Vuelta de tuerca en Egipto
Los militares recuperan el protagonismo en una escena que nunca llegaron a abandonar por completo
Las aguas han retornado a su cauce. Con el derrocamiento de Morsi y la brutal represi¨®n de las acampadas islamistas, los militares han cortado de ra¨ªz el err¨¢tico experimento democr¨¢tico egipcio. Recuperan as¨ª el protagonismo en una escena que nunca llegaron a abandonar por completo, ya que durante todo este tiempo mantuvieron su control sobre el Estado profundo representado por las fuerzas de seguridad y los aparatos de inteligencia.
Desde la ca¨ªda del reci¨¦n excarcelado Mubarak, los militares han venido manipulando al conjunto de las fuerzas pol¨ªticas y fomentando las disputas interpartidistas. Primero se aproximaron a los Hermanos Musulmanes y a los salafistas a los que enfrentaron con los sectores revolucionarios de la plaza Tahrir, que acabaron boicoteando las elecciones legislativas y denunciaron la existencia de un pacto secreto entre religiosos y militares para repartirse el poder.
En el golpe del 3 de julio se aliaron con laicos, liberales, izquierdistas y coptos, todos ellos hastiados por el autoritarismo de Morsi y preocupados por la islamizaci¨®n del pa¨ªs. Al respaldar el derrocamiento de un gobierno leg¨ªtimo, la oposici¨®n ha hipotecado su futuro convirti¨¦ndose en un cooperador necesario de los militares.
Con esta exitosa estrategia, los militares han conseguido preservar sus innumerables privilegios y el vasto imperio econ¨®mico laboriosamente erigido durante las pasadas seis d¨¦cadas. Adem¨¢s, la confusi¨®n que ha presidido la transici¨®n les ha apuntalado como garantes del orden y la estabilidad entre una parte significativa de la poblaci¨®n. Esta narrativa ha terminado por ser asumida por las potencias regionales que, como en el caso de Israel, han respaldado el golpe. Tambi¨¦n Arabia Saud¨ª y otras petromonarqu¨ªas le han dado su bendici¨®n al inyectar 12.000 millones de d¨®lares para evitar el colapso de la econom¨ªa egipcia y, de paso, reforzar las posiciones de los sectores salafistas, los principales beneficiados de la probable ilegalizaci¨®n de la Hermandad.
Esta ayuda vuelve a poner de manifiesto la santa alianza entre petr¨®leo y salafismo, pero tambi¨¦n la creciente irrelevancia de EE UU y la UE en la regi¨®n, ya que sus iniciativas para evitar un ba?o de sangre fueron sistem¨¢ticamente ignoradas.
Los Hermanos Musulmanes son, sin duda, los grandes perdedores. En tan s¨®lo unas semanas han pasado de controlar los poderes ejecutivo y legislativo a estar al borde de la ilegalizaci¨®n. El encarcelamiento de sus principales dirigentes ha descabezado la organizaci¨®n, que se encuentra en un estado de shock psicol¨®gico del que tardar¨¢ en recuperarse.
Adem¨¢s, la brutal represi¨®n de la que han sido objeto podr¨ªa favorecer la emergencia de un nuevo liderazgo deseoso de tomarse la justicia por sus manos. Las dos opciones a las que se enfrenta la Hermandad son igualmente descorazonadoras: Por un lado, la ilegalizaci¨®n y la represi¨®n, como ocurriera en ¨¦poca de Nasser. Por el otro, alegalidad y relativa tolerancia, como pas¨® con Mubarak, siempre y cuando acepten d¨®cilmente la nueva repartici¨®n de poder.
Ante este escenario no puede descartarse por completo el surgimiento de alguna escisi¨®n entre sus filas que adopte un discurso m¨¢s beligerante e, incluso, abogue por el empleo de las armas, una opci¨®n que ofrecer¨ªa a los militares el argumento id¨®neo para adoptar una estrategia erradicadora.
Ignacio ?lvarez-Ossorio es profesor de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos de la Universidad de Alicante.
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