Elegir un Presidente
La designaci¨®n de Martin Schulz como candidato socialista a la presidencia de la Comisi¨®n europea lanza la campa?a
La designaci¨®n del alem¨¢n Martin Schulz como candidato de los socialistas europeos a la presidencia de la Comisi¨®n Europea significa el pistoletazo de salida de unas elecciones europeas que se anticipan como muy complicadas. Con dicha designaci¨®n, y las que seguir¨¢n por parte de otros grupos pol¨ªticos, los partidos europeos pretenden insuflar un poco de vida a unas elecciones tradicionalmente dominadas por la abstenci¨®n, que tienden a disputarse m¨¢s en clave nacional que europea, y a las que ahora se a?aden los efectos de la crisis y el auge de los populismos xen¨®fobos que tan peligrosamente se est¨¢n extendiendo por toda Europa.
Con la crisis, la confianza en las instituciones europeas se ha hundido. Si en 2007 un 52% de europeos ten¨ªa una imagen positiva de la UE y un 57% confiaba en sus instituciones, en 2013 s¨®lo un 30% tiene una imagen positiva de la UE y s¨®lo un 31% conf¨ªa en ella, mientras que un 57% desconf¨ªa. La crisis de confianza no distingue mucho entre instituciones europeas: la Comisi¨®n Europea, que al comienzo de la crisis suscitaba la confianza del 52% de los europeos y la desconfianza del 27%, ahora suscita la desconfianza del 47% y la confianza de s¨®lo el 36%.
Igualmente preocupante resulta la debilidad del apoyo del que goza el Parlamento Europeo. Si en 2007 un 56% confiaba en el PE y un 28% desconfiaba, ahora son 47% los que desconf¨ªan y 43% los que conf¨ªan, una divisi¨®n casi perfecta en dos mitades. El Parlamento Europeo, que comenz¨® sus andanzas en 1979 con una participaci¨®n del 62%, ha ido, pese a acumular cada vez m¨¢s poderes, desapareciendo progresivamente del radar de los europeos hasta quedarse en una muy preocupante participaci¨®n del 43% en las ¨²ltimas elecciones celebradas en 2009. Esa media de participaci¨®n, dolorosa para todo europe¨ªsta, escondi¨® realidades particularmente sangrantes: 19% en Eslovaquia, 24% en Polonia o 27% en Ruman¨ªa.
Preocupados por el deterioro de su imagen, los defensores del Parlamento suelen argumentar que las democracias nacionales no son mucho m¨¢s populares que la UE. Y tienen raz¨®n: en t¨¦rminos generales, los europeos est¨¢n m¨¢s enfadados con la pol¨ªtica nacional y con sus gobiernos y parlamentos que con la pol¨ªtica europea y sus instituciones: s¨®lo un 25% de los europeos conf¨ªa en su gobierno o parlamento nacional. Pero esa realidad no ofrece mucho margen para el consuelo: la desafecci¨®n con las instituciones nacionales es mayoritaria s¨®lo en el sur de Europa, donde la democracia nacional est¨¢ da?ada como consecuencia de la crisis, pero no en el norte de Europa, donde las democracias nacionales son valoradas por su capacidad de capear la crisis y, a la vez, imponer reformas y disciplina a los dem¨¢s. Por lo que observamos, los ciudadanos de los pa¨ªses acreedores no necesariamente quieren m¨¢s Europa, o quieren un tipo de Europa (m¨¢s reducida pero m¨¢s controladora) que no es la que necesariamente quieren los ciudadanos del sur de Europa, que prefieren una Europa m¨¢s generosa y m¨¢s sensible a sus necesidades. Por tanto, aquellos que esperan que de la debilidad de las democracias nacionales pueda surgir el apoyo para ceder m¨¢s poderes y soberan¨ªa a la UE no van muy bien encaminados: vista la experiencia de estos a?os, los ciudadanos del Sur s¨®lo aceptar¨¢n ceder m¨¢s soberan¨ªa a la UE si ello sirve para aumentar la capacidad de la UE de tratar con sus verdaderos problemas (el desempleo, el endeudamiento y la falta de crecimiento econ¨®mico), no si esos poderes sirven para imponer m¨¢s recortes y ajustes y reforzar un modelo sesgado a favor de los acreedores.
Sumando las tradicionales bajas tasas de participaci¨®n, la situaci¨®n de crisis econ¨®mica, los problemas de desconfianza en las instituciones europeas y el auge de las extremas derechas populistas y xen¨®fobas, es evidente que el Parlamento Europeo, la instituci¨®n m¨¢s leg¨ªtima y m¨¢s democr¨¢tica de la UE, est¨¢ a punto de adentrarse en zona de m¨¢ximo riesgo pol¨ªtico. Llamar a 390 millones de europeos a las urnas, cuando seg¨²n las encuestas pr¨¢cticamente la mitad de ellos, 183 millones, no conf¨ªan en el Parlamento, obliga a plantearse muy seriamente qu¨¦ proyecto pol¨ªtico se quiere ofrecer a la ciudadan¨ªa. Si lo que se quiere es llamar la atenci¨®n de la ciudadan¨ªa, dar m¨¢s visibilidad a los cabezas de lista parece, a priori, una buena idea. Al fin y a cabo, las ideas y los proyectos no flotan en el aire; necesitan personas que las defiendan de forma cre¨ªble, tanto ante sus potenciales votantes como ante otros candidatos. Lamentablemente, los socialistas europeos han renunciado a una confrontaci¨®n entre candidatos que hubiera sido muy positiva. El resultado: candidato ¨²nico, alem¨¢n y de partido socio de gobierno de Angela Merkel. Si Merkel decide apoyar su candidatura, lo cual parece probable, habremos vuelto al punto de partida.
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