L¨ªmites para una pol¨ªtica de la izquierda en Alemania
El postcomunista partido de La Izquierda no acaba de encontrar su lugar en un sistema pol¨ªtico que lo acepta a rega?adientes
Conviene anticipar que el partido alem¨¢n Die Linke (La Izquierda) no es apenas explicable desde los par¨¢metros habituales de la pol¨ªtica espa?ola. Las razones son m¨²ltiples. Destacan, no obstante, dos. Una, que Alemania ya es una rep¨²blica, muy bien cohesionada. Y dos, que en una parte de su territorio se ensay¨® durante largos a?os, bajo la f¨¦rula sovi¨¦tica y con resultados calamitosos (vayan y pregunten), el socialismo m¨¢s o menos real. El r¨¦gimen cay¨® como un castillo de naipes y no precisamente porque alguien soplara desde fuera, que tambi¨¦n, sino como consecuencia de un proceso interno de descomposici¨®n.
Die Linke participa en la carrera por el poder con ostensibles desventajas. Por n¨²mero de votos (las encuestas le dan entre un 7% y un 10%) le podr¨ªa corresponder tranquilamente una tajada en un posible gobierno de coalici¨®n; pero esta contingencia se topa con un obst¨¢culo insalvable. Proponga lo que proponga, ning¨²n partido formar¨¢ coalici¨®n con ellos, ni siquiera las formaciones en las que todav¨ªa arden algunas chispas de progresismo, el SPD o los Verdes. Las ¨²nicas excepciones afectan a gobiernos regionales. Ahora mismo Die Linke gobierna con el SPD en Brandemburgo y Berl¨ªn.
En el Bundestag, Die Linke produce con frecuencia una impresi¨®n de soledad. Sus miembros son los invitados de piedra que, cuando reciben el turno de palabra, env¨ªan a un orador al estrado para que repruebe las secuelas del capitalismo, critique las normativas de la Uni¨®n Europea y anuncie lo habitual: que su grupo va a votar en contra de las propuestas del gobierno. No es ins¨®lito que, mientras dura la intervenci¨®n del representante de izquierdas, los dem¨¢s parlamentarios charlen entre s¨ª, se levanten, telefoneen y todo eso. A¨²n hay quien en sede parlamentaria cuestiona la verdadera profesi¨®n democr¨¢tica de Die Linke. Y a menudo, cuando sube la temperatura del debate, se les reprocha que procedan del r¨¦gimen comunista de la extinguida Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana.
Es innegable que en el Este, Die Linke obtiene la mayor parte de sus votos, mientras que en la zona occidental del pa¨ªs, donde se ubican los principales centros industriales, el partido no levanta cabeza. Ahora que se ha librado de Oscar Lafontaine, en su d¨ªa ministro dimisionario en el gabinete del canciller Schr?der, luego pr¨®fugo del SPD y siempre ambicioso y problem¨¢tico, reina la tranquilidad en el partido, con las distintas facciones m¨¢s o menos bien avenidas en torno a su l¨ªder indiscutible, Gregor Gysi, excelente orador, que es algo as¨ª como el alma y cerebro de Die Linke. Sin ¨¦l (y ya tiene sus a?itos, 65), el partido sufrir¨ªa una merma irreparable de carisma.
Que Die Linke tenga su clientela electoral en zonas poco industrializadas y de densidad demogr¨¢fica menor da una idea de su descolocaci¨®n hist¨®rica. En Alemania no caben dudas acerca de la principal aspiraci¨®n de las clases humildes: dejar de serlo, incorporarse mediante alg¨²n oficio a las clases medias y consumir. La gente prefiere las vacaciones al socialismo. Esto es as¨ª y sin tenerlo en cuenta no es posible aventurar un diagn¨®stico certero del comportamiento electoral de la poblaci¨®n alemana.
?D¨®nde qued¨® el proletariado? Y si no hay proletariado tal como lo define la doctrina marxista, si la econom¨ªa ya no es nacional y los due?os del cotarro est¨¢n en otros continentes, ?c¨®mo encauzar una pol¨ªtica genuina de izquierda? Durante d¨¦cadas, en la RFA los trabajos m¨¢s penosos y peor remunerados recayeron en gran parte sobre las espaldas de trabajadores extranjeros, con sus limitados derechos civiles. Pero incluso los emigrantes recibieron tarde o temprano su oportunidad de ingresar en las clases medias. Y si no ellos, sus hijos o sus nietos, a los que hoy es frecuente ver dirigiendo programas de televisi¨®n, jugando en la selecci¨®n nacional de f¨²tbol o descollando en la pol¨ªtica.
Sin dejar de desarrollar pol¨ªticas orientadas a la protecci¨®n de los desfavorecidos, que los hay y no pocos en un pa¨ªs de elevado nivel econ¨®mico, Die Linke ha hecho un sincero esfuerzo por asumir los principios b¨¢sicos de la democracia liberal (partidos, prensa libre, econom¨ªa de mercado, jueces independientes). Ese tramo ya lo recorri¨® hace mucho tiempo la socialdemocracia, con los resultados que hoy est¨¢n a la vista: orientaci¨®n program¨¢tica hacia el centro y reformismo.
La referida aceptaci¨®n del juego plural presupone la renuncia a sue?os revolucionarios, que por razones de todos conocidas equivalen en Alemania a pesadillas. En esa inc¨®moda situaci¨®n de quien desea participar en el juego democr¨¢tico y no acaba de ser admitido por los dem¨¢s se encuentra hoy d¨ªa Die Linke. Su renuncia a la dictadura entra?a un distanciamiento claro con respecto a la historia completa de la RDA, lo que algunos militantes nost¨¢lgicos interpretan como una traici¨®n. A la vez, para muchos j¨®venes de las regiones orientales el acatamiento de la democracia entra?a un gesto de blandenguer¨ªa. De ah¨ª que, ansiosos de radicalismo y acci¨®n, prefieran abrazar el credo neonazi. Su n¨²mero alcanza en algunos lugares proporciones altamente preocupantes.
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