Breivik, la pesadilla de la que no se habla en Oslo
Los noruegos se sienten m¨¢s inseguros y ya no conf¨ªan tanto en la polic¨ªa y la justicia
Una enorme lona negra, muy tupida y con aires de luto, se ajusta con tablones alineados a la fachada de uno de los primeros edificios cubiertos de la calle Grubbegata, en el centro de Oslo. A unos 25 metros, otro de los inmuebles de este barrio de oficinas del Gobierno noruego esconde frente y espalda con una tela blanca m¨¢s transl¨²cida, que respira seg¨²n bate el viento de un lado hacia otro. Solo alg¨²n fisg¨®n accede a la zona, desierta y restringida al tr¨¢fico, para husmear e imaginar lo que pas¨® hace dos a?os.
De entonces son las portadas de los diarios que se entrev¨¦n en un panel con el cristal resquebrajado en mil pedazos. El tiempo parece que dej¨® de correr. La ciudad est¨¢ de vacaciones. Es un viernes de verano como el que eligi¨® el joven ultraderechista Anders Behring Breivik para hacer estallar un coche bomba que cost¨® la vida a ocho personas y dio comienzo a una de las mayores tragedias de la historia de Noruega.
¡°Una de las v¨ªctimas trabajaba en mis oficinas¡±, recuerda un empleado del Ministerio de Trabajo, que prefiere preservar su identidad. Este hombre, de 55 a?os, termin¨® su jornada 10 minutos antes de la explosi¨®n. Desde aquel tr¨¢gico 22 de julio, muchos como ¨¦l han tenido que mudarse de la oficina de forma temporal. ¡°Al principio todo eran reuniones para organizarnos, pero ahora, que ya pas¨®, ha quedado algo en la atm¨®sfera¡¡±. Algo que no sabe explicar y de lo que no se habla. ¡°Lo estamos guardando dentro y es est¨²pido; escapamos de lo que ocurri¨®, no seguimos el camino emprendido con los homenajes¡±. En las primeras semanas tras el ataque, miles de ciudadanos se volcaron en cada una de las numerosas ceremonias de recuerdo a los muertos de Oslo y Utoya.
Desde la entrada al complejo gubernamental, por la calle Akersgata, una hilera de l¨¢minas de madera cubre las obras y dificulta el tino del ojo curioso. Pero no borra la memoria. ¡°Yo lo he estado pensando ahora, cuando miraba desde la terraza de la biblioteca de enfrente¡±, relata Ingvll, de 26 a?os. Es noruega, pero no de la capital. ¡°Y es muy diferente¡±, apuntilla, ¡°c¨®mo ha vivido la tragedia la gente de Oslo¡±. ¡°Se habla muy poquito de lo que pas¨®¡±, contin¨²a Ingvll, ¡°los noruegos nos permitimos pocas emociones, somos muy cerrados¡±. ?Se olvid¨®? ¡°Las sensaciones est¨¢n, pero no se ven¡±, responde.
El duelo, como admiten muchos extranjeros residentes en Oslo, va en silencio y despacio. Demasiado para algunos familiares de v¨ªctimas, aquejados por la falta de asistencia del Gobierno. El Ministerio de Cultura ha abierto recientemente un concurso para levantar dos monumentos en homenaje a las v¨ªctimas: uno en Oslo y otro en Hole, municipio al que pertenece la isla de Utoya, adonde Breivik se traslad¨® con otro veh¨ªculo para acabar a tiros con la vida de 69 j¨®venes militantes laboristas.?
¡°La vida sigue, no han cambiado muchas cosas¡±, dice desde la calle Akesgata un joven de 30 a?os, que elige el anonimato. ?Los ataques se han convertido en tab¨²? ¡°No hablamos de ello en la oficina, fue dram¨¢tico, pero no es un tab¨² como el que puede ser el nazismo en Alemania¡±. Numerosas instituciones m¨¦dicas se han lanzado a analizar el efecto postraum¨¢tico de los atentados de Breivik, condenado hoy a 21 a?os de prisi¨®n en el penal de Ila, cerca de Oslo. El investigador Siri Thorensen presentaba recientemente algunas de las conclusiones preliminares del Centro de Estudios de la Violencia y el Estr¨¦s Traum¨¢tico: los noruegos se sienten menos seguros, ya no conf¨ªan tanto en la polic¨ªa y la justicia, y creen que hay que reforzar la seguridad en el pa¨ªs.
A Elisabeth le cuesta mucho llegar hasta ese lugar de su cabeza donde guarda el 22 de julio de 2011. Cree que los noruegos tienen una gran capacidad para manejar ciertas situaciones, es una gran comunidad que ¡°ha vuelto a lo normal¡±, aunque no sabe si eso es suficiente. ¡°Yo trabajo enfrente de los edificios del Gobierno¡±, explica esta joven de 35 a?os, ¡°el d¨ªa del ataque pens¨¦ en dejar Oslo, pero luego cre¨ª que hab¨ªa que quedarse¡±. ?Se habla de eso con los amigos? ¡°Al principio s¨ª, ahora ya no¡ No s¨¦, no s¨¦, quiz¨¢ fue como un mal sue?o¡±.
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