La DEA quiere cobrarse su venganza
M¨¦xico ordena la detenci¨®n del narco Caro Quintero, excarcelado hace una semana, para ser extraditado y juzgado en EE UU por el asesinato de un agente
La DEA sigue intentando cobrarse su venganza casi tres d¨¦cadas despu¨¦s. Tras la insistencia de Estados Unidos, la Fiscal¨ªa mexicana ha ordenado esta semana la detenci¨®n preventiva con fines de extradici¨®n de Rafael Caro Quintero, El Pr¨ªncipe, autor intelectual del martirio que sufri¨® en 1985 Enrique Kiki Camarena, un agente antidrogas que hab¨ªa conseguido infiltrarse en su cartel. Tras 28 a?os entre rejas, el narcotraficante sali¨® de prisi¨®n hace una semana gracias a un salvoconducto judicial que aprovecharon sus abogados, pero la justicia y el fantasma de Camarena le acechan de nuevo.
El que fuera uno de los fundadores del ya desaparecido cartel de Guadalajara, organizaci¨®n pionera en los a?os setenta en el env¨ªo a gran escala de droga al otro lado de la frontera, abandon¨® el viernes pasado la prisi¨®n de Puerta Grande, en Jalisco, a las dos de la madrugada, convertido en un sexagenario atl¨¦tico y canoso. Desde entonces las autoridades dicen que no han vuelto a saber nada del narco de narcos, como tambi¨¦n se le empez¨® a conocer mientras se abr¨ªa camino en el mundo del hampa.
El caso obsesiona a la Administraci¨®n Federal Antidrogas (DEA), que no perdona la muerte de uno de los suyos. La fotograf¨ªa de Caro Quintero ocupa ahora el puesto n¨²mero uno en la lista de delincuentes m¨¢s buscados en su p¨¢gina web, por delante de otros hist¨®ricos capos mexicanos como Joaqu¨ªn El Chapo Guzm¨¢n, el narcotraficante m¨¢s poderoso del pa¨ªs. Caro Quintero sabe muy bien que la DEA no le va a perdonar nunca y un mes antes de salir de prisi¨®n sus abogados pidieron un amparo para evitar ser trasladado a un pa¨ªs donde seguramente ser¨ªa condenado a cadena perpetua.
T¨¦cnicamente no puede volver a ser juzgado por el asesinato de Camarena pero EE UU tambi¨¦n va a echar mano de sus propias tretas judiciales. ¡°Lo que no esperaba es que vayan a pedir su extradici¨®n por delitos relacionados con lavado de dinero¡±, cuenta Jes¨²s Esquivel, autor del libro La DEA en M¨¦xico y corresponsal de la revista Proceso en Washington. Esquivel sostiene que Caro Quintero est¨¢ siendo vigilado por las autoridades mexicanas, que lo tienen perfectamente localizado, y que ser¨¢ detenido cuando EE UU formalice los cargos en su contra. De hacerlo ahora tendr¨ªan que soltarlo de inmediato porque el narcotraficante ha saldado todas sus cuentas con los tribunales mexicanos.
Caro Quintero, protagonista de decenas de narcocorridos, ha ligado su nombre de por vida al de Camarena por un asunto de venganza. El agente operaba desde el consulado americano de Guadalajara, la ciudad mexicana que el cartel hab¨ªa convertido en un lugar de tr¨¢nsito entre Colombia y el norte del r¨ªo Bravo. Gracias a sus contactos, el estadounidense logr¨® desmantelar una gigantesca plantaci¨®n de marihuana de la organizaci¨®n. Supuso un gran golpe econ¨®mico contra la red, que tortur¨® a muchos de sus empleados para dar con el nombre de quien les hab¨ªa fastidiado tanto: Enrique Camarena. En represalia, en febrero de 1985 unos sicarios secuestraron al agente y al piloto con el que sobrevolaba los terrenos de la droga. Sus cuerpos aparecieron m¨¢s tarde en un rancho fronterizo, donde hab¨ªan sido sometidos a una tortura que les hab¨ªa llevado a la muerte. Caro Quintero, por este hecho, fue perseguido hasta ser detenido en Costa Rica, donde se hab¨ªa refugiado de la ira de la DEA. Tras su traslado a M¨¦xico comenz¨® este periplo judicial que contin¨²a abierto.
Parte de la leyenda del narcotraficante se ha forjado en la c¨¢rcel, donde ha pasado media vida. Un alcaide que escribi¨® un libro lo retrat¨® como un narcisista que intentaba imponer sus propias reglas en prisi¨®n. Otros lo han descrito como un preso de pocas palabras, muy respetado por el resto de convictos.
El periodista J. Jes¨²s Lemus coincidi¨® con Caro Quintero en la prisi¨®n de Puerta Grande y cuenta en Los Malditos que ¡°Don Rafael¡±, como se le llamaba, se encar¨® cierto d¨ªa con un capell¨¢n que durante una misa reprochaba su conducta a los internos. Les habl¨® del pecado y la maldad.
¡ªOiga, padre ¡ªle replic¨®¡ª, si el pecado es algo que todos los hombres tenemos, ?qu¨¦ diferencia hay entre usted y yo?
El sacerdote le contest¨® que ambos eran hijos de Dios y que no hab¨ªa ninguna diferencia entre ellos. Puede que aquel capell¨¢n de visita en la c¨¢rcel lo absolviera pero la DEA ni olvida ni perdona.
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