Escuchados o ignorados
Obama debe sopesar si enajenarse a los ciudadanos de sus aliados incrementa la seguridad internacional
Nos quej¨¢bamos en Europa de que Estados Unidos llevaba tiempo sin escucharnos, que ¨¦ramos un continente prescindible, que no aparec¨ªamos en su radar saturado por los blips de la region Asia/Pacifico. Ahora no solo nos escuchan sino que nos esp¨ªan masivamente, sin siquiera sentirse obligados a darnos explicaciones. Mucho menos a detener estas pr¨¢cticas. Y lo hace Obama, al que ensalzamos desde Europa, en el que cre¨ªmos porque no era Bush. Controlan la tecnolog¨ªa necesaria que posibilita esta intrusi¨®n para lograr objetivos pol¨ªticos, comerciales o econ¨®micos abusando de la tapadera de la batalla contra el terrorismo global. Operan sobre los servidores de compa?¨ªas estadounidenses, Google, Microsoft o Apple. Utilizan su poder blando para controlar el ciberespacio que es el andamiaje de la globalizaci¨®n. Pero el abuso, advierte el New York Times, est¨¢ recortando la capacidad de Estados Unidos para influir en los asuntos globales mediante el ejemplo y el liderazgo moral. Ha sido necesario conocer la entrada en la blackberry de Angela Merkel, llamada la canciller m¨®vil por el extenso y continuo uso de su celular para gobernar Alemania, para que se desate una tormenta en la relaci¨®n trasatl¨¢ntica.
Est¨¢ en juego la confianza en Estados Unidos. Obama debe sopesar si enajenarse a los ciudadanos de sus m¨¢s estrechos aliados es una estrategia prometedora para incrementar la seguridad internacional. No parece ser la mejor manera de hacer amigos en un momento de necesidad cuando hierve la regi¨®n del Medio y Pr¨®ximo Oriente, donde EE UU contin¨²a entrampado tras la decisi¨®n de abandonar Afganist¨¢n y el desplome de la Primavera ?rabe. Su estrategia del pivote hacia Asia para contener a China es todav¨ªa una pirueta a medias. Parece un gigante distra¨ªdo incapaz de resolver su primer problema dom¨¦stico, el presupuestario, una superpotencia que recauda como si fuera una naci¨®n media y afronta gastos colosales, sobre todo en defensa, pero tambi¨¦n en infraestructuras y sanidad, donde adolece de carencias impropias de un pa¨ªs desarrollado. Distra¨ªdo en sus alianzas, su actitud correcta para intentar recomponer las relaciones con Ir¨¢n controlando su desarrollo nuclear sin necesidad de emplear la fuerza militar, o no atacar a Siria, ha soliviantado al aliado saud¨ª, a Egipto, a Turqu¨ªa, que dudan de la fiabilidad de Washington; al igual que los europeos por el desd¨¦n percibido a trav¨¦s de las escuchas masivas. La violaci¨®n del derecho internacional cometida por los bombardeos de los drones, confirmada por observadores independientes, es otro signo m¨¢s de la extra?a actitud de la Administraci¨®n Obama, arrastrada a comportamientos err¨¢ticos en la escena internacional. Estados Unidos, con problemas para gestionar su declive parcial, se comporta a menudo torpemente, presa todav¨ªa de una arrogancia satisfecha con su pretendida excepcionalidad de naci¨®n indispensable, cuando cada vez lo ser¨¢ menos.
Ya est¨¢bamos avisados del pinchazo de nuestras comunicaciones. Le Monde nos descubr¨ªa que el Datagate, desvelado por el analista norteamericano Snowden, el espionaje electr¨®nico masivo de Estados Unidos se hab¨ªa desatado sobre Francia. El mismo peri¨®dico revelaba este a?o que los servicios franceses desarrollaban su propia red de vigilancia electr¨®nica de llamadas telef¨®nicas, correos de internet, SMS y mensajes de Facebook y Twitter sobre sus propios ciudadanos y nacionales de terceros pa¨ªses. El presidente Hollande telefone¨® a Obama pidiendo explicaciones, que hasta ahora se limitan a una gen¨¦rica apelaci¨®n a la necesidad de equilibrar la privacidad con la necesaria seguridad en un mundo peligroso. Los europeos hasta ahora hemos preferido tratar este problema bilateralmente con Washington, seguimos sin creer que la uni¨®n hace la fuerza, temerosos de no molestar al gran patr¨®n, cl¨¢sico comportamiento de los d¨¦biles con el fuerte que practica la pol¨ªtica contraria. Nuestra cr¨®nica incapacidad de hacernos respetar. Ahora, abrumados por las filtraciones de Snowden, a buen cobijo de Putin en Rusia, la cumbre europea reunida en Bruselas pide a la gran potencia que se someta al mandamiento de no espiar a los dirigentes aliados con los que se sienta a la mesa. Que recibamos el mismo trato que Washington dispensa a sus primos hermanos de Gran Breta?a, a Canad¨¢, Australia y Nueva Zelanda. Lejos de un ?basta ya!
Estados Unidos es, y continuar¨¢ si¨¦ndolo, nuestro mejor amigo. Desde Washington se piensa que Europa est¨¢ sobreactuando, que los que pueden act¨²an igual que ellos espi¨¢ndose mutuamente y tambi¨¦n a EE UU. Los occidentales, y los comunistas, espiaron a mansalva durante la guerra fr¨ªa y la implosi¨®n de la URSS no cambi¨® esta larga tradici¨®n. Lejos queda 1929, cuando el secretario de Estado, Henry Stimson, explic¨® por qu¨¦ cerraba el departamento de descifrado de su ministerio, ¡°Un caballero no lee el correo del otro.¡± Hoy, la capacidad para recoger y analizar con celeridad enormes cantidades de datos ha abolido la privacidad. Si el Gobierno quiere, penetrar¨¢ hasta la cocina de tu vida electr¨®nica. ?Europeos, es mejor ser escuchados que ignorados?
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