Vladimir Putin, hacedor de paradojas
La alta pol¨ªtica, el arte de la indeterminaci¨®n en su expresi¨®n m¨¢s acabada, comienza otra paradoja: la mediaci¨®n rusa que evita el ataque de Estados Unidos a Siria
Las paradojas son habituales en la pol¨ªtica internacional¡ªefectos no buscados, escenarios inesperados que a menudo explican la guerra o la paz, nada menos. No por nada los textos de relaciones internacionales est¨¢n plagados de ilustraciones paradojales. Desde la crisis de los misiles en Cuba¡ªproducto de las disputas al interior de las respectivas burocracias sovi¨¦tica y americana, m¨¢s que del conflicto ideol¨®gico¡ªhasta el fin del comunismo y la disoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica¡ªconsecuencia de Glasnost y Perestroika, reformas que lo que menos buscaban era semejante cambio hist¨®rico¡ªlo fortuito tiene un papel preponderante.
La alta pol¨ªtica, el arte de la indeterminaci¨®n en su expresi¨®n m¨¢s acabada. Hoy comienza otra paradoja¡ªen realidad, cinco¡ªpara los textos del futuro: la mediaci¨®n rusa que evita, al menos por ahora, el ataque de Estados Unidos a Siria. Autores, tomen nota.
Primera paradoja: el mediador indispensable. Ni que el pacifismo y la diplomacia rusa tuvieran inspiraci¨®n en Suecia. Vladimir Putin, el d¨¦spota, se ubica en el centro de la escena, negociando la paz cuando la guerra era inminente.
Segunda paradoja: el campe¨®n del multilateralismo. La tradici¨®n sovi¨¦tica y rusa en el Consejo de Seguridad es casi leyenda: el veto y el obstruccionismo, sobre todo en el Medio Oriente. La de Estados Unidos no es mucho mejor: el unilateralismo ha sido dominante en su pol¨ªtica exterior, a pesar de algunas notables excepciones¡ªCorea (ausente la Uni¨®n Sovi¨¦tica de la votaci¨®n en el Consejo de Seguridad), la Guerra del Golfo de 1991 y la ex-Yugoslavia. Eso hasta ahora, parece ser, cuando la inesperada gesti¨®n de Putin, aceptada por Siria y por Estados Unidos, pone la crisis de vuelta en el seno de las Naciones Unidas¡ªincluyendo un mediador designado por Ban Ki-moon¡ªy neutraliza la acci¨®n unilateral.
Tercera paradoja: el gran aliado de Barack Obama. En un callej¨®n sin salida, Obama se dio cuenta tarde que la ¨²nica amenaza que sirve es aquella que uno est¨¢ en condiciones de cumplir. Sin una estrategia espec¨ªfica: ?Bombardear¨ªan los dep¨®sitos de armas qu¨ªmicas o la sede del gobierno? Sin informaci¨®n clara del d¨ªa despu¨¦s: ?Cu¨¢ntos muertos causar¨ªa la destrucci¨®n por bombardeo de los dep¨®sitos de armas qu¨ªmicas? ?Qu¨¦ pasar¨ªa en el resto de la regi¨®n? Sin aliados internacionales (hasta Gran Breta?a rechaz¨® la idea), y sin apoyos en casa (tanto en las encuestas de opini¨®n como en el Congreso, incluyendo su propio partido), lo ¨²nico que le quedaba a Obama era repetir que ¡°la palabra del Presidente de Estados Unidos tiene valor¡±.
Eso hasta que Putin le arroj¨® este salvavidas para que pueda completar sus dos periodos presidenciales sin terminar como George W. Bush, cuya invasi¨®n a Irak en busca de armas de destrucci¨®n masiva que no exist¨ªan es el signo de su presidencia. Pero como a ning¨²n noruego se le ocurri¨® darle el Nobel de la Paz a Bush, Obama tiene una reputaci¨®n m¨¢s preciada que conservar. Su legado de defensor de los derechos civiles ya se esfum¨® gracias al programa de espionaje masivo de la NSA. Ahora su legado de pacifista estaba a punto de desaparecer en un ataque unilateral, confuso y para muchos innecesario. Paradoja suprema, si a Putin le va bien con su idea, Obama tendr¨¢ con ¨¦l una deuda de por vida.
Cuarta paradoja: el gran aliado de Bachar el-Assad. Mucho mayor que la de Obama ser¨¢ la deuda del presidente de Siria. Hace un par de meses, Assad estaba cercado y aislado internacionalmente, a punto de terminar como Gaddafi. En cuesti¨®n de d¨ªas, nada m¨¢s, los rebeldes sitiar¨ªan Damasco y tomar¨ªan el poder. Gracias a Putin, hoy Assad es nuevamente el jefe del estado sirio. En ¨¦l se centralizar¨¢n decisiones claves que hacen al futuro del arsenal de armas qu¨ªmicas. Putin acaba de reconstituirlo como autoridad leg¨ªtima.
La quinta paradoja es el sapo que hay que tragarse. Algunos genocidas terminan en la Corte Internacional de La Haya y condenados. Otros, como Assad, sin embargo, terminan sentados a la mesa de negociaciones con los grandes l¨ªderes de las potencias mundiales y bajo el auspicio de las Naciones Unidas. Es que la realpolitik de las crisis a veces termina en el surrealismo.
Sexta paradoja: Vladimir Putin, ?Nobel de la Paz?
Hector E. Schamis es profesor en la Universidad de Georgetown, en Washington, DC.
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