?Cu¨¢l ser¨¢ el legado de Obama en Am¨¦rica Latina?
Su estrategia resultar¨¢ insignificante mientras la regi¨®n siga constituyendo una prioridad secundaria en las prioridades de pol¨ªtica exterior
Los pr¨®ximos d¨ªas 18 y 19 de noviembre el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, viajar¨¢ a Panam¨¢ para profundizar el compromiso de la Administraci¨®n Obama con la regi¨®n. Durante su estancia, Biden visitar¨¢ las ampliaciones del Canal de Panam¨¢ y se reunir¨¢ con el presidente Ricardo Martinelli.
El viaje, programado inicialmente para el pasado mes de septiembre, fue pospuesto por la crisis internacional causada por el ataque qu¨ªmico en Siria, adem¨¢s de las crisis en Estados Unidos por el debate del presupuesto y el l¨ªmite de la deuda.
La Administraci¨®n Obama debe ser alabada tanto por su compromiso como por los esfuerzos para profundizar su implicaci¨®n en toda la regi¨®n. Pero es igualmente importante reconocer que estas iniciativas dejan mucho que desear.
El gobierno ha articulado sus cuatro prioridades en materia de pol¨ªtica exterior para Am¨¦rica Latina y el Caribe: ¡°Promover oportunidades sociales y econ¨®micas, garantizar la seguridad ciudadana, reforzar las instituciones pol¨ªticas para los gobiernos democr¨¢ticos y asegurar un futuro de energ¨ªas limpias¡±. Estas prioridades coinciden claramente con las necesidades actuales de la regi¨®n y de Estados Unidos.
Lo que queda por aclarar, sin embargo, es cu¨¢l ser¨¢ el legado de la Administraci¨®n Obama en las Am¨¦ricas.
Esto no quiere decir que la regi¨®n haya sido ignorada -nada m¨¢s lejos de la verdad. Desde que tom¨® posesi¨®n del cargo en 2009, el presidente Obama ha visitado la regi¨®n un total de 10 ocasiones -m¨¢s del triple de visitas realizadas por su predecesor en ocho a?os de presidencia.
Y, adem¨¢s de los esfuerzos individuales de Obama y del secretario de Estado, John Kerry (y de su predecesora, Hillary Clinton) Biden parece haber asumido el papel de enviado de facto a la regi¨®n, con numerosas visitas.
De modo que el compromiso no es lo que est¨¢ en duda. Lo que contin¨²a siendo problem¨¢tico es la falta de logros apreciables en materia de pol¨ªtica exterior.
En general, la Casa Blanca se ha centrado en establecer una serie de iniciativas con el objetivo de mejorar las relaciones bilaterales en la regi¨®n y combatir el cambio clim¨¢tico -como el Proyecto La Fuerza de 100.000 en las Am¨¦ricas (100.000 Strong) y el Acuerdo Clim¨¢tico de las Am¨¦ricas, respectivamente.
Pero incluso estos proyectos, a pesar de sus buenas intenciones, est¨¢n empezando a perder su atractivo.
La Fuerza de 100.000 sigue siendo un proyecto nominal, sin financiaci¨®n ni avances en sus objetivos. Los diferentes esfuerzos empresariales que present¨® Obama en la Cumbre de Las Am¨¦ricas del a?o pasado todav¨ªa deben producir un cambio tangible en el ¨¢mbito empresarial de la regi¨®n. Aunque sus nuevas iniciativas de seguridad en Colombia y el Caribe est¨¢n en el camino adecuado, tambi¨¦n siguen siendo modestas.
Ninguno de estos argumentos pretenden implicar que la Administraci¨®n Obama no ha tenido efecto alguno. Su respuesta al terremoto de 2010 en Hait¨ª fue r¨¢pida e impresionante. Los varios miles de millones de d¨®lares que comprometi¨® la Casa Blanca tras el desastre resultaron cruciales para la regi¨®n, donde la pobreza y la fragilidad de las instituciones han dejado un pa¨ªs incapaz de mitigar aquellas crisis sin la s¨®lida asistencia de Estados Unidos.
A pesar de aquellos ¨¦xitos, sin embargo, la Casa Blanca debe recordar que todav¨ªa tiene que llegar a una altura importante.
El expresidente George H. W. Bush ofreci¨® lo que entonces fue una visi¨®n innovadora para el libre comercio en el hemisferio. Bill Clinton lider¨® el Tratado de Libre Comercio de Am¨¦rica del Norte (NAFTA), la reforma m¨¢s reciente del sistema de inmigraci¨®n y el muy efectivo acuerdo de colaboraci¨®n en seguridad con Colombia. George W. Bush implement¨® el Plan Colombia, duplic¨® el presupuesto para la regi¨®n, firm¨® varios tratados de libre comercio, as¨ª como la Iniciativa M¨¦rida para aumentar la seguridad en M¨¦xico.
Alcanzar la altura de esos logros no ser¨¢ f¨¢cil, pero el presidente Obama todav¨ªa tiene tres a?os para lograrlo.
Hist¨®ricamente ha sido complicado para los presidentes y los legisladores dedicar atenci¨®n significativa a la regi¨®n, y esto no ha cambiado. Con numerosas crisis globales en desarrollo y a un ritmo que parece cada vez m¨¢s acelerado, siempre hay una prioridad m¨¢s importante que nuestros vecinos m¨¢s cercanos.
Las alegaciones de Edward Snowden sobre la NSA sellaron el destino de la visita de de la presidenta brasile?a Dilma Rousseff. A pesar de que hubiera habido un rayo de esperanza para la reforma migratoria a pesar de la intransigencia de la C¨¢mara de Representantes, la crisis de las armas qu¨ªmicas en Siria y del presupuesto en nuestra legislatura garantizaron que el asunto perder¨ªa su lugar en la agenda legislativa de este a?o. Incluso el viaje de Biden, que fue pospuesto, qued¨® fuera de la agenda por la aparici¨®n de otras prioridades.
A pesar de todas estas circunstancias, nos encontramos en un momento realmente excepcional en el hemisferio. Con Norteam¨¦rica m¨¢s cerca de garantizar sus necesidades energ¨¦ticas, grupos de pa¨ªses de Am¨¦rica Latina logrando presencia en los mercados internacionales a trav¨¦s de iniciativas como la Alianza del Pac¨ªfico, y el ascenso de Brasil como un actor pol¨ªtico y econ¨®mico cada vez m¨¢s atractivo a nivel global, a Am¨¦rica Latina le esperan interesantes oportunidades de cara al futuro.
Pero s¨®lo podremos aprovecharlas con una clara visi¨®n de futuro.
Esa perspectiva nos ayudar¨¢ a mitigar los desaf¨ªos de la regi¨®n, como el inminente colapso del gobierno de Maduro en Venezuela y los retos en materia de seguridad que suponen las organizaciones criminales transnacionales. En resumen, Am¨¦rica Latina no puede ser ignorada.
En su campa?a electoral, Obama anticip¨® que su Administraci¨®n requerir¨ªa ¡°una estrategia clara y global¡± para ¡°implicar a los ciudadanos de la regi¨®n¡± y, al afirmar esto, acert¨®.
En lo que se equivoc¨® fue que esa estrategia, a pesar de su claridad y su alcance, resultar¨ªa insignificante mientras la regi¨®n siga constituyendo una prioridad secundaria en las prioridades de pol¨ªtica exterior de su gobierno o, en otras palabras, mientras la ret¨®rica no est¨¦ acompa?ada de una pol¨ªtica regional concreta. Y la Administraci¨®n cuenta con pocos obst¨¢culos a aquellos logros que demuestren su esfuerzo para profundizar relaciones en el hemisferio.
S¨®lo cuando la Casa Blanca implemente una pol¨ªtica exterior significativa, el presidente Obama habr¨¢ definido un legado distintivo en las Am¨¦ricas.
*El autor es director del Programa Internacional del CSIS en Washington
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