Solo los muertos pueden quedarse
Italia concede la nacionalidad a los fallecidos en Lampedusa mientras denuncia a los supervivientes por inmigraci¨®n ilegal, penada con 5.000 euros y la expulsi¨®n
El viernes por la tarde, solemnemente, el primer ministro de Italia, Enrico Letta, anunciaba que todos los fallecidos en el naufragio de Lampedusa ¡ªuna cifra elevada a 143 personas este domingo¡ª recibir¨¢n la nacionalidad italiana. Justo a la misma hora ¡ªy no es un recurso period¨ªstico¡ª, la fiscal¨ªa de Agrigento (Sicilia) acusaba a los 114 adultos rescatados de un delito de inmigraci¨®n clandestina, que puede ser castigado con una multa de hasta 5.000 euros y la expulsi¨®n del pa¨ªs. Los muertos, sin embargo, podr¨¢n quedarse. Ante la imposibilidad de ser identificados, se les ha adjudicado un ata¨²d, un n¨²mero y un trozo de tierra en cementerios de Sicilia para que descansen, ahora s¨ª, con la nacionalidad europea que se jugaron la vida por conseguir.
El Ayuntamiento de Roma, en un gesto que seguramente le honra, organiz¨® una vela nocturna por los difuntos y anunci¨® que dar¨¢ cobijo a los 155 supervivientes del naufragio. El resto, los m¨¢s de mil que llegaron un d¨ªa antes, tendr¨¢n que seguir hacinados en los inmundos barracones del centro de acogida de Lampedusa, situado ¡ªmuy convenientemente¡ª en el extremo de la isla opuesto a donde los turistas disfrutan del ¨²ltimo sol del verano. La diferencia entre unos y otros es solo de n¨²mero. Unos forman parte de una noticia de impacto mundial y los otros son solo protagonistas de su propia tragedia. La delgada l¨ªnea entre Roma y el olvido.
El vicepresidente del Gobierno y ministro de Interior, Angelino Alfano, hasta hace solo unos d¨ªas delf¨ªn de Silvio Berlusconi y ahora su supuesto verdugo pol¨ªtico, pidi¨® ¡ªtambi¨¦n el viernes¡ª el premio Nobel de la Paz para Lampedusa, pero sus habitantes, que conocen a Alfano y a su afligido jefe porque sus Gobiernos aprobaron la ley que criminaliza el auxilio a los n¨¢ufragos, tienen una idea m¨¢s pr¨¢ctica. La expresaron por las calles de la isla durante una manifestaci¨®n de dolor y rabia precedida por una cruz construida con los restos de un naufragio: ¡°Los pr¨®ximos muertos ¡ªporque habr¨¢ m¨¢s muertos y lo sab¨¦is todos¡ª os los llevaremos a las puertas del Parlamento. Nosotros a los inmigrantes queremos acogerlos vivos, no muertos¡±, corearon.
Cuando suced¨ªa todo lo anterior, viernes por la tarde, ya hab¨ªan transcurrido 36 horas desde que un barco con m¨¢s de 500 fugitivos de Eritrea y Somalia, muchos de ellos menores de edad, se incendiara y se hundiera a solo media milla de la isla de Lampedusa, famosa en toda Europa ¡ªy tal vez en todo el mundo despu¨¦s de la visita del papa Francisco el pasado julio¡ª por ser el destino de miles de inmigrantes. Y aun siendo as¨ª, los pol¨ªticos italianos ¡ªdesde el presidente de la Rep¨²blica para abajo¡ª segu¨ªan haciendo declaraciones como si se encontraran ante una sorprendente cat¨¢strofe natural. Un cicl¨®n o un terremoto tremendo que, de improviso, hubiese puesto al descubierto la deficiente construcci¨®n de los edificios o el mal entrenamiento del plan de emergencias. Pero no. Cada d¨ªa, desde que la primavera trae el buen tiempo hasta que el oto?o se lo lleva, la isla de Lampedusa, varada en el Mediterr¨¢neo a 205 kil¨®metros de las costas de Sicilia y a 113 de ?frica, es puerto de refugio o muerte de centenares de miles de inmigrantes. Las cifras ¡ªsiempre aproximadas¡ª indican que, en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, m¨¢s de 8.000 personas han muerto frente a Lampedusa. La alcaldesa, Giusi Nicolini, lleg¨® a escribir una carta desesperada a la Uni¨®n Europea ¡ª¡±?Cu¨¢n grande tiene que ser el cementerio de mi isla?¡±¡ª y el papa Jorge Mario Bergoglio atrajo la atenci¨®n sobre la isla al advertir de que ¡°la globalizaci¨®n de la indiferencia¡± se hace all¨ª carne y sufrimiento.
Por eso, suena del todo incomprensible que las autoridades italianas ¡ªla Guardia Costera, la Guardia de Finanzas, la Capitan¨ªa del puerto de Lampedusa¡ª tardaran m¨¢s de dos horas en enterarse de que un barco que albergaba a m¨¢s de 500 personas estaba ardiendo y hundi¨¦ndose a solo media milla de la isla. Y que solo reaccionaran tras ser alertados por algunos pesqueros ¡ªotros tres, seg¨²n los n¨¢ufragos, pasaron de largo¡ª y que, todav¨ªa entonces, pasara mucho tiempo hasta que se decidieron a ayudar.
La denuncia de Vito Fiorino, due?o de una de las embarcaciones que primero se acerc¨® a la zona de la cat¨¢strofe, es tremenda: ¡°Eran las 06.30 o las 06.40 cuando di la orden de llamar a la guardia costera, pero no llegaron hasta las 07.40. Nosotros ya hab¨ªamos subido a bordo a 47 n¨¢ufragos, pero ellos lo hac¨ªan muy lentamente, pod¨ªan haber ido m¨¢s deprisa. Cuando volv¨ªamos a puerto cargados de n¨¢ufragos hemos visto la patrullera de la Guardia de Finanza que sal¨ªa como si fuese de paseo. Si hubieran querido salvar a la gente, habr¨ªan salido con barcas peque?as y r¨¢pidas. La gente se mor¨ªa en el agua mientras ellos se hac¨ªan fotograf¨ªas y v¨ªdeos. Cuando mi barco estaba lleno de inmigrantes y les pedimos a los agentes que los subieran a la patrullera, nos dec¨ªan que no era posible, que ten¨ªan que respetar el protocolo. Tambi¨¦n me quer¨ªan impedir ir al puerto con los n¨¢ufragos. Si ahora quieren detenerme por haber salvado a n¨¢ufragos, que lo hagan, no veo la hora¡¡±, dijo a la prensa en el puerto de Lampedusa.
El problema es que s¨ª, que podr¨ªan detenerlo. La legislaci¨®n italiana contempla desde 2002 ¡ªgracias a la presi¨®n xen¨®foba de la Liga Norte en los Gobiernos de Silvio Berlusconi¡ª el delito de complicidad con la inmigraci¨®n ilegal para quien introduzca en el pa¨ªs a inmigrantes sin permiso de entrada, incluyendo a quienes ayuden a los barcos en los que viajan. De ah¨ª que sea dif¨ªcilmente compatible la sorpresa y aun la consternaci¨®n pol¨ªtico-institucional por la tragedia con el mantenimiento ¡ªdurante el a?o de Gobierno de Mario Monti y los cinco meses de Enrico Letta¡ª de una ley que, como finalmente admiti¨® ayer el ministro de Administraciones P¨²blicas, ¡°alimenta un circuito de xenofobia y racismo que no hace honor a Italia¡±.
Un pa¨ªs al que fue muy caro llegar. Algunos de los supervivientes han contado que, tras atravesar el desierto y sobrevivir en Libia, tuvieron que pagar 500 d¨®lares por un viaje en barco que inclu¨ªa una botella de cinco litros de agua para compartir entre tres. Viajaron durante tres d¨ªas, desde el puerto libio de Misrata. El patr¨®n del barco, un traficante que ya hab¨ªa sido detenido a?os atr¨¢s y que se hac¨ªa llamar ¡°doctor¡±, los amontonaba en funci¨®n del precio que hab¨ªan pagado. Los m¨¢s pobres, en las bodegas, donde todav¨ªa siguen, suspendidas las tareas de rescate por el mal tiempo. El fuego, coinciden todos, se origin¨® al encender unas mantas para hacerse ver desde tierra. Pero, como ahora se pregunta Italia avergonzada, o nos lo vieron o no los quisieron ver.
De Lampedusa zarpa una procesi¨®n de ata¨²des sellados, algunos blancos, sin nombre, numerados del uno al 111: ¡°Muerto n¨²mero 54, mujer, probablemente 20 a?os. Muerto n¨²mero 11, hombre, probablemente tres a?os...¡±.
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