Que los lobos vuelvan al valle de Ergenekon
A Erdogan le ha llevado m¨¢s de una d¨¦cada domesticar al Ej¨¦rcito
Hay mitos que perduran. Como el de la loba que amamantaba a R¨®mulo y Remo antes de que pudieran fundar Roma. Otros llegan incluso a encarnarse en el cine. La serie de pel¨ªculas Valle de los lobos ha triunfado en los ¨²ltimos a?os en las salas de Turqu¨ªa con las andanzas de Polat Alemder, el justiciero jefe de una unidad de comandos del Ej¨¦rcito. En la primera convirti¨® un fiasco (real) en 2003 de los servicios de inteligencia de Ankara en el Kurdist¨¢n iraqu¨ª en una epopeya b¨¦lica (ficticia) contra el invasor estadounidense. En la segunda, Polat se vengaba en el celuloide (para satisfacci¨®n del imaginario colectivo turco) de los militares israel¨ªes que dirigieron el asalto a la flotilla que pretend¨ªa llevar desde Turqu¨ªa ayuda humanitaria a la franja de Gaza en el a?o 2010.
En este clima de exaltaci¨®n nacionalista no resulta tampoco extra?o que la trama golpista encausada en el macrojuicio que se ha cerrado cerca de Estambul sea conocida por el m¨ªtico nombre de Ergenekon, un imaginario valle centroasi¨¢tico en el que los antecesores de los turcos permanecieron atrapados durante siglos, seg¨²n la leyenda, hasta que un lobo les mostr¨® el camino hacia la libertad.
Cuentos de lobos aparte, el principal mito que ha ca¨ªdo con las dur¨ªsimas condenas impuestas en el penal de m¨¢xima seguridad de Silivri es el de la supremac¨ªa de la bota militar sobre el poder civil. De la f¨¢bula de que la sociedad de los pa¨ªses emergentes isl¨¢micos no puede regirse por s¨ª misma y necesita de una m¨¢s o menos expl¨ªcita tutela castrense.
La Turqu¨ªa moderna naci¨® de la mano del visionario general Mustaf¨¢ Kemal al intentar salvar los restos del Imperio Otomano tras la I Guerra Mundial. El pach¨¢ Atat¨¹rk indic¨® que el camino de la libertad y el progreso iba hacia Occidente, a Europa. Por eso impuls¨® el voto femenino e implant¨® el alfabeto latino. Pero sus sucesores pronto se encargaron de marcar el paso y poner firmes a la poblaci¨®n.
La simple menci¨®n a un socorrido que viene el lobo ¡ªo sea, que los tanques salen a la calle¡ª bast¨® en 1971 y 1997 para que cayeran gobernantes leg¨ªtimamente elegidos. En 1960 y 1980 las manadas de carros de combate desfilaron por las avenidas de Estambul y hubo l¨ªderes pol¨ªticos que acabaron en la horca, en el primer golpe, o en la c¨¢rcel, en el segundo.
A Recep Tayyip Erdogan le ha llevado m¨¢s de una d¨¦cada de ejercicio del poder enviar al Ej¨¦rcito de vuelta a sus cuarteles. El pasado 1 de agosto presidi¨® una reuni¨®n del Consejo Supremo Militar en la que por primera vez los votos militares pesaron menos que los civiles a la hora de designar a los jefes del Estado Mayor. Junto a su amplia base electoral islamista del interior de Anatolia, parte de los laicos y liberales de las grandes ciudades parecen haberle respaldado en este empe?o con tres victorias consecutivas en las urnas.
Pero el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Tayyip Recep Erdogan controla el Gobierno, el Parlamento y la presidencia de la Rep¨²blica, ha recortado el autogobierno del Poder Judicial y pretende ahora dictar las reglas de juego a los medios de comunicaci¨®n. Sin estar sometido el primer ministro a ning¨²n otro contrapoder, con unas Fuerzas Armadas domesticadas que ya no ense?an los colmillos, hace apenas dos meses los j¨®venes indignados turcos se echaron a la calle como lobos al grito de: ¡°Que se vaya Erdogan¡±.
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