Franeleros: La mirada callejera del DF
Los 'viene viene' de M¨¦xico trabajan precariamente y sin control. Las autoridades tratan sin ¨¦xito de controlarlos ¡°para evitar que ayuden a la delincuencia organizada¡±. Este es un retrato de de los irregulares m¨¢s astutos de la capital mexicana.
El barrio en el que vive El Pacheco es destartalado, ruidoso y, como ¨¦l mismo reconoce: ¡°Se pone cabr¨®n cuando cae el sol¡±. En sus calles se palpa la desigualdad social: amplios chalets colindan con casuchas paup¨¦rrimas techadas con l¨¢minas de zinc. Pedregal de Santo Domingo (al sur de M¨¦xico DF) es cuna de muchos de los trabajadores informales que transitan los n¨²cleos tur¨ªsticos de la capital, especialmente Coyoac¨¢n. En 1971, bajo la premisa de ¡°sembrar jardines en los basureros¡± miles de personas ocuparon estas tierras bald¨ªas y las habitaron con orgullo. En el 2003 el barrio rondaba los 100.000 habitantes y fue definido como ¡°zona de muy alta marginaci¨®n¡± por el Gobierno capitalino. A¨²n hoy aunque ha mejorado mucho hay quien lo considera ¡°un Tepito dentro de Coyoac¨¢n¡±, en alusi¨®n al barrio bravo del centro de la ciudad. De aqu¨ª sale una buena parte de los peculiares aparcacoches callejeros que bloquean las aceras y reservan los estacionamientos a cambio de una propina. Son los llamados franeleros o viene viene, protagonistas de uno de los encuentros m¨¢s inc¨®modos entre las clases medias y acomodadas y los de abajo: el 59% de los mexicanos.
Si no les ayudamos, podr¨ªan apoyar a la delincuencia organizada. Teni¨¦ndolos de nuestro lado son nuestros ojos¡±.
Jos¨¦ Miguel Cortes, de la Secretaria de Trabajo del Gobierno del DF
Los franeleros son solo una?porci¨®n de los 13?7 millones de trabajadores que viven de la econom¨ªa subterr¨¢nea en la capital. Ocupan y controlan las zonas m¨¢s boyantes, los llamados ¡°oasis dentro del monstruo¡±, como llamaba Octavio Paz a las colonias pac¨ªficas y coloristas como la Condesa, la Roma (en el centro de la ciudad) y Coyoac¨¢n. Para unos pocos son pobres sin oportunidades, para la mayor¨ªa, delincuentes y par¨¢sitos. Casi nadie sabe de d¨®nde vienen, cu¨¢nto ganan, cu¨¢ntos son o si est¨¢n o no organizados. Seg¨²n Daniel M¨¢rquez, del Instituto de Investigaciones Jur¨ªdicas de la UNAM, ¡°detr¨¢s de ellos hay partidos pol¨ªticos que les protegen a cambio de votos y asistencia a sus m¨ªtines y tambi¨¦n polic¨ªas corruptos y delincuentes organizados que les usan para controlar las calles¡±. El Gobierno del DF trata sin mucho ¨¦xito de regularizarlos y gan¨¢rselos. Jos¨¦ Miguel Cort¨¦s Camacho, director del registro de evaluaci¨®n de la Secretaria de Trabajo y Fomento al Empleo?, es claro al respecto: ¡°Si les ignoramos, podr¨ªan ser muy peligrosos, ya que conocen la calle mejor que nadie. Son los ojos de la ciudad¡±.
¡°Llevo 20 a?os franeleando y la gente me respeta, porque no chingo a nadie¡±, cuenta El Pacheco, trabajador bajito y moreno de 47 a?os. Es uno de los viene viene m¨¢s carism¨¢ticos de Coyoac¨¢n. A cada rato da abrazos y cuenta chistes a comerciantes, vecinos y hasta a los polic¨ªas que transitan la calle Carrillo Puerto, su lugar de trabajo habitual. A dos cuadras de ¨¦l trabaja su hijo Salom¨®n, un chico de 11 a?os con gafas y pelo de pincho, que espera a los coches con un gesto de infinito aburrimiento. ¡°Yo hered¨¦ esta chamba (trabajo) de mi padre y mi chamaco la heredar¨¢ de m¨ª¡±. Entre los dos ganan unos 1000 pesos semanales (78 d¨®lares), pero aseguran que si trabajaran en calles m¨¢s concurridas ganar¨ªan el doble. ?Por qu¨¦ no se van all¨ª? ¡°Porque otros chingones las ocuparon¡±.
Un m¨¦todo efectivo
La Secretaria de Trabajo y Fomento al Empleo del Distrito Federal asegura que el 58% de los viene viene se concentra en cuatro delegaciones: un 22?5% en Cuahutemoc (que incluye las colonias de Roma y Condesa), un 15% en Coyoac¨¢n y el 20% restante en Azapotzalco (noroeste) y Miguel Hidalgo (al sur). Su modus operandi se repite en todas las colonias. Primero agitan una franela de tela para dar las indicaciones pertinentes al conductor: "Viene, viene, viene". Despu¨¦s se ofrecen a limpiar el coche y a cuidarlo a cambio de una propina que suele variar de 5 a 50 pesos (de 30 c¨¦ntimos a 4 d¨®lares), dependiendo de la hora del d¨ªa, el tiempo que estar¨¢ estacionado el auto y el precio del mismo. Unos aceptan un no como respuesta y otros amenazan directamente con pinchar las ruedas o propinar "una madriza" al conductor. "Hay gente honrada y hay cabrones", resume un polic¨ªa en el centro del barrio de la Condesa, una de las zonas con m¨¢s presencia de extranjeros. "Si alguien les denuncia llevamos a ambos la comisar¨ªa, donde pueden pasar horas antes de declarar. Por eso la gente prefiere darles 15 pesos (1 d¨®lar) y olvidarse del tema", explica el agente.
Pacheco es uno de los pocos franeleros de Coyoac¨¢n que lucen el chaleco reglamentario proporcionado por la Secretaria de Trabajo del DF. Seg¨²n cuenta, con un argot sorprendente y un acento parecido al de Cantinflas, trabaja voluntariamente en el horario que marca su tarjeta de trabajador: de 15:00 a 12:00 de la noche. ¡°Yo acepto lo que me den, incluso mentadas de madre. Pero cu¨ªdate de los chuchos cuereros (astutos) que controlan las calles del mercado: son pinches ratas, puros drogos culeros disfrazados de franeleros. Si no les das propina se pasan de pendejos. ?No m¨¢s pica, lica y califica!¡±, comenta se?alando el centro del barrio.
La zona mencionada est¨¢ controlada por hombres con cadenas, tatuajes y la cara picada como marca de la casa. Uno de ellos, con nariz de boxeador y botas de militar, parece controlar al resto: ¡°Este es nuestro territorio, g¨¹ey, porque llevamos aqu¨ª un chingo de tiempo. Nosotros cuidamos el barrio¡±, explica mientras dirige al resto de trabajadores. ?Se dedic¨® a algo m¨¢s antes de ser franelero? ¡°D¨¦jame que piense¡¡±. Extiende una mano con dedos como morcillas: ¡°Delincuencia organizada, narcomenudeo, tr¨¢fico de armas¡¡± y estalla en una carcajada: ¡°?Puras mamadas!¡±. Ninguno de ellos luce el chaleco amarillo ni especifica cu¨¢nto ganan, pero seg¨²n Pacheco superan los 5.000 pesos mensuales (unos 400 d¨®lares): ¡°Por dinero baila el can y por pan, si se lo dan¡±.
Jos¨¦ Miguel Cort¨¦s Camacho, de la Secretar¨ªa de Trabajo del DF, asegura que hay un padr¨®n de 6.896 cuidadores vehiculares, ¡°mal llamados franeleros¡±, de un total de 22.786 trabajadores no asalariados contabilizados. La cifra resulta muy peque?a si tenemos en cuenta que, seg¨²n datos del Instituto Nacional de Estad¨ªstica y Geograf¨ªa (INEGI), en M¨¦xico,?tres de cada cinco trabajadores son irregulares. El Gobierno de la capital intenta sistematizarlos y reducir su n¨²mero instalando parqu¨ªmetros y emple¨¢ndoles en otras labores. Parecen cumplir el refr¨¢n: mant¨¦n cerca a tus amigos pero m¨¢s cerca a tus enemigos: ¡°Si no les ayudamos, podr¨ªan apoyar a la delincuencia organizada. Teni¨¦ndolos de nuestro lado se convierten en nuestros ojos y ayudan a la polic¨ªa. Hasta han frustrado intentos de secuestro¡±, asegura el funcionario.
El intento de dignificar la jornada de los franeleros no ha terminado con la precariedad de los trabajadores de la calle, que siguen pululando por la ciudad sin ning¨²n tipo de regulaci¨®n. Tampoco ha disminuido la hostilidad de buena parte de los conductores, que los tachan de mafiosos. Algunos hasta?los comparan con los narcos:?"Agarren a los franeleros, el Z40 honestamente me da lo mismo", rezaba un tuit el d¨ªa de la detenci¨®n del capo de los Zetas.
Tras una jornada de trabajo unas diez horas de media, los viene viene regresan a sus hogares. Algunos fines de semana, los mejor ubicados ganan m¨¢s de 40 d¨®lares pero, seg¨²n asegura la mayor¨ªa, la media mensual no suele superar los 250. "No es posible saber cuanto ganan, porque hay distintas zonas y distintos tipos de franeleros", resume Daniel Mart¨ªnez, experto de la UNAM. Solo tienen un com¨²n denominador: la mayor¨ªa proviene de barrios pobres marcados por la precariedad y la indigencia. Casi todos los que trabajan en Coyoac¨¢n residen en la colonia de Santo Domingo.
A media noche El Pacheco y su hijo se retiran cargando sus cubos con andares cansados. Mientras caminan, el padre enumera con su jerga inagotable la fauna que habita su barrio. ¡°Periqueros, choleros, pedotes, ojetes, puteros, chorreros y madrotas que parecen padrotes y te chingan brother¡±. Cuando atraviesan la avenida Pedro Enr¨ªquez Ure?a y la de Escuinapa, y avanzan al sur del barrio de Santo Domingo, los v¨ªvidos colores de Coyoac¨¢n mutan en un gris cenizo, la m¨²sica de las plazoletas se convierte en un estruendo chirriante de viejos autobuses y el olor a tortillas de ma¨ªz es, de pronto, un tufo de smog. "Que bonito es lo bonito, pero l¨¢stima que es poquito", canta Pacheco.
En las calles cercanas al mercado de La Vecindad algunas paredes exhiben altares de la Santa Muerte, por las aceras ladran perros callejeros, yacen borrachos inconscientes y pululan familias y grupos de ni?os de etnias ind¨ªgenas que no hablan castellano. La luz cada vez es m¨¢s escasa y el ambiente cada vez m¨¢s inquietante. Y a pesar de todo, los trabajadores callejeros se sienten seguros y avanzan parlanchines y alegres de volver a su hogar: ¡°Salimos del oasis, g¨¹ero, bienvenido a M¨¦xico¡±.
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