Arabia Saud¨ª reprocha a EE UU su nueva pol¨ªtica en Oriente Pr¨®ximo
La pasividad de Washington en Siria y su acercamiento a Ir¨¢n suscitan temores en Arabia Saud¨ª La Casa Blanca env¨ªa al secretario de Estado Kerry para explicar a su aliado su actitud en la zona
Los gobernantes saud¨ªes est¨¢n enfadados con Estados Unidos. Nada nuevo. Desde el inicio de la primavera ¨¢rabe en 2011, las discrepancias de Riad con la pol¨ªtica de Washington en Oriente Pr¨®ximo se han hecho evidentes. Lo sorprendente es que, en contra de su habitual discreci¨®n, la familia real est¨¢ aireando su malestar en p¨²blico. La renuncia a un sitio en el Consejo de Seguridad de la ONU y declaraciones de algunos pr¨ªncipes han dado materia de elucubraci¨®n a los analistas. Sin embargo, dada la naturaleza de la relaci¨®n entre ambos pa¨ªses, resulta improbable un cambio significativo en su alianza.
La semana pasada, The Wall Street Journal cont¨® que el pr¨ªncipe Bandar Bin Sultan hab¨ªa anunciado a varios diplom¨¢ticos europeos que su pa¨ªs iba dar ¡°un giro importante¡± en sus relaciones con EE UU debido a la pasividad de este en Siria. Dado que Bandar es el jefe de los servicios secretos saud¨ªes, resulta dif¨ªcil de creer que se trat¨® de un desliz. La filtraci¨®n segu¨ªa adem¨¢s al inusitado rechazo, cinco d¨ªas antes, del sitio en el Consejo de Seguridad para el que la diplomacia de Riad hab¨ªa trabajado durante dos a?os. Se adujo entonces ¡°la incapacidad de esa instituci¨®n para resolver la guerra civil siria¡± y la (obligada) referencia a la cuesti¨®n palestina.
La posibilidad de una inflexi¨®n entre ambos aliados hizo arquear m¨¢s de una ceja. Y tras la aparente ausencia de reacci¨®n inicial, Washington ha decidido enviar al secretario de Estado, John Kerry, para explicar su proceder. Arabia Saud¨ª no solo es el mayor productor de petr¨®leo del mundo, sino uno de los pilares de la pol¨ªtica de Estados Unidos en Oriente Pr¨®ximo desde que concluyera la Segunda Guerra Mundial, adem¨¢s de uno de los principales inversores en su econom¨ªa. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando?
Un c¨²mulo de cosas (ver apoyo). Pero al desacuerdo sobre Siria y la falta de progreso en la causa palestina, se ha sumado la retirada de parte de la ayuda militar estadounidense a Egipto tras el golpe de julio (que el reino ha apoyado) y, sobre todo, la voluntad de acercamiento a Ir¨¢n mostrada por Obama. Esta preocupaci¨®n es compartida por otros dirigentes ¨¢rabes, e incluso por Israel. Pero los gobernantes saud¨ªes est¨¢n obsesionados con la Rep¨²blica Isl¨¢mica. Riad y Teher¨¢n se arrogan el liderazgo pol¨ªtico-religioso de las dos ramas del islam, la sun¨ª (mayoritaria) y la chi¨ª. De ah¨ª el temor saud¨ª a que su rival extienda su hegemon¨ªa en la regi¨®n.
Arabia Saud¨ª, que ha observado con inquietud el avance iran¨ª en Irak tras el derribo de Sadam Husein y el reforzamiento de su influencia en L¨ªbano a trav¨¦s de Hezbol¨¢, ve la mano de la Rep¨²blica Isl¨¢mica (el ¨²nico r¨¦gimen confesional chi¨ª en un mar sun¨ª) en las protestas (eminentemente chi¨ªes) de Bahr¨¦in y en la revuelta de los (tambi¨¦n chi¨ªes) Huthis de Yemen. Pero sobre todo, recela del empoderamiento de su propia minor¨ªa chi¨ª, concentrada en la zona petrol¨ªfera de la Provincia Oriental y que ha aprovechado los vientos de la primavera ¨¢rabe para volver a quejarse de discriminaci¨®n institucionalizada.
?C¨®mo prevenirlo si no conf¨ªa en el proceder de Estados Unidos? El pr¨ªncipe Bandar coment¨® en la conversaci¨®n filtrada que su pa¨ªs iba a ¡°reducir su cooperaci¨®n con la CIA sobre el entrenamiento y entrega de armas a los rebeldes sun¨ªes sirios¡±. Curiosamente, casi al mismo tiempo se ha conocido un acuerdo entre ambos socios para entrenar a 1.500 rebeldes en territorio saud¨ª.
Diplom¨¢ticos ¨¢rabes tambi¨¦n han sugerido que los saud¨ªes podr¨ªan incrementar su ayuda a los grupos islamistas y algunos observadores han atribuido un reciente ataque contra fuerzas iran¨ªes en la frontera con Pakist¨¢n a un grupo extremista sun¨ª supuestamente financiado por Riad. Pero el juego puede volverse contra ellos como ya sucedi¨® tras su apoyo a los muyahid¨ªn afganos en los a?os noventa del siglo pasado.
La realidad es que la seguridad y la defensa del reino se hallan profundamente vinculadas a Estados Unidos. ¡°No tienen otra alternativa¡±, subrayan los analistas. Pero tambi¨¦n a la otra parte le interesa esa entente. Washington no solo forma y equipa a las fuerzas de seguridad saud¨ªes, sino que ha firmado con el reino el mayor contrato militar de la historia por importe de 60.000 millones de d¨®lares, que acaba de empezar a ejecutarse. De ah¨ª el viaje que hoy inicia Kerry para tranquilizar a su aliado.
De hecho, no es la primera vez que ambos pa¨ªses afrontan una crisis grave desde que el rey Abdelaziz, padre del actual monarca saud¨ª, sellara su pacto con el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt, el 14 de febrero de 1945. La que Madeleine Albright calific¨® cuando era secretaria de Estado como ¡°una de las relaciones m¨¢s complicadas que tenemos¡± ha sobrevivido al reconocimiento estadounidense de Israel en 1948, el embargo petrolero de 1973, el repudio saud¨ª del tratado de paz egipcio-israel¨ª en 1979 y el desencuentro del 11-S (15 de los 19 terroristas eran saud¨ªes).
Tampoco es la primera vez que Arabia Saud¨ª sugiere que va a proteger sus intereses nacionales ¡°al margen de los intereses norteamericanos en la regi¨®n¡±. En el verano de 2001, pocas semanas antes del 11-S, Abdal¨¢, entonces pr¨ªncipe heredero regente, envi¨® una carta de 25 folios a George W. Bush en ese sentido, denunciado la pol¨ªtica del Gobierno israel¨ª hacia los palestinos y la pasividad de Estados Unidos. Los atentados cambiaron sus planes. De inmediato y sin publicidad, los saud¨ªes realizaron una serie de env¨ªos de petr¨®leo que permitieron bajar el precio del crudo y limitar el efecto de los ataques sobre una econom¨ªa que ya estaba en recesi¨®n.
Miedo a una 'primavera' islamista
Para el rey Abdal¨¢ fue descorazonador ver c¨®mo EE UU dejaba caer a Mubarak en Egipto a principios de 2011. En Arabia Saud¨ª nunca se ha visto la primavera ¨¢rabe como un movimiento democratizador, sino como una amenaza islamista al statu quo. La posibilidad de que Washington muestre la misma complacencia con una revuelta similar en el reino, o en alguna otra monarqu¨ªa de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga, produce escalofr¨ªos en la corte saud¨ª. De ah¨ª que ante el alcance de las manifestaciones pro democracia en Bahr¨¦in, Riad se apresurara a enviar tropas en apoyo del rey Hamad.
Pero ha sido Siria lo que ha evidenciado las diferencias. Aunque los saud¨ªes fueron inicialmente renuentes a armar a los rebeldes (por temor a sufrir las consecuencias como antes con Afganist¨¢n), la entrada en escena de Ir¨¢n en apoyo del r¨¦gimen de Bachar el Asad (para contrarrestar la ayuda de Catar a las milicias de los Hermanos Musulmanes) cambi¨® la ecuaci¨®n. La guerra civil siria se convert¨ªa en otro frente de la lucha por la influencia regional que libran el Reino del Desierto y la Rep¨²blica Isl¨¢mica. Los intereses de Riad y Washington converg¨ªan. As¨ª que al confirmarse el pasado agosto que El Asad hab¨ªa usado armas qu¨ªmicas, los saud¨ªes respaldaron el anunciado ataque de EE UU a Damasco.
De ah¨ª que se sintieran traicionados cuando Obama logr¨® evitarlo agarr¨¢ndose a la oferta de desarme que negoci¨® Rusia. El pr¨ªncipe Turki al Faisal, exjefe de los servicios secretos y exembajador en Washington, ha tachado de ¡°lamentable¡± la pol¨ªtica estadounidense en Siria y calificado de ¡°farsa¡± la destrucci¨®n de las armas qu¨ªmicas. Son palabras inusualmente francas viniendo de un destacado miembro de la familia real, aunque en la actualidad no ejerza ning¨²n cargo pol¨ªtico.
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