De Kennedy a Obama
Estados Unidos, debilitado por la crisis econ¨®mica y fiscal, ya no es la superpotencia indiscutida
Solo nos separan dos semanas del 50 aniversario del magnicidio de John Fitzgerald Kennedy, a mediod¨ªa del viernes 22 de noviembre de 1963, en la ciudad tejana de Dallas. Nadie que entonces estuviera acabando el bachiller, hoy ya jubilado, olvidar¨¢ d¨®nde estaba y qu¨¦ estaba haciendo cuando a primera hora de la noche la noticia lleg¨® a Espa?a. Recuerdo como la conoc¨ª: grandes caracteres en tiza blanca sobre una pizarra negra, a la puerta del diario El Pensamiento Navarro, en Pamplona. Durante las siguientes 48 horas la incipiente televisi¨®n, granulada, en blanco y negro, fue el refugio de ciudadanos de todo el mundo. Eran otros tiempos, otro mundo.
El medio siglo transcurrido entre la presidencia dram¨¢ticamente truncada de JFK y el incierto rumbo de Barack Obama ya en su segundo mandato, con la deriva de Estados Unidos en declive, nos transmite profundos cambios pero tambi¨¦n algunas l¨ªneas de continuidad, tanto en la arquitectura del poder en Washington como entre los dos presidentes. Ambos emergieron como l¨ªderes simb¨®licos y portadores de una esperanza de transformaci¨®n profunda de EE UU. El asesinato de Kennedy abort¨® su presidencia y nos cuestionamos lo que pudo haber sido un segundo mandato. En el caso de Obama, por diferentes motivos, sus promesas permanecen incumplidas. Los historiadores todav¨ªa no han dado su veredicto definitivo sobre la breve presidencia de JFK. Ni siquiera se atreve a hacerlo la directora del New York Times, Jill Abramson, quien en un largo art¨ªculo le llama el presidente ¡°escurridizo¡±. La periodista se pregunta si fue un gran presidente, un temerario y encantador peso ligero o, todav¨ªa peor, el primero de nuestras celebridades en jefe.
Eisenhower, el presidente al que sucedi¨® Kennedy, se despidi¨® en enero de 1961, sorprendentemente para ser un militar de oficio, con un discurso en el que advirti¨® cr¨ªpticamente contra el peligro para la democracia del creciente poder e influencia del complejo militar-industrial y su desbordamiento a la pol¨ªtica. Cincuenta a?os despu¨¦s, el mundo asiste at¨®nito al derrame de otro Estado dentro del Estado. El leviat¨¢n representado por el espionaje masivo facilitado por una tecnolog¨ªa puntera monopolizada por Estados Unidos, que le permite el control mundial de internet y la supresi¨®n de la privacidad, con la esp¨²rea coartada de una guerra sin fin contra el terrorismo y la no declarada de mantener su supremac¨ªa econ¨®mica, comercial y pol¨ªtica.
El asesinato de Kennedy abort¨® su presidencia y nos cuestionamos lo que pudo haber sido un segundo mandato. En el caso de Obama, por diferentes motivos, sus promesas permanecen incumplidas
Bien es cierto que las semillas de este Gran Hermano fueron ya sembradas en plena guerra fr¨ªa con la creaci¨®n de la CIA y luego de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). Algo tan viejo como el mundo. ¡°El Rey tiene noticia de todo lo que ellos pretenden, por la interceptaci¨®n incluso de lo que sue?an¡± (William Shakeaspeare, Enrique V). Otro poder no elegido, el complejo econ¨®mico-financiero, Wall Street, ya estaba presente en la ¨¦poca de Kennedy y ha cobrado mucho m¨¢s peso como gobernante de la pol¨ªtica. La puerta giratoria entre Wall Street y la Casa Blanca funciona tambi¨¦n con Obama.
Cincuenta a?os despu¨¦s, cabe preguntarse ?Qu¨¦ puede hacer realmente un presidente, incluso gozando de una mayor¨ªa electoral clara? El presidente propone y el Congreso dispone. El actual destruye utilizando el no filibustero por principio a las propuestas procedentes de la Casa Blanca. En 1960 fue posible elegir a un presidente cat¨®lico, el primero, y muy joven; Kennedy muri¨® con 47 a?os sin superar el problema de la discriminaci¨®n racial, que resolvi¨® legalmente con la aprobaci¨®n de la Ley de Derechos Civiles su sucesor, Lyndon Johnson.
Cincuenta a?os despu¨¦s, cabe preguntarse ?Qu¨¦ puede hacer realmente un presidente, incluso gozando de una mayor¨ªa electoral clara?
Medio siglo despu¨¦s, los estadounidenses llevaron a la Casa Blanca, construida por esclavos negros, a un presidente afroamericano. Sin embargo, todav¨ªa hay color en EE UU aunque casi se haya cumplido el sue?o de Martin Luther King. Solo un racismo residual puede explicar el profundo odio que suscitan Obama y sus pol¨ªticas, por el miedo de una parte no desde?able de la todav¨ªa, por poco, mayor¨ªa blanca anglosajona que ve como progresivamente se le escapa el control del pa¨ªs.
De un mundo bipolar, en blanco y negro, con un enemigo ¨²nico, el comunismo, hemos pasado a otro multipolar y mestizo. Estados Unidos, debilitado por la crisis econ¨®mica y fiscal, ya no es la superpotencia indiscutida, ni supone el ejemplo moral a seguir. Hace pocos amigos y pierde algunos que lo eran. No podemos asumir que el resto del mundo est¨¢ a nuestro favor, admite Richard Haas, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores. La relaci¨®n trasatl¨¢ntica, clave en los a?os 60, cuando Kennedy se atrev¨ªa a decir en Berl¨ªn: ¡°Yo soy un berlin¨¦s¡±, se difumina. Obama, el primer presidente del Pac¨ªfico, todav¨ªa no ha estado en Bruselas. No es extra?o que la agencia oficial china Xinhua se cuestione que ¡°quiz¨¢s sea el momento adecuado para que un planeta aturdido comience a considerar construir un mundo desamericanizado¡±.
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