Hollande en la trampa
Los franceses no aceptar¨¢n ser sacrificados en el altar de una pol¨ªtica ciega de austeridad
El callej¨®n sin salida en el que se halla la izquierda de gobierno desde la ¨²ltima d¨¦cada es evidente en toda Europa. Se torna realmente inquietante cuando tomamos en serio lo que est¨¢ sucediendo en Francia, un a?o y medio despu¨¦s de que el partido socialista franc¨¦s venciera las elecciones ante una derecha que las perdi¨® solo porque ten¨ªa un muy mal candidato (Nicol¨¢s Sarkozy). Ning¨²n presidente de la V Rep¨²blica Francesa se ha encontrado jam¨¢s en una posici¨®n tan dif¨ªcil como la de Fran?ois Hollande: el pa¨ªs sufre un conjunto de revueltas que puede llevar a una explosi¨®n generalizada. Breta?a vive una rebeli¨®n violenta debido a la ecotasa; las clases populares desconf¨ªan del Gobierno por no hacer nada ¡ªsalvo ret¨®rica¡ª frente a las deslocalizaciones que tocan a decenas de miles de trabajadores en la industria; las clases medias se hallan en estado de choque por una pol¨ªtica fiscal necesaria pero muy mal explicada; y los grupos financieros dirigentes est¨¢n decididos m¨¢s que nunca a defender sus privilegios frente a un gobierno sin voluntad que no cesa de recular ante los corporativismos. El Gobierno no est¨¢ a la altura de las circunstancias. El electorado de izquierdas est¨¢ harto de promesas falsas y el de derechas rabioso, pero, afortunadamente para la izquierda, dividido entre candidatos a cu¨¢l m¨¢s imprevisible. Tan solo la extrema derecha de Marine Le Pen sale del mal paso, no porque el pueblo la apoye, sino porque agrupa a los descontentos, haciendo demagogia ideol¨®gica. Su programa recuerda cada vez m¨¢s al del partido comunista de los a?os 1970: ?se ha vuelto antiimperialista e incluso antiliberal! La ¨²nica diferencia es que contin¨²a siendo desmesuradamente racista, algo que le resulta provechoso, pues la sociedad se ha derechizado notablemente.
Es esto lo que probablemente va a permitir al partido socialista presentarse como escudo contra el odio ¨¦tnico. El Frente Nacional de la familia Le Pen ha servido tambi¨¦n para eso: permitir tanto la divisi¨®n de la derecha cl¨¢sica como, a su pesar, el reagrupamiento en su contra de la izquierda y de los republicanos. Lo que ocurre es que esta vez, pese a que el primer ministro ya comienza a cabalgar a lomos de este tema, ser¨¢ muy dif¨ªcil disimular la realidad pol¨ªtica general, es decir, el fracaso de la izquierda francesa ante los retos planteados por la crisis.
El presidente Hollande ha pecado de ausencia de lucidez en cuanto al significado de su victoria en 2012. Cre¨ªa que los franceses iban a aceptar una pol¨ªtica de debilitamiento progresivo del Estado social, aunque disfrazada de medidas de creaci¨®n de nuevos empleos p¨²blicos y, lo que es peor, desde el comienzo no ha querido darse la posibilidad de ganar un margen de maniobra frente a la presi¨®n neoliberal impuesta por Alemania: a finales de junio de 2012, acept¨®, violando con ello sus promesas electorales, el Tratado de Estabilidad, Coordinaci¨®n y Gobernanza, que hac¨ªa de Bruselas el verdadero ministro de Hacienda de todos los pa¨ªses de la zona euro, y de la pol¨ªtica de estabilidad el principal obst¨¢culo para el empleo. En aquel momento, Hollande perdi¨® la oportunidad de reorientar la construcci¨®n europea. Desde entonces, su camino es un camino al G¨®lgota. Quien decide es el Comisario Olli Rehn, mientras el ministro de Hacienda franc¨¦s le rinde cuentas con temor.
Parece muy dif¨ªcil salir ahora de esta trampa sin una grave crisis. Francia se ha vuelto el eslab¨®n d¨¦bil de la cadena europea. All¨ª, los ciudadanos, con una larga tradici¨®n en duras luchas sociales, no aceptar¨¢n ser sacrificados sobre el altar de una pol¨ªtica ciega de austeridad. Hasta la fecha, Hollande est¨¢ protegido por la solidez de las instituciones creadas por de Gaulle. No se le puede obligar a convocar elecciones anticipadas, pero despu¨¦s de las municipales y las europeas de 2014, si la derrota est¨¢ a la altura del enfado del pueblo, ser¨¢ dif¨ªcil seguir gobernando sin una reorientaci¨®n decisiva de su pol¨ªtica y sin un cambio de gobierno significativo. El problema es saber si la izquierda francesa tiene otra pol¨ªtica posible. Nada menos seguro. Pero la situaci¨®n actual es dram¨¢tica. Es imprescindible recuperar la alternativa. En caso contrario, la izquierda, con Fran?ois Hollande a la cabeza, pasar¨¢ del drama a la tragedia y ya se sabe en teor¨ªa literaria que si el drama es consecuencia de las acciones de los actores, la tragedia, por su parte, resulta siempre del destino y concluye con una desaparici¨®n definitiva.
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