 a?os, el jeque Tamim Bin Hamad al Thani, y que algunos observadores relacionan precisamente con un cambio de rumbo de su pol¨ªtica exterior.
Las suspicacias del peque?o Catar, apenas mayor que la provincia de Murcia, hacia el hermano mayor saud¨ª vienen de lejos. No s¨®lo a Riad le cost¨® aceptar la independencia de ese peque?o saliente en su costa nororiental, sino que ambos pa¨ªses han adoptado estrategias de supervivencia opuestas. Pero las diferencias se hicieron evidentes hace dos a?os a ra¨ªz de las revueltas.
Las aspiraciones democr¨¢ticas no pod¨ªan sino despertar recelos entre unas familias reales acostumbradas a gobernar con poder absoluto. El rey Abdal¨¢ de Arabia Saud¨ª vivi¨® como una traici¨®n que Estados Unidos ¡°dejara caer¡± a Hosni Mubarak. Sus temores se agravaron adem¨¢s al ver que los cambios abr¨ªan paso a los Hermanos Musulmanes, percibidos como una amenaza directa. En distinta medida, lo mismo sinti¨® el resto de los monarcas ¨¢rabes. Excepto, el ahora ex emir de Qatar.
Las monarqu¨ªas del Golfo consideran a los Hermanos Musulmanes una amenaza. Excepto Catar
El jeque Hamad, que destron¨® a su padre en un golpe palaciego en 1995, llevaba ya tiempo agitando las aguas del golfo P¨¦rsico. Alertado por la invasi¨®n iraqu¨ª de Kuwait unos a?os antes, hab¨ªa tomado la decisi¨®n de modernizar su pa¨ªs, como forma de asegurarse la independencia tanto de Arabia Saud¨ª, que pod¨ªa comerle de un bocado, y como de Ir¨¢n, su vecino de enfrente y rival geoestrat¨¦gico de los saud¨ªes. Para ello, contaba con las terceras reservas de gas natural del mundo y las puso al servicio de su ambicioso proyecto que empez¨® con el lanzamiento de la cadena Al Jazeera, sigui¨® con inversiones millonarias en por todo el mundo, incluida una apuesta por el deporte internacional de altos vuelos, y, sobre todo, la voluntad de convertirse en un mediador honesto para los conflictos regionales.
En esas estaba cuando se produjeron los levantamientos populares de T¨²nez y Egipto. A diferencia de los saud¨ªes y otros monarcas ¨¢rabes, que tuvieron que aplicarse en asegurar sus sillas, Hamad, con apenas 250.000 s¨²bditos y unas arcas bien repletas, apost¨® por los islamistas desde T¨²nez a Siria, pasando por Libia y Egipto. Numerosos expertos opinan que se trat¨® de una opci¨®n pragm¨¢tica m¨¢s que ideol¨®gica, en la convicci¨®n de que ten¨ªan m¨¢s apoyo que sus rivales laicos y le garantizar¨ªan mayor influencia en el futuro.
Estados Unidos, que tiene en suelo catar¨ª su mayor base en Oriente Pr¨®ximo, vio con preocupaci¨®n que armara a los rebeldes sirios sin ning¨²n filtro ideol¨®gico previo. Arabia Saud¨ª, tambi¨¦n. Pero fue sobre todo su respaldo a Morsi, lo que le distanci¨® m¨¢s de sus vecinos. Para saud¨ªes y emirat¨ªes, la agenda islamo-democr¨¢tica de los Hermanos Musulmanes, que lleg¨® a sus pa¨ªses de la mano de los profesionales egipcios que hu¨ªan de N¨¢ser a mediados del siglo pasado, representa una amenaza directa a su poder absoluto. Ahora, se sienten reivindicados con la recuperaci¨®n de Egipto.
Emiratos ?rabes conden¨® la semana pasada a 69 de sus ciudadanos por conspiraci¨®n, ante la sospecha de que formaban parte del cap¨ªtulo local de la hermandad. Riad, por su parte, se siente m¨¢s c¨®modo con los salafistas, m¨¢s radicales en su ideolog¨ªa, pero que centran sus objetivos en el terreno social m¨¢s que en la pol¨ªtica. Significativamente la rama catar¨ª del grupo se disolvi¨® en 1999. Pero a Tamim, el nuevo emir, le queda por delante definir qui¨¦nes van a ser sus aliados a partir de ahora.
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